La recesión económica no es solo un concepto técnico que afecta a las grandes instituciones financieras; es un golpe directo a la estabilidad de los hogares, las empresas y el futuro de un país. Este fenómeno se define por tres criterios esenciales: profundidad, difusión y duración. En el caso de México, las señales de alerta para 2025 son claras y alarmantes.
- Profundidad: La contracción del Producto Interno Bruto (PIB), estimada en hasta -0.5% para el próximo año, refleja una caída significativa en la actividad económica. Este nivel de retroceso no solo indica menos crecimiento, sino también un impacto directo en los ingresos gubernamentales, la inversión y el poder adquisitivo de las familias. El deterioro de sectores clave como la manufactura y los servicios confirma que no estamos ante una simple desaceleración, sino una retracción grave.
- Difusión: Una recesión no afecta solo a un sector aislado; su impacto se extiende por toda la economía. En el caso de México, los efectos negativos ya se perciben en la caída del consumo privado, que representa cerca del 70% del PIB, y en la disminución de las exportaciones, que en 2023 constituían el 38.2% del PIB. Adicionalmente, la incertidumbre económica está provocando una fuga de capitales y la retracción de la inversión fija bruta, que cayó un 3.1% en 2024, según datos del INEGI.
- Duración: La recesión que enfrentaría México no será un evento efímero. Los analistas prevén que los efectos negativos podrían extenderse más allá de 2025, dado que las causas estructurales, como la falta de confianza en el gobierno y la ausencia de reformas fiscales, no se están abordando. A esto se suma la persistencia de una inflación elevada, que cerró 2024 en 4.6%, erosionando continuamente el poder adquisitivo.
En este contexto, el gobierno parece ignorar la magnitud del problema, mientras la narrativa oficial se enfoca en cifras superficiales que no reflejan la realidad de millones de mexicanos. Esta crisis económica, anunciada por expertos desde hace varios meses, no solo pone en evidencia la falta de estrategia, sino también la ineficiencia de las actuales políticas económicas. La combinación de profundos problemas estructurales, un entorno global adverso y la incompetencia gubernamental está llevando a México al borde de una tormenta económica de gran envergadura.
Causas profundas de la recesión
La recesión de 2025 no es un evento aislado ni inesperado; es el resultado de años de malas decisiones y omisiones en políticas económicas. Las siguientes causas, son las que, mediante un análisis de correlación, explican mejor nuestro contexto económico:
Factores externos:
Desaceleración global:
El crecimiento de la economía mundial se proyecta en apenas un 2.4% para 2025, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Para México, este dato tiene un impacto directo debido a la fuerte dependencia de su comercio exterior. Más del 80% de las exportaciones mexicanas están dirigidas a Estados Unidos, un país que se espera crezca apenas un 0.9%. Esto significa que las empresas mexicanas tendrán menos demanda por sus productos, afectando tanto a las grandes industrias manufactureras como a las pequeñas empresas que dependen de estas cadenas de suministro.
Además, esta dependencia refleja un problema estructural: México no ha diversificado suficientemente sus socios comerciales. Mientras países como Vietnam y Malasia han expandido sus mercados hacia Asia y Europa, México sigue concentrando gran parte de su comercio en América del Norte, lo que lo deja vulnerable a cualquier desaceleración en esa región.
Altas tasas de interés internacionales:
En un intento por controlar la inflación global, la Reserva Federal de Estados Unidos ha mantenido tasas de interés por encima del 5%. Esto encarece los préstamos internacionales y dificulta que empresas mexicanas accedan a financiamiento para invertir y crecer. Por ejemplo, una empresa que planeaba expandir su planta ahora enfrenta costos de deuda mucho más altos, lo que lleva a retrasar proyectos o incluso cancelarlos. Esto no solo impacta al empresario, sino también a los trabajadores que esperaban esos empleos y a las comunidades que dependen de estas inversiones.
Factores internos:
Desconfianza en el clima de negocios:
Las decisiones polémicas del gobierno, como la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, no solo han representado pérdidas económicas inmediatas, sino que han enviado un mensaje preocupante a los inversionistas: en México no se respetan los acuerdos. Esto ha generado un ambiente de incertidumbre que se refleja en la caída de la inversión fija bruta, que disminuyó un 3.1% en 2024, según datos del INEGI. Para entenderlo mejor, pensemos en la inversión fija como los cimientos de una casa. Sin ellos, es imposible construir un crecimiento sólido y sostenido. Sin embargo, el gobierno no ha dado señales claras de cómo planea fortalecer estos «cimientos» económicos.
Debilitamiento del sector público: Los recortes presupuestales a instituciones clave, como en seguridad y educción y la desaparición de fideicomisos, han reducido la capacidad del gobierno para enfrentar crisis sociales y económicas. En ese sentido, la desaparición de fideicomisos y fondos de emergencia, nos dejan al descubierto ante una caída inminente de nuestra economía, al ser una de las herramientas más importantes para cualquier gobierno para ayudar a mitigar la caída de los ingresos presupuestarios, así como de familias y empresas.
Inflación persistente:
Aunque la inflación cerró 2024 en 4.6%, muchos hogares sienten que su poder adquisitivo ha caído mucho más. Esto se debe a que los productos básicos, como alimentos y energía, han tenido incrementos mayores que el promedio. Si bien, en las últimas semanas se ha moderado el incremento inlfcionario anual, se debe recordad que, este obedece a dos grandes razones que favorecen más el escenario de recesión:
1.- Especialistas del sector privado y del Banco de México, han argumentado que la desaceleración económica ha sido el principal factor para que la demanda no este presionando a los precios al alza.
2.- A pesar de una moderación inflacionaria parece obedecer, además del punto anterior, a precios a la baja de bienes y servicios altamente volátiles como lo son los agrícolas, mientras que el subíndice no subyacente, aquel que guarda los precios que determinan la inflación de mediano y largo plazo, se resiste a bajar.
Impacto en las finanzas públicas:
Déficit presupuestal creciente:
El presupuesto de egresos para 2025 proyecta un déficit histórico del 3.9% del PIB. Esto significa que el gobierno está gastando mucho más de lo que ingresa, y para cubrir esta diferencia, está recurriendo a la deuda. Si bien la deuda puede ser útil si se usa para inversiones productivas, en este caso, gran parte del gasto se destina a programas sociales con poco impacto en el crecimiento económico. Es como si una familia se endeudara para pagar lujos en lugar de invertir en educación o un negocio que les genere ingresos futuros. Además, es imperante analizar que este déficit este sujeto a estimaciones muy optimistas y que no tienen en cuenta el contexto internacional con Estados Unidos y las expeditas políticas contra la economía mexicana.
Reducción en los ingresos petroleros:
A pesar de las grandes inversiones en Pemex, la producción de petróleo cayó a 1.7 millones de barriles diarios en 2024. Esto no solo limita los ingresos fiscales, sino que también refleja la ineficiencia de una empresa que consume enormes recursos públicos sin generar los resultados esperados. Mientras tanto, otros países han avanzado en energías renovables y diversificación económica, dejando a México rezagado.
Fuga de capitales:
Según el Banco de México, la salida de capitales alcanzó los 11 mil millones de dólares en los primeros tres trimestres de 2024. Esto no es solo un número en un informe financiero; representa empresas y personas ricas que están llevando su dinero a otros países porque no confían en el manejo económico de México. Este fenómeno no solo reduce la cantidad de dinero disponible para préstamos e inversiones dentro del país, sino que también presiona al peso mexicano, encareciendo las importaciones y acelerando la inflación. Este dato, ha anticipado crisis económicas en México, por lo que, darle seguimiento, es menester para corroborar los factores anteriores.
Estas causas profundas no son simplemente estadísticas frías; son el resultado de decisiones políticas y económicas que han debilitado las bases de la economía mexicana. La falta de visión estratégica, combinada con políticas cortoplacistas y populistas, ha dejado al país en una posición de vulnerabilidad extrema frente a los choques internos y externos.
Consecuencias económicas y sociales de la recesión
La contracción económica impactará directamente en el mercado laboral. Según estimaciones, la tasa de desempleo podría alcanzar el 6% en 2025, lo que equivale a más de 3 millones de mexicanos sin empleo formal. Además, muchos de los empleos que se conservarán serán en condiciones precarias, con salarios insuficientes y sin acceso a prestaciones sociales. La falta de empleo formal genera un círculo vicioso: al no tener ingresos suficientes, las familias reducen su consumo, lo que a su vez afecta a las empresas y fomenta más despidos.
La inflación persistente, combinada con el estancamiento de los salarios reales, reducirá drásticamente el poder adquisitivo de los hogares. En 2024, el ingreso promedio de una familia mexicana ya había caído un 2% en términos reales, y se espera que esta tendencia se agudice en 2025. Esto significa que las familias tendrán que priorizar entre comprar alimentos, pagar servicios básicos o cubrir gastos médicos, lo que incrementará los niveles de pobreza y desigualdad.
Por otra parte, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), la pobreza extrema podría aumentar en más de un millón de personas en 2025, alcanzando a casi el 10% de la población. Esto significa que millones de mexicanos vivirán con menos de lo necesario para cubrir sus necesidades alimentarias básicas. La falta de recursos también limitará el acceso a la educación y la salud, perpetuando el ciclo de pobreza en las generaciones futuras.
La combinación de desempleo, pobreza y desesperanza social crea un caldo de cultivo perfecto para el aumento de la delincuencia. En 2024, los delitos patrimoniales ya habían aumentado un 8%, y se espera que esta tendencia continúe al alza en 2025. Cuando las oportunidades económicas escasean, muchas personas recurren a actividades ilícitas como una forma de sobrevivir, lo que agrava aún más el clima de inseguridad en el país.
Es por eso que, la incertidumbre económica y la falta de oportunidades están llevando a muchos profesionales altamente calificados a buscar trabajo en el extranjero. Este fenómeno, conocido como «fuga de cerebros», tendrá un impacto a largo plazo en la capacidad del país para innovar y competir en la economía global. Mientras México pierde talento, otros países se benefician de la creatividad y el esfuerzo de sus ciudadanos.
Por último, según el Banco Mundial, si no se implementan reformas estructurales urgentes, México podría enfrentar un crecimiento económico promedio de apenas 1.2% anual en la próxima década. Este nivel de crecimiento es insuficiente para generar empleos de calidad y mejorar el nivel de vida de la población. Además, la creciente deuda pública, que podría superar el 55% del PIB en 2025, limitará la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis.
Conclusión:
El 2025 se perfila como el año en que México enfrentará una de sus peores recesiones económicas. Esta crisis, que combina profundidad, difusión y duración, no es una sorpresa: es el resultado de años de malas decisiones gubernamentales, políticas populistas y una alarmante falta de reformas estructurales.
El Producto Interno Bruto (PIB) se contraerá, reflejando una economía debilitada en todos sus sectores clave. La falta de confianza en el clima de negocios, una inflación persistente que erosiona el poder adquisitivo, y un déficit presupuestal sin precedentes, que las raíces de esta recesión son profundas. Mientras tanto, factores externos como la desaceleración económica global y las altas tasas de interés internacionales agravan la situación, dejando al país vulnerable y con escasas herramientas de recuperación.
Las consecuencias serán devastadoras: desempleo masivo que podría alcanzar el 6%, una pobreza creciente con más de un millón de mexicanos cayendo en la pobreza extrema, y un aumento de la inseguridad alimentado por la desesperación social. Todo esto en un entorno donde la fuga de capitales y de talento solo debilita aún más las perspectivas futuras.
El panorama no ofrece alivio. La deuda pública sigue en aumento, la cual puede superar hasta el 55% del PIB, mientras Pemex continúa siendo un lastre financiero más que un activo estratégico. Sin diversificación económica ni una estrategia clara para frenar esta tormenta, México avanza hacia un abismo que no solo amenaza la economía, sino también el bienestar de millones de familias. La narrativa oficial sigue intentando ocultar la gravedad de la crisis, pero la realidad golpea con fuerza: la recesión no es una posibilidad, es una certeza, y el costo lo pagarán quienes menos tienen.