Los impuestos generan distorsiones en la asignación de recursos. Los mercados transfieren dinero de un punto a otro sin alterar de forma perjudicial los incentivos individuales. Los gobiernos transfieren dinero de un punto a otro, también, pero en el camino distorsionan las decisiones individuales. El economista John H. Cochrane, en una reunión del APEE (The Association of Private Enterprise Education), lo explicó así:

La política consiste en transferencias. El gobierno toma recursos de A y se los da a B, o distorsiona los mercados para beneficiar a B. Fíjense en cualquier debate sobre impuestos. En los periódicos se habla mucho de quién gana o pierde 100 dólares, pero prácticamente no se habla de los incentivos para trabajar, ahorrar o invertir. En muchos sentidos, gestionar las transferencias por la fuerza es el objetivo del gobierno.

Las Distorsiones de los Impuestos

Un ejemplo sencillo ilustra el problema. Pensemos en un consumidor dispuesto a pagar hasta 200 pesos por una playera deportiva. Llamémosle Juan. La tienda deportiva preferida por Juan pediría un mínimo de 180 pesos por la playera. Pero la tienda enfrenta un problema: debe transferir alrededor de 30 pesos al gobierno si ejecuta la venta de la playera. Como la tienda no es una institución de caridad y no desea operar con pérdidas, le pone un precio de 210 pesos a la playera. La venta con Juan no se concreta y todos pierden: ni el gobierno ni la tienda reciben dinero y Juan no se lleva la playera. Al precio de 210, la tienda sigue vendiendo algunas playeras y el gobierno sigue recibiendo algo de dinero. Pero hay otros tantos potenciales clientes como Juan que desaparecen en el anonimato: clientes que pudieron haber concretado un intercambio benéfico con la tienda, pero que ya no lo harán con el impuesto. También hay clientes que pagarán el precio con el impuesto, pero que ahora tendrán menos dinero para otras compras. Tanto estos clientes como Juan destinarán su dinero a fines menos valiosos de los que habrían satisfecho en ausencia del impuesto.

En la búsqueda de impuestos que minimicen las distorsiones, los economistas han hecho distintas propuestas. Un impuesto por cabeza (“head tax”), por ejemplo, podría ser más eficiente; pero enfrenta críticas por parte de quienes piensan que sería menos justo que un sistema fiscal progresivo. Como explica el economista Joseph J. Minarik,

El sistema fiscal más eficiente posible es uno que pocas personas con rentas bajas desearían. Ese impuesto supereficiente es un head tax, por el que todos los individuos tributan la misma cantidad, independientemente de sus ingresos o de cualquier otra característica individual. Un impuesto sobre la renta no reduciría los incentivos para trabajar, ahorrar o invertir. Sin embargo, el problema de un impuesto de este tipo es que quitaría la misma cantidad a una persona con ingresos altos que a una persona con ingresos bajos.

Un impuesto similar es el impuesto plano (“flat tax”). Este ha sido un impuesto que ha ganado cierta popularidad en discusiones de política económica. Vale la pena indagar en qué consiste.

Flat Taxes

Un flat tax es un impuesto uniforme sobre la renta. Es un impuesto que sujeta a toda la renta imponible al mismo tipo impositivo; es decir, grava con el mismo porcentaje los ingresos de todos los ciudadanos.

Los impuestos de este tipo tienen una de sus defensas más completas en el libro de Robert E. Hall y Alvin Rabushka: “The Flat Tax”.

La Tax Foundation ofrece un resumen de los beneficios de un sistema impositivo de este tipo:

Un impuesto fijo, en el que se aplica un tipo único a toda la renta imponible, es un sistema de impuesto sobre la renta atractivo por su relativa simplicidad, transparencia, neutralidad y estabilidad. Los impuestos fijos son relativamente transparentes y sencillos en el sentido de que facilitan a los contribuyentes la estimación de su deuda tributaria y a los expertos en previsión de ingresos y a los responsables políticos estatales la estimación de cómo afectaría a los ingresos un recorte o un aumento del tipo. Y lo que es más importante, los impuestos fijos evitan afectar a las decisiones marginales de particulares y empresas, es decir, a lo que harán con su siguiente dólar de ingresos.

El Prager Institute también ofrece un recuento interesante de las ventajas de los “flat taxes”:

El gran atractivo de un flat tax es su predictibilidad, simplicidad y minimización de distorsiones en comparación con otros impuestos.

Los impuestos no sólo generan distorsiones como las enumeradas anteriormente; también alientan el desperdicio de otras formas. Un sistema fiscal complicado enriquece a lobistas, abogados y funcionarios gubernamentales a expensas de actividades más productivas. La gran ventaja de los impuestos planos es reducir el tiempo y los recursos destinados a un séquito de personas especializadas en sólo cuidar el dinero de las manos del gobierno. Una ventaja similar a la de contratar una seguridad más eficiente en una colonia privada en lugar de invertir en cámaras costosas y proteger las casas con alambras de púas o barrotes.

¿Pero no son mejores los sistemas fiscales más progresivos?

El economista Alberto Benegas Lynch (h.) explica un problema de los impuestos progresivos: al gravar con un mayor porcentaje a tramos más altos de ingreso, los impuestos progresivos desalientan el crecimiento y privilegian a empresas más grandes. En este sentido, los impuestos progresivos tienen un elemento regresivo al perjudicar la competencia empresarial.

Conclusión

En conclusión, los impuestos generan distorsiones en la asignación de recursos y, en última instancia, afectan las decisiones individuales. Mientras que los mercados permiten transferencias de dinero sin alterar negativamente los incentivos, los gobiernos, al intervenir con impuestos, distorsionan estas decisiones en beneficio propio. La búsqueda de un sistema fiscal que minimice estas distorsiones ha llevado a considerar opciones como el impuesto por cabeza y el impuesto plano. Este último, en particular, ha ganado popularidad debido a su simplicidad, transparencia y neutralidad. Al reducir el tiempo y los recursos destinados a lidiar con un sistema fiscal complicado, los impuestos planos promueven una asignación más eficiente de los recursos y fomentan la competencia empresarial. En última instancia, el impuesto ideal en una sociedad liberal con un gobierno mínimo que atienda las tareas de provisión de justicia requiere minimizar los daños. El flat tax puede ser una respuesta.

Por Sergio Adrián Martínez

Economista por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Administrador de Tu Economista Personal, sitio de reflexiones de economía y mercados libres.

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