En su discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso, frente a diputados, senadores, gobernadores, miembros de la Corte Suprema y otros funcionarios, el presidente Milei volvió a explicar la gravedad de la situación económica heredada, los esfuerzos iniciados para salir de ella, y la necesidad de que tales esfuerzos sean compartidos.
Propuso dar un giro esencial a los principios que han sido seguidos en las últimas décadas por los políticos de todos los partidos. Pero ese giro no puede darlo solamente el presidente. En una república existen atribuciones que son repartidas y deben ser ejercidas con responsabilidad por los demás poderes del Estado Nacional, y por cada una de las provincias.
En su discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso, frente a diputados, senadores, gobernadores, miembros de la Corte Suprema y otros funcionarios, el presidente Milei volvió a explicar la gravedad de la situación económica heredada, los esfuerzos iniciados para salir de ella, y la necesidad de que tales esfuerzos sean compartidos.
Propuso dar un giro esencial a los principios que han sido seguidos en las últimas décadas por los políticos de todos los partidos. Pero ese giro no puede darlo solamente el presidente. En una república existen atribuciones que son repartidas y deben ser ejercidas con responsabilidad por los demás poderes del Estado Nacional, y por cada una de las provincias.
En este sentido, el presidente Milei invitó a los gobernadores a suscribir el 25 de mayo un acuerdo al que denominó Pacto de Mayo, consistente en diez principios básicos en los cuáles las provincias se comprometen a trabajar, para actuar en consonancia con las reformas necesarias para salir de la crisis.
Son diez puntos básicos, y esta circunstancia puede asociarse rápidamente con otro documento que contenía diez propuestas para cambiar el mundo: El Manifiesto Comunista.
La mención de este documento no sólo es por el casual número de propuestas. Es que de alguna manera el Manifiesto sintetiza lo que han sido las bases de los gobiernos argentinos del último siglo. Las ideas de aquellos políticos que hoy se pelean con Milei, han aplicado invariablemente políticas socialistas para luego culpar al capitalismo por sus propios fracasos. Las bases de ese socialismo, aunque les cueste aceptarlo, fueron sentadas en 1848 en el Manifiesto Comunista por Marx y Engels, quienes elaboraron ese plan de diez puntos que debía aplicarse en el mundo (luego admitirían que en forma gradual), para lograr las transformaciones que consideraban adecuadas para instaurar el comunismo global.
No es casual la mención, ya que en el crónico colectivismo que hemos vivido, con distintos nombres, con uniformes y sin ellos, personalistas o institucionalistas, defensores de alguien y detractores del mismo, el común denominador ha sido entregar un poder casi ilimitado al gobernante de turno, esperando que resuelva los problemas. Una y otra vez ensayamos las mismas recetas, con el mismo espantoso resultado.
Y si se repasan aquellos diez puntos del Manifiesto Comunista, llegaremos a la conclusión de que a excepción de uno -la abolición del derecho a la herencia-, los otros nueve han sido seguidos en mayor o menor medida en algún momento de nuestra historia cercana.
Curiosamente, en el prólogo a la edición de 1872, los autores admiten que el desarrollo del mundo desde la publicación original hasta entonces (un período en el que el capitalismo verdaderamente mejoró las condiciones de vida de la gente y comenzó la transformación del mundo) hacía que algunos puntos del Manifiesto pudieran quedar desactualizados. En verdad, el peso que en la versión original se puso sobre la importancia de la tierra quedó opacado por el desarrollo industrial. Pero en Argentina eso se comprendió y se rectificó, y por lo tanto, el estatismo no sólo avanzó sobre la propiedad de la tierra, sino también sobre todo tipo de producción.
La aplicación explícita de las propuestas comunistas ha producido miseria en todas partes del mundo en que se han propuesto. No existe un solo ejemplo de “comunismo exitoso”, a menos que por tal se entienda un país ordenado bajo la férrea conducción de un dictador. Eso lo saben principalmente quienes las implementan. Marx y Engels eran dos típicos burgueses de vida acomodada, Marx mantenido por una esposa rica, Engels heredero de una próspera industria textil en Renania. Ninguno de los dos trabajó, produjo, invirtió en una empresa; ninguno de ellos cobró ni pagó un salario corriendo riesgos empresarios. Simplemente disfrutaron de la vida burguesa y escribieron, probablemente influidos por el romanticismo germano, sobre un mundo irreal.
Los herederos argentinos de Marx y Engels (aun aquellos que detestan el comunismo y no aceptarían nunca que se los considere marxistas) han aspirado durante décadas a llevar la misma vida burguesa y acomodada, pero esta vez mantenidos por las personas que han sido obligadas a producir para un Estado que ellos soñaron con dirigir. Al igual que en la Unión Soviética, y en todos los demás experimentos comunistas, en Argentina hubo una “clase dirigente” -una verdadera casta- que vivió muy bien aprovechándose del esfuerzo ajeno, con la excusa de que si ellos no detentaban el poder, graves males caerían sobre los más necesitados.
Esa impúdica práctica política nos dejó medio millón de habitantes pobres, hambrientos y sin futuro, en un país donde la riqueza se desparrama por doquier. Un puñado de políticos ricos, mantenidos por millones de empobrecidos habitantes.
La propuesta de Milei, en un número similar de puntos que intenta acordar con los gobernadores, supone básicamente volver al espíritu de la Constitución que colocó al país entre los más prósperos y libres del mundo a principios del siglo XX.
El respeto de la propiedad privada, un redimensionamiento del Estado que conduzca a un equilibrio fiscal, reducción de impuestos, una reforma laboral, previsional, política y comercial, tendiente a devolverle la libertad y los derechos a la gente.
Parece difícil que algún gobernador pudiera estar en contra de estos principios que el presidente propone acordar, porque están en la misma Constitución Nacional que justifica sus cargos.
Como en 1810, este 25 de Mayo la gente estará expectante por lo que ocurra en un recinto donde se jugará claramente el futuro del país. Seguramente en estos tiempos, gracias a la tecnología que creó el capitalismo, “el pueblo podrá saber de qué se trata”, y podrá juzgar luego la actitud de unos y otros.
Se debatirá en ese momento mantener la estructura de la “casta política” que sigue principios fracasados y retrógrados, con el único propósito de mantenerse en el poder y la riqueza personal a expensas de la gente, o dar un giro hacia la libertad, para devolverle los derechos a la gente, como en 1810, como en 1853.
Pacto de Mayo (Javier Milei)
1. Inviolabilidad de la propiedad privada.
2. Equilibrio fiscal innegociable.
3. Reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25% del PBI.
4. Reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos y promueva el comercio.
5. La rediscusión de la ley de coparticipación federal de impuestos para terminar para siempre con el modelo extorsivo actual.
6. Un compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país.
7. Una reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal.
8. Una reforma previsional que dé sustentabilidad al sistema, respete a quienes aportaron, y permita, a quienes prefieran, a un sistema privado de jubilación.
9. Una reforma política estructural, que modifique el sistema actual, y vuelva a alinear los intereses de los representantes y los representados.
Manifiesto Comunista (Marx – Engels)
1.Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado.
2. Fuerte impuesto progresivo.
3. Abolición del derecho de herencia.
4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos.
5. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y régimen de monopolio.
6. Centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte.
7. Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y de los instrumentos de producción, roturación de los terrenos incultos y mejoramiento de las tierras, según un plan general.
8. Obligación de trabajar para todos; organización de ejércitos industriales, particularmente para la agricultura.
9. Combinación de la agricultura y la industria; medidas encaminadas a hacer desaparecer gradualmente la diferencia entre la ciudad y el campo.
10. Educación pública y gratuita de todos los niños; abolición del trabajo infantil en las fábricas tal como se practica hoy; régimen de educación combinado con la producción material, etc
Agradecemos al autor su amable autorización para difundir su artículo, aparecido originalmente en: https://panampost.com/rmrojas/2024/03/09/menos-marx-mas-milei/
Ricardo Manuel Rojas.-Abogado, Doctor en Historia Económica (ESEADE), escritor, Juez (retirado) del Tribunal en lo Criminal de Argentina. Profesor en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala).
Twitter: @rmrojas58