La invasión de Rusia en Ucrania presenta efectos que sobrepasan las fronteras del encuentro bélico y tocan también nuestro entorno inmediato. Una de las preguntas en la mente de los mexicanos es cómo resentiremos los efectos a nivel macroeconómico.

Dos preocupaciones principales conciernen al público: los efectos sobre el precio de la gasolina y el impacto en variables como la inflación y las perspectivas de crecimiento económico.

Toda guerra es lamentable y desastrosa. Consume vidas y consume capital; genera incertidumbre y caos. En consecuencia, los analistas han ajustado sus proyecciones económicas para México, cuyo crecimiento languidece tras la pandemia y una serie de decisiones que han desincentivado el grado de inversión privada en el país. Por ejemplo, Bank of America Securities redujo su pronóstico de crecimiento para 2022 en 1.5%, y ajustó al alza su pronóstico de inflación en 6% para este mismo año[1]. La combinación de un crecimiento mediocre y alta inflación suele catalogarse de «estanflación»: el peor de los escenarios posibles para cualquier país.

Y mientras el impacto sobre las expectativas de inflación y crecimiento económico es relativamente obvio, hay ciertas sutilezas interesantes sobre el efecto del conflicto en el mercado petrolero y de combustibles fósiles.

Rusia es un importante participante en el suministro de petróleo a nivel mundial. Alrededor del 10% de la oferta global de petróleo proviene de Rusia, lo cual lo vuelve un país con poder de mercado; es decir, con capacidad de afectar el precio internacional del petróleo. Las sanciones al gobierno ruso por parte de Estados Unidos y otros países afectan el precio internacional del petróleo y de combustibles fósiles por dos canales: una menor oferta de petróleo en el corto y mediano plazo tiende a encarecer la gasolina y una mayor presión sobre la demanda de petróleo y gasolina sobre fuentes sustitutas refuerza ese primer efecto. En otras palabras, el consumidor de gasolina resiente primero el mayor precio como consecuencia de una restricción en la oferta y luego experimenta una mayor frustración al querer refugiarse en sustitutos cuya oferta no es lo suficientemente flexible para servir la mayor demanda.

¿Pero cómo, entonces, es que el mexicano promedio no observa aún incrementos significativos en el precio de la gasolina? La situación parece misteriosa a la luz de los incrementos en los precios que se toman como referencia para analizar la situación del mercado petrolero, como es el caso del precio del crudo West Texas Intermediate (WTI). El precio superó el umbral de los 100 dólares poco después del conflicto, incluso cruzando por encima de los 120 dólares. Y si bien ha tenido algunas oscilaciones violentas, por el momento permanece alrededor de ese nivel. ¿Cómo es que tal precio no genera, aparentemente, las consecuencias ya mencionadas?

La clave reside en uno de los tres factores que componen[2] el precio de la gasolina al público en México, y que detallamos a continuación:

  1. El primer componente del precio de la gasolina es el precio internacional del petróleo, que, de acuerdo a estimaciones de la Profeco, influye en un 50% del total.
  2. El segundo componente del precio de la gasolina al público en México es el peso que generan los dos impuestos que pagan los consumidores por su consumo: el impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS) y el impuesto al valor agregado (IVA). Este componente tiene un peso de alrededor del 40% del total del precio.
  3. Y el tercer componente es simplemente el margen de ganancia que intentan obtener las estaciones de venta y que repercute en el 10% restante.

Es importante mencionar que no es que tales pesos, tales porcentajes, estén determinados de una vez y para siempre. El precio de todo bien refleja fundamentalmente cambios en las valoraciones de los consumidores y es engañoso creer que los precios de cualquier bien, sea la gasolina u otro, están determinados por los costos. Pero los pesos de los tres componentes son sólo una referencia útil para tener una idea aproximada de los cambios que podemos esperar sobre el precio final cuando alguno de dichos componentes varía.

El segundo componente es el más importante para la cuestión que nos atañe explicar, porque sobre él tiene control directo el gobierno mexicano.

El gobierno mexicano enfrenta un escenario político delicado, en el que busca recalibrar su impacto sobre sus simpatizantes a través de la consulta de revocación. Sus incentivos están alineados para evitar volatilidades que han sido históricamente sensibles para la opinión pública en México. No le conviene un «gasolinazo» escandaloso.

Por esa razón, el gobierno mexicano ha reducido al 100% el cobro del IEPS, como podemos apreciar en la siguiente lámina oficial[3]. De esa forma ha contenido el influjo sobre el precio de la gasolina del mayor precio internacional del petróleo.

Esto, más que un subsidio, como lo patrocina el gobierno, es estrictamente una reducción de impuestos. Un subsidio es una transferencia directa de recursos del gobierno a un grupo particular, y no debemos engañarnos creyendo que el gobierno ha llegado a salvar el día. La reducción en el IEPS, si bien es bienvenida, puede ser engañosa, dando la apariencia falsa de que el mercado de gasolinas en México está blindado de algún modo. No lo está. La vulnerabilidad del mercado interno de gasolinas no responde, por cierto, a una falta de «autosuficiencia», tan atesorada por el presidente y su gobierno. Responde a la centralización a la que ha estado sujeta Pemex históricamente: una centralización que impide la entrada de nuevos participantes al mercado, y que responde al anhelo del presidente de emplear al sector energético como un monopolio mediante el cual premiar a grupos de interés.

 Conforme las presiones sobre el precio internacional del petróleo persistan, el gobierno tendrá que acompañar el recorte de impuestos con un ajuste presupuestario, recortando asignaciones de gasto público a otros rubros o endeudándose más. Tal parece ser la opinión también de Carlos Urzúa, profesor del Tecnológico de Monterrey y exsecretario de Hacienda: «El gobierno federal tendrá que contratar deuda o reducir sus gastos en salud y educación. Le quitará a los más pobres para dar atole con el dedo a los que tienen coche»[4].

Nada es gratis: lo que un consumidor no paga a través de un mayor precio de mercado cuando el gobierno interviene, lo paga en términos de otros bienes que debe sacrificar. El impacto de la guerra en Ucrania, lejos de reflejar un blindaje inexistente del gobierno, pondrá bajo la luz todas las grietas institucionales de nuestro sector energético.


[1] Recuperado de https://www.eluniversal.com.mx/cartera/por-guerra-entre-rusia-y-ucrania-mexico-tendra-gasolina-cara-y-menor-crecimiento-dice-bank-america

[2] Debemos tener cuidado con la idea, errónea, de interpretar que los costos componen el precio de algo. Sobre eso elaboramos un poco más adelante.

[3] Recuperada de https://combustibles.profeco.gob.mx/qqpgasolina/2022/QQPGASOLINA_031422.pdf

[4] Cita recuperada de https://www.eluniversal.com.mx/opinion/carlos-m-urzua/debe-subsidiarse-la-gasolina

Por Sergio Adrián Martínez

Economista por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Administrador de Tu Economista Personal, sitio de reflexiones de economía y mercados libres.

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