El artículo “La correspondencia Mises-Hoiles: lo que pudo haber sido” de Wendy McElroy, publicado recientemente por el Mises Institute, informa de una densa correspondencia, poco conocida pero extremadamente significativa, que tuvo lugar entre 1949 y 1962, entre Ludwig von Mises y Raymond Cyrus Hoiles, figuras influyentes del pensamiento liberal y libertario.

Este diálogo, que al principio parecía un simple intercambio de ideas entre intelectuales unidos por un compromiso idéntico con la libertad individual y cooperación social voluntaria, luego rápidamente se transformó en un debate estrecho sobre cuestiones fundamentales, destacando profundas diferencias políticas, filosóficas y de principios.

El inicio de la relación se remonta a 1949, cuando Hoiles, un empresario estadounidense y anarquista libertario convencido, fundador de una impresionante asociación de periódicos que al final pasaría a ser conocido como Freedom Newspapers, Inc., decidió escribirle a Mises para discutir cuestiones relativas a la libertad individual y el papel del Estado. Le fascinaba el rigor intelectual del gran pensador liberal y su defensa del libre mercado: «Creo que usted ha proporcionado munición completa para refutar cualquier argumento socialista o intervencionista”, le escribió en la carta del 7 de septiembre de 1949, inspirándose también en la traducción inglesa de “La Acción Humana“. «He creído varias veces que sus observaciones sobre las causas del declive de las civilizaciones antiguas, en poco más de dos páginas, valieron el precio del libro para cualquiera”.

El científico austriaco, ya entonces un icono del liberalismo y una autoridad reconocida y respetada en los campos de las ciencias sociales y la economía, entonces también era miembro a tiempo parcial del personal de la citada Fundación. Por ello acogió con interés la iniciativa y la valoró al mismo tiempo la oportunidad de tratar con un editor tan comprometido con la promoción de los ideales libertarios a través de su labor editorial.

Sin embargo, a pesar del respeto mutuo, las diferencias entre ambos no tardaron en aflorar. Uno de los principales puntos de desacuerdo se refería a la educación pública. El americano, con su visión intransigente del libertarismo, consideraba cualquier forma de intervención estatal como una violación de los derechos naturales y de la libertad individual. Creía que las escuelas deberían ser completamente privatizadas y que la interferencia estatal en la esfera pedagógica era una forma de coerción inaceptable. En una de sus cartas expresó claramente esta creencia: «La educación pública no sólo es ineficiente, sino que también es un acto de violencia contra la libertad individual. Ningún gobierno debería tener el poder de influir en las mentes de los jóvenes”.

Por su parte, Mises, a pesar de compartir muchas de las críticas del interlocutor hacia el Estado, se inclinaba más por un enfoque pragmático. Aunque reconoció los peligros inherentes a una sistema educativo controlado por el estado, sin embargo creía que, en una sociedad no estatal aún no madura para una privatización total, la educación pública era un “mal necesario”.

De hecho, creía que, sin un mínimo de intervención gubernamental, se correría el riesgo de dejar a grandes sectores de la población sin acceso a la formación y a la cultura, con consecuencias potencialmente desastrosas para la cohesión social. A tal efecto, en una carta especialmente significativa, subrayó: «Mi deseo es ver una sociedad libre, pero también debemos ser realistas. En un mundo que aún no está preparado para un sistema totalmente privado, la educación pública sigue siendo un compromiso inevitable”.

Además de la educación, los dos mencionados también discreparon sobre el papel general del gobierno en la sociedad. Hoiles insistió en que cualquier forma de gobierno era una amenaza a la libertad individual y que la verdadera libertad sólo podría existir en un contexto de autogobierno voluntario, sin coerción externa alguna. Su visión era la de una empresa, donde cada individuo era completamente autónomo y responsable de sus propias acciones, sin interferencia de una autoridad central.

Mises, de otra manera, aunque defendió el libre mercado y se oponía a la expansión del estado, creía que era necesario un gobierno mínimo para mantener el orden social y proteger los derechos fundamentales. Su posición era que sin un mínimo de ley y orden garantizados por una autoridad central, la libertad misma habría estado en riesgo. “Un gobierno limitado es esencial para evitar el caos”, afirmó, reiterando que sin un marco regulatorio mínimo, la sociedad correría el riesgo de hundirse en el desorden, amenazando la misma libertad que intentaban proteger.

La correspondencia indicaba, si bien representaba un diálogo entre personas profundamente respetuosos unos de otros, destaca uno de los desafíos centrales del liberalismo y el libertarismo: cómo equilibrar el idealismo con el pragmatismo. Si bien el editor representaba la pureza ideológica del principios libertarios; el otro, el exponente autorizado de la Escuela Austriaca de Economía, buscaba un equilibrio entre teoría y práctica, consciente de las imperfecciones y complejidades de la realidad políticos y sociales.

El fin del intercambio de cartas, inevitablemente marcado por crecientes desacuerdos, diferencias filosóficas entre los dos personajes, es indicativo de las dificultades para conciliar visiones ideales con las necesidades de la práctica política. Sin embargo, sigue siendo una contribución invaluable al debate libertario, iluminando las tensiones dentro del movimiento y las dificultades para traducir el idealismo en acciones concretas.

El artículo original del Mises Institute no sólo documenta este intercambio de cartas, sino que también invita a los lectores a reflexionar sobre cómo las divergencias entre los protagonistas antes mencionados representan un microcosmos de los desafíos más amplios que el liberalismo ha enfrentado y continúa enfrentando en un intento de influir en la política y la sociedad.

La lectura de estas cartas, que están disponibles en línea en el siguiente enlace, ofrece una rara oportunidad de comprender las complejidades del sistema de principios del liberalismo y las dificultades intrínsecas a su puesta en práctica.

Sandro Scoppa: abogado, presidente de la Fundación Vincenzo Scoppa, director editorial de Liber@mente, presidente de la Confedilizia Catanzaro y Calabria.
Twitter: @sandroscoppa

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

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