Durante los últimos días Donald Trump ha estado amenazando en incrementar los aranceles ya no solamente a México, sino también a distintos países como China y la Unión Europea. Sus fanáticos lo justifican diciendo que el estilo de gobierno previo a 1913 (antes de la enmienda 16 de la Constitución), los fondos del gobierno no provenían directamente del ciudadano americano, más bien de los aranceles, promoviendo que las compañías extranjeras se mudaran a Estados Unidos creando así más trabajo para los americanos. En esta época también se jactaban de tener un 0 income tax, medida que Trump planea nuevamente implementar.
Los nacionalistas americanos tienen una opinión distorsionada de lo que realmente son los aranceles, ellos piensan que las empresas extranjeras son quienes pagan. La realidad es todo lo contrario, el impuesto, en la mayoría de los casos, se termina trasladando al consumidor final. Esto debido a que ningún empresario busca tener pérdidas, así que ajustan el precio para mantener su margen de ganancia. Mientras la demanda esté dispuesta a pagar ese incremento, los importadores pueden realizar el traslado y es así como son los individuos quienes se perjudican con los aranceles.
Ahora bien; ¿por qué la demanda decidirá pagar ese aumento de precio? La división del trabajo ha permitido a que cada nación desarrolle productos en los que pueden ser altamente potenciales, al comerciarlos con otras naciones, hacen un complemento para la finalización de los mismos o se compensan importando los que les son necesarios. Hay productos extranjeros que tienen mejor calidad que los productos nacionales, por lo tanto la demanda les otorga un valor subjetivo mayor y acceden a pagar ese precio extra originado de los aranceles.
Un pensamiento económico de libre mercado está en contra de la imposición arancelaria al ser irracionales y empobrecedores; estos son una agresión económica del Estado contra el individuo. Los aranceles distorsionan los precios, reducen la eficiencia y encarecen los productos impidiendo el libre intercambio privilegiando a grupos de poder. Cualquier liberal (no necesariamente libertario) entiende que la intervención estatal en las decisiones económicas del individuo es inmoral e injustificada. El proteccionismo no es más que un totalitarismo económico, una manipulación emocional hacia los individuos para controlar y restringir sus libertades. Trayendo como consecuencia guerras comerciales, corrupción y miseria.
Ludwig von Mises dice en su libro La Acción Humana: “El proteccionismo no protege, destruye. No favorece a la nación en su conjunto, sino a ciertos grupos privilegiados”.
Murray Rothbard comenta en su libro Poder y Mercado: “Los aranceles no protegen al país. Protegen a ciertos productores contra la competencia… a costa del consumidor”.
Friedrich von Hayek menciona en su libro Camino de Servidumbre: “Cuanto más planifica el Estado, más complicada se le hace al individuo su propia planificación”.
El proteccionismo no es una estrategia económica que un economista en favor del libre mercado jamás recomendaría implementar, tampoco un político que se dice llamar liberal ni mucho menos el que se llame contradictoriamente libertario. Las estrategias de Trump son más favorables para su ideología que para su economía. El presidente de los Estados Unidos está más preocupado por satisfacer los intereses nacionalistas que por otorgar libertad a sus ciudadanos. Esto es una muestra a todos los fanáticos y admiradores de Trump quienes piensan que es un “libertario” o un político que traerá libertad que es todo lo contrario, es un político que buscará satisfacer sus propios intereses y los de los suyos a costa de la economía de los individuos poniendo su ideología por encima de la libertad.
No te dejes engañar por los falsos exponentes que te dicen lo que quieres escuchar pero en la práctica traicionan todo en lo que dijeron creer. Al político siempre se le debe de estar analizando y criticando, nunca admirando ciegamente ni buscar cualquier argumento débil para justificarlo.