“Cada niño es único y necesita libertad para crecer y explorar el mundo por si mismo, por que solo de esta forma estaremos educando a futuros hombres libres, autónomos y con criterio propio” – María Montessori

El pensamiento crítico y la función empresarial como base de los procesos educativos

¿Quién debe decidir los planes educativos y la dirección hacia la que serán llevados los individuos en una sociedad? ¿Cuáles son los criterios ideales de formación y cual la forma “correcta” de educar?

A lo largo de la historia, se han desarrollado diversas hipótesis que pretenden resolver estas cuestiones centrales sobre la educación. Sócrates en el Gorgias enseña a dar y pedir razones, a contrastar criterios. Kant en su pedagogía habla de una educación laica y basada en la razón critica. Pierre Bourdieu en las estrategias de la reproducción social ve a la institución educativa como una replicadora cultural en la cual la función principal no es el desarrollo de los individuos, sino la perpetuación de los sistemas socioculturales. En la actualidad, Michel Onfray en su propuesta de una universidad popular, pide regresar a las fuentes directas, leer a los autores en vez de reseñas y resúmenes, mientras que Paulo Freire en la educación como práctica de la libertad y Martha Nussbaum en el cultivo de la humanidad hablan de lo fundamental de una educación que permita que los individuos se desarrollen y se realicen plenamente. Finalmente, Joseph Stiglitz en su sociedad del aprendizaje, nos explica ampliamente cómo es que la función empresarial y la libre acción humana son lo que permite que las sociedades aprendan y progresen.

Tomando como puntos guía, de entre un amplísimo mundo de referencias, a las anteriormente mencionadas, trataremos de esbozar algunas de las complejidades que actualmente nos presenta la educación. Y principalmente exploraremos los conceptos de razón crítica y de función empresarial como criterios fundamentales para el progreso de la educación y para el mejoramiento de la calidad de vida de los individuos.

Abordar a la educación desde la razón critica, es dejar de verla como mera replicación irreflexiva y mecánica de fórmulas, de modelos, de hipótesis, de prejuicios. Implica tomar el dialogo de Sócrates en el Gorgias y enseñarles a los individuos a dar y pedir razones. A no aceptar nada si no tiene fundamentos, si no es coherente. Implica enseñar a cuestionar: cuestionarse a uno mismo, cuestionar al compañero, cuestionar al mismo maestro y a las instituciones. Es reconocer que la educación es un dialogo entre razones, entre seres racionales, entre seres que ejercitan su razón.

La educación desde la razón critica es todo lo contrario a aceptar lo que es dicho porque quien lo dice es “la autoridad”. Es enseñar a aceptar las cosas no por quién lo dice, sino por lo fundamentado y coherente de las razones. La educación fundada en la razón crítica jamás induce a los alumnos a asumir verdades basadas en la tradición, en lo socialmente correcto, ni en ningún dogma religioso o ideología. Al contrario, es una educación siempre crítica, reflexiva, dialogante, discursiva. Es una educación siempre abierta, pluralista, siempre en construcción, que permite la contrastación y la falsación de cualquier idea, de cualquier presupuesto, de cualquier modelo. Promueve en los alumnos el razonamiento lógico, el cuestionamiento, la búsqueda de evidencias y de fundamentos.

La educación fundada en la razón critica no busca crear replicantes de átomos de información, sino desarrollar en cada individuo la capacidad de crear su propio conocimiento, de innovar, de aportarle a la sociedad y a si mismo nuevas perspectivas, nuevas formas de concebir las cosas. En general, la educación fundada en el pensamiento crítico busca forjar mentes individuales en vez de meros replicantes. Así, se evita que una esfera social determine qué es y que no es lo que debe ser pensado; y se evita, además, que los gobernantes usen a la educación como medio de adoctrinamiento y de control de masas. Como tantas veces ha sucedido a lo largo de la historia del mundo, y como en buena medida sucede actualmente en México. Y es que debemos ser muy cautos al respecto de dejar la educación en manos de los gobernantes pues, aunque es fácil dejarse llevar por la idea de que son seres mágicamente carentes de sesgos y de intereses propios, que verán sí o sí y siempre y en todo lugar, por el mejor interés de toda la sociedad, la realidad es que esa sería una visión tremendamente ingenua, pues la historia misma nos muestra que nunca ha sido así. Lo cierto es que las instituciones educativas que engendran los gobiernos buscarán siempre formar a analfabetas funcionales, de tal forma que sean medianamente productivos, carentes de espíritu empresarial, ignorantes de la historia, de antropología social, de economía. Y, sobre todo, absolutamente carentes de pensamiento crítico. Para, así, poder manipular a las masas a su antojo.

Poner a la educación en manos absolutas del gobierno, de una esfera social, de una religión, de una ideología o de la tradición, es, sencillamente, renunciar a una educación fundada en la razón crítica y aceptar ser una sociedad de individuos adoctrinados y al servicio de unos cuantos. Es renunciar a la individualidad. Y es que, para empezar, jamás debe haber un único criterio que dicte la dirección de la educación. Ni del contenido de los planes, ni de las materias que conformen una carrera o un grado, ni de la metodología, ni de las estrategias pedagógicas a utilizar. Pues esto ineludiblemente llevara siempre a que la formación de millones de personas quede en las manos y los intereses de un muy pequeño grupo. Creando el incentivo perverso de manipular y direccionar a los individuos por medio de la educación a conveniencia de los intereses perversos de dicho grupo.

Además, una educación fundada en la razón crítica rechaza, tajantemente, que la educación se convierta en el dique que impida la innovación social, cultural e individual, como en lo general actualmente se usa a la educación. Y es que se cree, erróneamente, que la única forma de mantener un orden social es impidiendo que los individuos innoven y piensen de forma autónoma, para que entonces sean meros replicantes socioculturales. Sin embargo, esto tan solo lleva al estancamiento social, a que los individuos no generen nada nuevo y que además vivan vidas tremendamente frustrantes y carentes de sentido. Y cuando la educación se vuelve una máquina de fotocopiado, un mecanismo de clonación espiritual se torna tremendamente inhumana; se deshumaniza al individuo convirtiéndolo en un mero medio social, en un mero engranaje y se olvida, por completo, que los individuos deben ser siempre fines en sí mismos. No nos debe sorprender que el suicidio sea la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 30 años cuando la educación se empeña en despojar a los muchachos de su individualidad, de su autodeterminación, de herramientas para forjar una vida con autentico sentido y de estrategias socio-afectivas útiles a la persona y no al servicio de la tradición

Por eso la educación fundada en la razón critica es profundamente humanista, por que busca que cada individuo desarrolle su propio criterio, su propio horizonte y, por ende, que los alumnos desarrollen su individualidad abierta y plenamente. Así, se busca formar seres humanos, únicos, autónomos, con un pensamiento propio, con carácter, con valores y principios no basados en la tradición o en la religión o en alguna ideología, sino “dentro de los límites de la mera razón”, como diría Kant. Una educación que les ofrezca a los Individuos las herramientas necesarias para poder vivir una vida llena de sentido, y que, por ende, se puedan convertir en individuos que aporten, que innoven y que colaboren de forma sana y constructiva con sus semejantes. Logrando así, el individualismo colaborativo del que Max Weber nos hablaba.

Y esto nos lleva a la tremendamente importante función que la empresarialidad desempeña en la educación y en el desarrollo de los individuos y de las sociedades.

Una idea muy perjudicial es creer que la educación debe ser igual para todos, que todos y cada uno tienen las mismas necesidades y deben recibir exactamente la misma enseñanza. De entrada, Para ello, debe haber un órgano de planificación centralizada que decida de manera totalitaria en qué consistirá esa educación universal. El problema de esto es que se le niega a cada cual encontrar la educación que satisfaga sus necesidades, a la vez que se impide la creación de nuevas ofertas capaces de cubrir tales necesidades. Además, cuando no hay ni empresarialidad ni competencia, como nos dice Joseph Stiglitz, no hay ninguna posibilidad de crear nuevas alternativas ni incentivos de mejorar la oferta educativa. Y, por ende, no hay progreso.

Cuando solo hay una educación, cuando un organismo central decide qué educación es válida y cuál no, qué materias son aceptables y cuáles no, qué criterios de evaluación son correctos y cuáles no y qué métodos pedagógicos son permitidos y cuáles no, se destruye la libertad de los individuos de educarse como mejor les parezca, pues estarán todos obligados a someterse a una única opción, a un único criterio. Y cuando hay un criterio totalitario, toda la posibilidad de innovación, de mejora, de nuevas alternativas, de mejores criterios, desaparece totalmente. Cuando la educación está centralizada, no existe la libertad de ser educado de la forma que yo elija y en las áreas que yo desee, y tampoco existe la libertad de crear nuevas formas y estrategias de educación. Además, cuando la educación está centralizada, no existe competencia. El órgano de planificación central no tiene que competir contra nadie, no necesita innovar ni mejorar. Por lo cual, no existe ni siquiera el más mínimo parámetro de contrastación para que sea posible observar que tanto es o no eficiente el criterio aplicado y que tan buena o no es la educación recibida.

Los mercados solo se ven obligados a innovar y a mejorar, cuando existe competencia. Cuando no hay con quién competir, no se tiene necesidad ni de dar mejores bienes y servicios, ni de dar mejores condiciones laborales, ni de ofrecer mejores salarios. Es en los entornos en donde hay mayor libertad económica, en donde las empresas se ven obligadas a constantemente eficientizar sus procesos, mejorar sus productos, dar mejores salarios y condiciones laborales y, en general, competir tanto por sus clientes como por sus empleados.

En la educación sucede exactamente lo mismo que en cualquier otro mercado: Una sociedad como la nuestra en la que no existe un libre mercado de la educación, acaba siendo una sociedad de analfabetas funcionales al servicio de los intereses perversos de los grupos en el poder, tal como pasa cuando los mercados están centralizados y acaban siendo manipulados por unos cuantos. Por ello, un mercado educativo libre y abierto, obliga a todos los participantes a mejorar constantemente su oferta, a innovar, a ofrecer constantemente nuevas alternativas, nuevos planes, nuevas materias, nuevas estrategias. Y se dirá: si el gobierno no controla y determina todo lo que se deba enseñar, si el gobierno no determina centralizadamente que conocimientos y que habilidades son correctas, ¿Quién lo hará entonces? ¿Acaso no se caería en la incertidumbre absoluta y en la anarquía del conocimiento? Este miedo a la incertidumbre es siempre irracional pues todo tiende de manera natural a un equilibrio dinámico cuando hay libre acción. La respuesta a estas preguntas es sencilla: quien decidirá que conocimientos y que habilidades son las correctas serán los individuos (el mercado) que, al poner en práctica esos conocimientos y esas habilidades, por medio de la prueba y el error, irán descubriendo qué conocimientos y qué habilidades son más eficientes, más productivas y útiles.

Este proceso de descubrimiento y de innovación, llevará, como en cualquier otro mercado, a una constante mejora y eficientización. Generando constantemente mejores conocimientos, mejores habilidades y muchísimas más posibilidades de encontrar y desarrollar nuevos nichos de mercado en donde poder aplicar otros tipos de conocimientos y de habilidades que antes no hubieran sido consideradas como útiles o productivas. Es decir: esto crearía un ciclo constante de mejora en la educación. Y al mejorar constantemente la educación, al mejorar constantemente la producción de conocimientos y de habilidades, mejoraran constantemente todas las demás áreas. Llevando a un crecimiento exponencial de la tecnología, la cultura, la ciencia, el arte, y, por supuesto, la productividad en todas las áreas de la economía. Viéndose reflejado todo esto, por supuesto, en una exponencial mejora de la vida de los individuos y en una constante ampliación de los nichos en los que los individuos podrán desarrollarse, no solo laboralmente, sino también personalmente. Logrando sociedades prosperas e individuos realizados; y con el sentimiento de tener una vida con sentido.

México, para ser auténticamente libre, para tener individuos que puedan realizarse plenamente, y que puedan desarrollarse profesionalmente de manera prospera y satisfactoria, requiere, ineludiblemente, de un mercado educativo libre, abierto y altamente competitivo. Abierto y competitivo no solo al interior, sino totalmente abierto y competitivo hacia el exterior. El flujo de información, de referencias y de estudiantes, docentes e instituciones debe ser completamente libre y abierto para que exista la suficiente competencia y las suficientes referencias para que haya un constante crecimiento en los conocimientos y habilidades.

México requiere, para salir del Tercer Mundo, de un entorno educativo en el que ya no sea el órgano de planificación central el que lo determine todo, sino que sean los individuos -los mercados- quienes, por medio de la innovación, del descubrimiento y de la prueba y el error, determinen, construyan y mejoren los conocimientos y las habilidades. Esto no es lo más mínimo utópico, es, simplemente, el conocimiento de la función empresarial aplicada a la educación. La incertidumbre siempre da miedo, pero debe darnos más miedo la seguridad de vivir al servicio de los intereses perversos de un reducido grupo de personas en el poder.

“El niño que nuca ha aprendido a actuar por si solo, a dirigir sus actos o a gobernar su voluntad, se transforma en un adulto fácil de gobernar; y que siempre necesitara el apoyo de otros” – María Montessori

Tonathiu Viniegra: Autor y analista. 

Twitter: @Ronin_Tonathiu 

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

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