A inicios de enero, el presidente electo Donald Trump expresó su idea en querer cambiar el nombre de “Golfo de México” por “Golfo de América”, justificando que es Estados Unidos quienes hacen la mayor parte del trabajo ahí. En respuesta a ello, la presidenta Claudia Sheinbaum propuso entonces llamarle a Estados Unidos como “América Mexicana”, con el respaldo de un mapamundi de 1607 donde aún no existía la separación limítrofe actual.
Lo que realmente están haciendo estos dos ejecutivos no es defender al país, porque no afecta en absoluto en la vida de los miembros de ambos territorios si el nombre es cambiado o no, pero el hecho de que Trump imponga su nacionalismo hace nacer un despertar patriota en los habitantes de Estados Unidos, y que en respuesta Sheinbaum atacara el ego nacionalista, hace ver a los mexicanos que su patria ha sido defendida.
Pero entonces, ¿qué es la patria y por qué para el Estado es tan importante que sus habitantes la valoren y la respeten?
Mauricio Viroli en su libro “Para el amor a la patria”, la define como un espacio de pertenencia política y cultural, involucrando un sentido de responsabilidad cívica para la perseveración y mejora. A diferencia del nacionalismo donde éste sí busca destacar el país sobre las demás naciones.
Es normal que la gente tenga un apego especial al territorio en el que ha nacido, así como un cariño a la cultura, tradiciones y valores con las que fueron criados los cuales juntos conforman un símbolo de identidad y pertenencia. Históricamente, el humano al vivir en comunidad, crea este tipo de cualidades para distinguirse de las que lo rodean, creando así lo que conocemos hoy en día como «patriotismo».
Murray Rothbard en su libro «La Anatomía del Estado«, menciona lo siguiente: “Una de las doctrinas básicas del Estado fue identificarse a sí mismo con el territorio que gobernaba. Como muchas personas tienden a amar su tierra natal, la identificación de dicha tierra y su gente con el Estado era un medio de hacer trabajar al patriotismo natural a favor del Estado.”
El Estado hoy en día se aprovecha de ese apego sentimental que los individuos le tienen a su cultura y los adoctrina para que se transforme en un amor al Estado, dándoles símbolos como una bandera, un himno, un juramento, un lema, un escudo, una historia romántica sobre la fundación del país, o sobre una guerra de independencia o de alguna invasión, así como crear enemigos con otros países para afianzar el patriotismo.
Su objetivo es tratar de unificar a los habitantes del territorio e incrementar la centralización del gobierno. La realidad es que cuando un Estado tiene un espacio delimitado demasiado grande, tiende a complicarse que ciertas zonas se identifiquen con otras. El ejemplo clásico sucedió en Estados Unidos en el año de 1861 durante la Guerra Civil, donde tuvieron conflictos políticos internos ocasionando la secesión y la división del país. Al día de hoy, siendo objetivos y sin tomar ni una postura, se nota la diferencia cultural y social entre los habitantes del norte y del sur de dicha nación.
Hacer al individuo un ser patriota no es un objetivo exclusivo de la derecha o la izquierda, puesto que es una necesidad estatal. En Venezuela, cuando el actual dictador Nucolás Maduro inició su campaña en el año 2013, mencionaba en sus discursos a Simón Bolívar, un héroe histórico de la patria nacional, esto con la finalidad de conectar emocionalmente con el pueblo, resaltando ideales de independencia, justicia, y unión. La frase más famosa en su discurso fue: “El espíritu del libertador vive en cada rincón de nuestra patria, y es nuestra responsabilidad mantenerla libre y soberana”.
Mientras que Bolsonaro, quien es un político brasileño famoso por tener una ideología de derecha, en su primera campaña presidencial del 2018, también menciona su amor por la patria y el rescatar los valores tradicionales de Brasil, como la familia, la moral y la ética. Su frase más destacada fue: “No tenemos otro país. Brasil es nuestra tierra, nuestra patria, y juntos haremos de ella una nación grande y respetada nuevamente”.
El patriotismo no es inherente de una ideología o de la dicotomía entre la izquierda o la derecha, el patriotismo realmente es una estrategia política utilizada por el Estado para penetrar emocionalmente en el individuo, generando así un deber moral hacia la nación, un sentimiento de pertenencia que termina transformándose en un apego al Estado. Es una herramienta manipuladora que los políticos aprovechan para llegar al poder y formar parte de esa casta política parasitaria.
Por otro lado, tenemos al economista austriaco Hans-Herman-Hoppe, quien en su artículo llamado “Pequeño es Hermoso y Eficiente: El Caso de la Secesión” menciona que “Un gobierno pequeño (territorialmente hablando) tiene muchos competidores, y si aplica mayores restricciones fiscales a sus miembros que su competencia, entonces sufrirá de emigración de mano de obra y capital, así como la pérdida ingresos fiscales futuros”.
El ejemplo más claro de Estado con poco territorio, próspero, con alta demanda de personas quienes lo quisieran habitar, con una fiscalidad mínima y ciudadanos desasociados del gobierno que tienen en turno (pues este les es indiferente para su diario vivir) es Andorra. El ejemplo clave para validar el artículo de Hoppe y entender que la patria no es más que una estrategia planificada de manera central para arraigar a todos los habitantes de un territorio delimitado hacia el Estado.
Debido a ello, el economista defiende la secesión en su mismo artículo de la siguiente manera: “El simple hecho de la secesión tiene un impacto positivo en la producción, ya que una de las razones más importantes para la secesión suele ser la creencia, por parte de los secesionistas de que ellos y su territorio están siendo explotados por otros… Cuanto más pequeño es un territorio y sus mercados internos, más probable es que opte por el libre comercio.”
Al día de hoy es mentira que todos los habitantes de un país determinado se sienten orgullosos de su patria al punto de dar su vida por ella, como sucedió durante las Guerras Mundiales. El principal ejemplo es Cataluña en España, quienes por años han sido un movimiento fuerte que busca la independencia basándose en su identidad cultural, lingüística e histórica. Otro ejemplo similar es Escocia, los cuales también tienen una identidad propia y distinta a la inglesa, y ya realizaron referendums para independizarse, pero dieron resultados negativos.
En México tenemos a Nuevo León, una entidad con habitantes muy orgullosos de su tierra, sus montañas, su gente y su cultura; molestos por ser una de las principales regiones en generar el mayor porcentaje de PIB al país mientras que el gobierno federal sigue aplicando políticas centralizadas. Cuyo gobernador actual logró ocupar el puesto gracias a una promesa de campaña en contra de la centralización fiscal del país, buscando así salirse del Pacto Fiscal, (promesa que por obvias razones no se cumplió). Al día de hoy existen grupos independentistas que buscan crear una consulta popular para lograr la secesión.
No estás obligado a tenerle un amor incondicional al país donde naciste, puede molestarte ciertas costumbres, tradiciones o incluso los errores democráticos que sus habitantes cometen elección tras elección. El mundo está lleno de una diversidad cultural que no se puede clasificar en límites fronterizos, ni tampoco es un crimen sentir un mayor apego a una diferente a la que se habita. El respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo también incluye hacerlo sentir libre de amar su patria, o simplemente decidir no hacerlo.