Introducción:
El trabajo explicará de forma concisa la definición y naturaleza de lo bienes públicos, partiendo de la confusión que existe referente a estos como bienes o servicios que provee el gobierno. Se analizarán los escenarios en los cuáles se puede alcanzar una obtención eficiente y su conclusión sobre la provisión públicas versus provisión privada.
Después de la introducción, el trabajo se compone de la siguiente manera: el segundo punto abordará la definición de bienes públicos. En el tercer punto se revisarán la forma de proveer un bien público y el problema de alcanzar la eficiencia. El cuarto punto tratará del debate sobre la privatización. Por último, se presentarán las conclusiones.
2.- Definición y naturaleza de los bienes públicos
¿Te has preguntado cuál es la diferencia entre una pizza y la seguridad nacional? Si bien es una pregunta que no solemos hacer, esta sí nos puede ayudar para determinar la importancia o el sentido de la provisión de ciertos bienes, ya sean públicos o privados. Para empezar, una gran diferencia entre ambos bienes es que dos personas no pueden consumir una pizza de forma simultánea: si una come una porción, la otra no. Por el contrario, el consumo de los servicios de protección que proporcionan las fuerzas armadas a una persona no disminuye el consumo de dichos servicios por ninguna otra. Una segunda diferencia importante es que resulta sencillo que una persona impida que otra consuma su pizza, pero es imposible impedir que otro disfrute de los beneficios de la defensa nacional (es difícil imaginar una situación en que se permita a terroristas atacar a unas personas, pero no a otras). La defensa nacional es un ejemplo de bien público puro, que se define por las dos características siguientes:
- Su consumo no presenta problemas de rivalidad: una vez suministrado, el hecho de que otra persona lo consuma tiene un coste adicional de recursos igual a cero.
- No es posible la exclusión: Impedir que lo consuma otra persona es imposible o muy caro.
Por el contrario, en el consumo de un bien privado como la pizza hay rivalidad, y es posible la exclusión. Merece la pena destacar algunas implicaciones de nuestra definición.
Aunque todo el mundo consuma la misma cantidad del bien, este consumo no tiene por qué ser valorado del mismo modo por todos. Pensemos en la limpieza de un apartamento compartido por estudiantes de universidad, que presenta características de bien público: todos se benefician de que el cuarto de baño esté limpio, y resulta difícil excluir a alguien de tales beneficios. Sin embargo, hay estudiantes que se preocupan más por la limpieza. Del mismo modo, en nuestro ejemplo de la defensa, las personas más preocupadas por las intenciones de enemigos extranjeros valoran más la defensa nacional que las que se sienten relativamente seguras, suponiendo que el resto de las circunstancias sean iguales. Es más, en relación con determinados bienes públicos, la gente puede no estar de acuerdo siquiera en que su valor sea positivo o negativo.
La calificación de bien público no tiene carácter absoluto: depende de las condiciones del mercado y del estado de la tecnología. Consideremos ahora el caso de un faro. Una vez se ha encendido, un barco puede beneficiarse de ello sin afectar a la capacidad de otros barcos para hacerlo simultáneamente. Más aún, no se puede impedir a ningún navío que aproveche la señal. Bajo tales condiciones, el faro es un bien público puro. Pero supongamos que se desarrolla un sistema de codificación que hace imposible que los barcos reciban la señal sin adquirir un receptor especial. En ese caso, ya no se cumpliría el criterio de la imposibilidad de exclusión, y el faro ya no sería un bien público puro. Una vista panorámica es un bien público puro cuando la disfruta un número reducido de personas. Pero a medida que aumenta el número de visitantes, el área se congestiona: Cada persona consume la misma “cantidad” del paisaje, pero la calidad disminuye conforme aumenta el número de gente. Por tanto, deja de cumplirse el criterio de ausencia de rivalidad.
Por esta razón, en muchos casos resulta útil pensar en lo “público” como una cuestión de grado. Un bien público puro encaja perfectamente en la definición. En el consumo de un bien público impuro hay rivalidad o posibilidad de exclusión en alguna medida.
Un bien puede tener una de las características de los bienes públicos, pero no la otra. Las características de no rivalidad e imposibilidad de exclusión no tienen por qué darse conjuntamente. Imaginemos las calles del centro de una ciudad a una hora punta. En la mayor parte de casos, es imposible la exclusión, porque no es factible establecer suficientes puestos de peaje para regular el tráfico. Pero hay – ciertamente– rivalidad en el consumo, como puede atestiguar cualquiera que se haya visto inmerso en un atasco de tráfico. Por el contrario, un gran número de personas puede disfrutar de una extensión considerable de playa sin disminuir el disfrute de los demás. A pesar de que en este caso no exista rivalidad en el consumo, la exclusión es bastante factible si hay pocas carreteras de acceso. De nuevo, la caracterización de un bien va a depender del estado de la tecnología y de la regulación legal.
No necesariamente los bienes privados son provistos solo por el sector privado. Hay muchos bienes privados provistos públicamente: bienes de consumo rival y de posible exclusión que provee el sector público. Los servicios sanitarios y de vivienda son dos ejemplos de bienes privados que en ocasiones son provistos públicamente. Del mismo modo, como veremos después, los bienes públicos pueden ser provistos por el sector privado (piénsese en las personas que donan fondos para el mantenimiento de espacios públicos, que es como se las arregla el Central Park de Nueva York para tener flores tan bonitas). Resumiendo, los apelativos privado y público no indican por sí mismos qué sector se encarga de proveer el bien.
La provisión pública de un bien no implica necesariamente que éste sea además producido por el sector público. Consideremos el servicio de recogida de basuras. Algunos ayuntamientos producen este servicio por sí mismos: compran camiones, contratan trabajadores y organizan el horario. En otras comunidades, el Gobierno local renuncia a organizar la producción y contrata a una empresa privada para que preste el servicio.
3.- Eficiencia en proveer un bien público
Supongamos que tanto a Ramón como a Lara les gustan los espectáculos de fuegos artificiales. El hecho de que Lara disfrute viendo los fuegos artificiales no reduce el placer que ello le reporta a Ramón, y viceversa, y es imposible que cualquiera de ellos impida que la otra persona disfrute del espectáculo. Por tanto, una exhibición de fuegos artificiales es un bien público. Su dimensión puede ser variada y, si las circunstancias son iguales, suponemos que tanto Ramón como Lara prefieren los fuegos grandes a los pequeños. Supongamos que el espectáculo habitual consiste en lanzar 19 cohetes y que puede ampliarse a un coste de 100 pesos por cohete, que Ramón estaría dispuesto a pagar 120 pesos por un cohete adicional y que Lara estaría dispuesta a pagar 80 pesos. ¿Es eficiente ampliar el espectáculo en un cohete? Una vez más debemos comparar el beneficio marginal con el coste marginal. Para calcular el beneficio marginal hay que tener en cuenta que, como no se produce rivalidad en el consumo del espectáculo, el cohete número 20 puede ser consumido por ambos.
Por tanto, el beneficio marginal del vigésimo cohete es la suma de lo que cada uno está dispuesto a pagar, que asciende a 200 pesos. Como el coste marginal es solo de 100 pesos, merece la pena adquirir el vigésimo cohete. En general, si la suma de lo que cada persona está dispuesta a pagar por una unidad adicional de bien público es mayor que su coste marginal, resulta eficiente adquirir dicha unidad; y no en el caso contrario. En consecuencia, la eficiencia requiere que la provisión de un bien público se eleve hasta el punto en que la suma de las valoraciones marginales de cada persona respecto a la última unidad sea exactamente igual al coste marginal.
Si se cumple un conjunto de condiciones razonablemente general, un sistema de mercado descentralizado proveerá bienes privados de manera eficiente. ¿Conducirán las fuerzas de mercado al nivel de provisión eficiente de bienes públicos?
La respuesta depende en parte del grado en que Ramón y Lara revelen sus verdaderas preferencias respecto a los fuegos artificiales. Cuando un bien privado se intercambia en un mercado competitivo, las personas no tienen ningún incentivo para mentir sobre su valoración. Si Lara está dispuesta a pagar el precio vigente de algún bien o servicio, no gana nada si deja de hacer la compra. Sin embargo, en el caso de un bien público de imposible exclusión, una persona puede tener incentivos para ocultar sus verdaderas preferencias. Ramón puede decir falsamente que tales espectáculos no significan nada para él y, si consigue que Lara pague toda la factura, disfrutará igualmente del espectáculo y además dispondrá de más dinero para gastar en manzanas y en hojas de parra. Una persona que deja que otras paguen al tiempo que disfruta de los beneficios se conoce como free rider o usuario que no paga.
4.- Provisión pública versus provisión privada
En numerosos países se discute en la actualidad sobre las virtudes de privatizar funciones públicas. La privatización significa el traspaso al sector privado de la provisión y/o la producción de servicios que son suministrados por el Estado. En esta sección discutiremos, primero, algunas cuestiones relacionadas con la provisión.
En algunos casos, los servicios que proporcionan los bienes que provee el sector público pueden conseguirse de forma privada. El servicio de “protección” puede obtenerse de una fuerza policial provista públicamente. Alternativamente, en alguna medida, se puede obtener protección instalando cerraduras de seguridad y alarmas antirrobo o contratando guardaespaldas, todo lo cual se obtiene de forma privada.
Un amplio patio o jardín privado puede ofrecer muchas de las funciones de un parque público. Incluso pueden obtenerse de forma privada servicios sustitutivos de los que proporcionan los tribunales de justicia. Por ejemplo, debido al enorme coste que representa la utilización del sistema judicial, hay ocasiones en que las empresas no acuden a él y resuelven sus controversias ante árbitros neutrales elegidos de mutuo acuerdo.
El peso relativo de la provisión pública frente a la privada ha cambiado sustancialmente a lo largo del tiempo. Durante el siglo XIX existía mayor responsabilidad privada que ahora en relación con la educación, la protección policial, las bibliotecas y otras funciones. Parece, no obstante, que hoy existe una tendencia a volver a la provisión privada de lo que hemos llegado a considerar como bienes y servicios suministrados por el sector público. Por ejemplo, en algunas ciudades, como consecuencia de las restricciones presupuestarias, el servicio de limpieza de las calles se ha deteriorado y los empresarios se han puesto de acuerdo para contratar su propio servicio de recogida de basuras con el fin de mantenerlas limpias. En algunas comunidades, los propietarios de viviendas contratan con empresas privadas los servicios de protección contra incendios.
¿Cuál es la mejor combinación entre provisión pública y provisión privada? Para aproximarnos a esta cuestión, piénsese en los bienes suministrados pública y privadamente como inputs de la producción de algún bien que la gente desea.
Salarios y coste de producción relativos. Si los sectores público y privado pagan precios diferentes por el factor trabajo y los materiales de producción, entonces el sector menos caro es preferible en términos de eficiencia, caeteris paribus. Por ejemplo, los costes de producción de las escuelas públicas pueden superar a los de las escuelas privadas si el profesorado de los centros públicos está sindicado, y el de sus homólogos en el sector privado no lo está.
Costes administrativos. En el caso de la provisión pública, cualquier coste fijo administrativo puede hacerse recaer sobre un número elevado de personas. En lugar de que cada ciudadano invierta tiempo en la negociación de un acuerdo para la recogida de basuras, se encarga de ello una única institución en representación de todos. Cuanto más grande sea la comunidad, mayor será la ventaja de poder distribuir estos costes. De forma similar, un sistema educativo público que ofrece la misma educación en todas las escuelas puede ahorrar a los padres el tiempo y el esfuerzo necesarios para determinar cuáles son los mejores centros.
Diversidad de preferencias. Las familias con hijos y sin hijos tienen opiniones muy diferentes sobre la deseabilidad de una educación de alta calidad. La gente que tiene joyas en su casa es posible que valore la protección de la propiedad más que quienes no las tienen. En la medida en que tal diversidad exista, la provisión privada será más eficiente porque las personas podrán ajustar su consumo según sus propias preferencias. Como señalaba el presidente Ronald Reagan, “ese tipo de estrategia garantiza que se produzcan los servicios que demandan los consumidores, y no los que eligen los funcionarios públicos”.
Conclusiones:
*Los bienes públicos se caracterizan por la ausencia de rivalidad en su consumo, y la imposibilidad de exclusión: cada persona consume la misma cantidad, aunque no necesariamente su cantidad preferida.
*Algunas experiencias observadas y ciertos estudios de laboratorio indican que las personas no explotan totalmente las posibilidades que tienen de aprovecharse de los demás. A pesar de ello, en algunos casos el problema del usuario que no paga puede ser significativo.
*Los bienes públicos pueden proveerse privadamente, y los bienes privados pueden ser provistos públicamente.
*Incluso cuando se decide que la provisión de un bien debe ser pública, ha de optarse entre la producción pública y la privada. La estructura del mercado es un elemento clave para determinar si será más eficiente la producción pública o la privada.
Referencias bibliográficas:
COASE, RONALD H. (1974): “The Lighthouse in Economics”, Journal of Law and Economics, vol. 17.
PALFREY, THOMAS R., Y PRISBREY, JEFFREY E. (1997): “Anomalous Behavior in Public Goods Experiments: How Much and Why?”, American Economic Review, vol. 87.
Rosen, H. (2008). Hacienda Pública (Séptima edición).
Musgrave, R. y Musgrave, P. (1997). Hacienda Pública Teórica y Aplicada (Quinta Edición)
Asael Polo. Economista por la UNAM. Especialista en finanzas bancarias y política económica. Escribe para Asuntos Capitales, DICRE y El Tintero Económico. Twitter: @Asael_Polo10