Es falso sequitur quodlibet o el principio de explosión: seguramente han escuchado alguna vez hablar a una persona y pensar: “pero que está diciendo; es contradicción tras contradicción” y sin embargo le dan la oportunidad de seguir a ver si logran comprender el contexto y deducir a qué se refiere.

¿Se han encontrado alguna vez en un debate o discusión en el que se pierde gran parte de la productividad del mismo tratando de entender cómo es que se puede hablar con tremendo sinsentido, simplemente las contradicciones se van acumulando. Y de pronto el esfuerzo que conlleva rectificar tan tremendo fiasco se vuelve tan colosal que es mejor simplemente retirarse?

Tal vez lo hayan cometido, pero no se preocupen: a todos nos pasa el error de iniciar una discusión o debate sin antes haber definido el significado de los significantes utilizados, no se preocupan si es la primera vez que escuchan ambas palabras juntas o si pensaron que eran intercambiables.

La mayor parte de las veces que dialogamos poco o nada logramos cuando se trata de una persona que no está en el mismo hilo contextual que nosotros.

Por si fuera poco el uso de distintas jergas extendidas por distintos lugares y, en diferentes tiempos, vuelve, sino casi imposible, un juego del teléfono descompuesto a la comunicación entre personas.

Por eso no es de extrañar que textos ricos en arquetipos tengan más interpretaciones y caras que un dodecaedro. ¿Les suena familiar a los que conocen de religión y mensajes sagrados?

Es un sin sentido enojarse, enfadarse y negarse al diálogo al señalar al otro que está en en un error, si no se entiende el sistema teórico lógico del cual procede la definición. Es decir, no debemos de asumir que sabemos a lo que se refiere la otra la otra persona y mucho menos si es alguien fuera de nuestro círculo, por tanto que estará en una línea de contextual distinta, posible tren de una jerga distinta y ya ni se diga del problema al que llegamos cuando se trata de la interpretación entre idiomas aislados en tiempo y espacio.

Cuánto de nuestro tiempo nos habríamos ahorrado en discusiones banales, si hubiéramos acordado las definiciones con las que nos íbamos a comunicar. Solo los alienados se aferran al significante con el valor agregado del significado que ellos mismos han asignado y así es como se llaman: alienados no religiosos, no fanáticos o fundamentalistas alienados que han elegido un bando y han caído en el juego de la personificación, renunciando así al espíritu científico de encontrar la verdad.

Ahora en ese tiempo, querido libertarios, exploren las ideas, exploren las definiciones de otros y la congruencia lógica-sintáctica que la misma tiene con su propio sistema original. Por tanto: que una definición esté bien o mal depende de que mantengan consistencia con las premisas del sistema que lo origina. Y no que sea la que conocemos o la qué más nos gusta o no.

No necesito señalar a ningún movimiento de ustedes, los conocen como monstruos quiméricos de 100 cabezas como las hidras. Nada por el corazón, analicen las premisas del mismo, ahí es donde van a encontrar la importancia que tiene para la realidad solo contrastando.

Gracias por haberme leído.

Mario Alberto Moreno, libertario mexicano, miembro del Partido LibertarioMx, articulista especializado en Relaciones Internacionales, diseñador gráfico, radica en el norte del país.

Twitter: @merallak2

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

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