El fracaso de los demócratas en las elecciones en EEUU se veía venir ya desde hace tiempo. Tengo que reconocer que no ejercí mi derecho al voto, porque ambas opciones eran terribles, pero la victoria aplastante de Trump ha supuesto un despertar brutal de la vigilia woke a la que estábamos sometidos —woke significa de hecho despierto, alerta, vigilante. 

Aparte de sus múltiples flaquezas, hay que reconocerle a Trump una notable intuición política: su plan de construir el muro con México y su denuncia constante de los medios de difusión establecidos han quedado justificadas a la vista de los números que se barajan sobre inmigración ilegal y de la caída en desgracia de los medios de difusión tradicionales. Mientras escribo esto acaban de cesar al editor de política del WSJ y al editor nacional del WP, tras el reemplazo del director de la oficina de Washington del NYT. MSNBC se ha puesto a la venta y los rumores sobre la venta de CNN abundan. El New York Times, LATimes, CNN, MSNBC, NPR y hasta Scientific American y Nature se han revelado como la máquina de propaganda de lo que el historiador Niall Ferguson describe como un régimen americano tardo-soviético. (estéticamente incluso, véase la predilección por las ruedas de prensa con gafas de sol de ambos Brezhnev y Biden)

Si McLuhan nos dijo que “el medio es el mensaje,” Elon Musk, el nuevo propietario de X, nos dice que “ahora los medios sois vosotros.” X ha suspendido las normas de la “corrección política” que reinaban en los medios tradicionales y se ha convertido en un vehículo donde los usuarios están expuestos a información que antes era sistemáticamente cancelada por promover “los discursos de odio”: estadísticas “racistas” de coeficiente intelectual o criminalidad, desagregadas por raza o sexo, a la contribución neta de grupos de inmigrantes a las economías nacionales… O videos “islamófobos” que capturan los verdaderos discursos de odio de los predicadores islámicos o las vejaciones a las que son sometidas las mujeres en los regímenes islámicos… Musk es el verdadero héroe de la caída dela máquina de propaganda del régimen tardo-soviético: compró Twitter para convertirlo en X, la nueva “asamblea global” donde reinaría al finla libertad de expresión. 

X se ha convertido en el coagulante de esa “alianza heterogénea de rebeldes frente a las tropas de Imperio” que reclama Peter Thiel, un legendario inversor de Silicon Valley con veleidades filosóficas y antiguo socio de Musk, quien ya apoyó a Trump en 2016 y financió la candidatura de JD Vance al Senado. Lo interesante ahora es que, a diferencia de 2016, la armada de “deplorables” incluye al propio Thiel, a Musk, y a muchos empresarios inteligentes como Bill Ackman, Mark Andreessen, Vivek Ramaswamy, Alex Karpf, e incluso dicen que Jeff Bezos. Y a muchos otros intelectuales exdemócratas que están construyendo una verdadera alternativa a la intelligentsia de la élite demócrata que ha copado los medios y las universidades desde hace décadas.

Lo interesante de esta nueva élite intelectual es que no proviene de las universidades, que también han sido víctimas recientes de la ira popular, sino de las empresas más exitosas del país, que se declaran como un proyecto cultural e ideológico. Musk dice que lo que le mueve a ir a Marte con su empresa SpaceXes “perpetuar la consciencia humana.” Pero ha sido X donde se ha concretado esta toma de consciencia colectiva. 

Los analistas apuntan al hartazgo de la cultura wokey sus consecuencias económicas y sociales, como la razón fundamental de la estrepitosa derrota de Harris, una mujer negra sin carisma ni programa, que representaba perfectamente las políticas identitarias que han reinado en el gobierno, los medios y las universidades: de hecho fue elegida candidata sin primarias, simplemente por ser mujer y negra. Los conspiranoicos de la derecha dicen que era simplemente una marioneta del “estado profundo” que lleva gobernando el país durante décadas, sin darse cuenta de quelo que Harris representaba no era una seria de agentes en la sombra, sino toda una culturaque lleva gestándose varias décadasen Norteamérica.El wokismonace delencuentro fortuito entre la “cultura de la culpa” protestantede los colonos americanos y la teoría critica importada de Europa en los años 60,en el medio acomodado de las universidades de élite norteamericanas—noen Paris o en Frankfurt, donde están los orígenes dela teoría crítica y el posestructuralismo. 

Las variantes norteamericanas del posestructuralismo se estructuraron fundamentalmente en torno a las identidades de género, étnicas y geográficas. Empezaroncon la corrección política, la críticafeminista, la teoría critica de la raza y la críticaposcolonial. Los académicos más representativos del posestructuralismo identitario se producen en las universidades norteamericanas: Judith Butler, Angela Davis, Edward Said… Allí se han estado formando las elites y los cuadros directivos de las instituciones y las empresas durante décadas, —entre ellas las empresas de medios—abrumados por la culpa inherente a la cultura colonial anglosajona en la que han crecido. La cultura woke es la verdadera mano negra.

El wokismo propiamente dicho arranca tras la crisis financiera del 2007 y el colapso del modelo neoliberal, como una especie de “teoría critica unificada”: el “interseccionalismo”conecta los identitarismos entre sí mediante la oposición maniquea entre opresores y oprimidos. Y han sido precisamente lasaberraciones políticas del interseccionalismo las que han terminado de despertar al electorado norteamericano de la vigilia woke: los hombres biológicos compitiendo en los deportes femeninos y accediendo a los aseos y las cárceles para mujeres; los negros y los gays aclamando las masacres de Hamas en Israel y profiriendo máximas neonazis y antisemitas; las feministas criticando los discursos de odio y las microagresiones pero calladas ante los asesinatos de las activistas iraníes contra el velo islámico, la prohibición de educar a las mujeres afganas y la violación sistemática de las mujeres yazidis por parte de los islamistas.

Pero mucho me temo que para que este despertar de la vigilia woke tenga éxito, hará falta el desarrollo de una nueva cultura. El amanecer no ocurrirá hasta que las universidades no se liberen de la teoría critica y la reemplacen por teorías afirmativas y constructivas capaces de sostener otros modelos sociales basados en las verdades incómodas de las determinaciones genéticas, las leyes de la economía de mercado, e incluso diría de las leyes de la física: un nuevo realismo materialista donde la evidencia empírica vuelva a prevalecer sobre los imperativos morales de la justicia social. Me remito a la arriesgadísima intervención de Peter Thiel en la Convención Republicana de 2016, que le mantuvo canceladodurante casi una década: “Estoy aquí para apoyar a quienes construyen cosas nuevas.”

Es muy importante que esta generación de capitanes de la industria —los llamados tech bros—que forma ahora la armada pirata intelectual en el entorno de Trump, sepan cómo construir cosas y hablen en lenguaje llano y directo en lugar de usar la neolengua posmoderna. Pero no está claro, a la vista del nuevo gobierno en ciernes, que el partido republicano de Trump vaya a ser capaz de producir una cultura sólida que reemplace la cultura de la interseccionalidad. La derecha siempre ha sido incapaz de construir culturas, porque su ideología se basa en la conservación de las existentes. 

La aurora no se puede producir solo desde el gobierno: tiene que construirse desde la cultura y la educación. Como escribe el cineasta Michael Nayna, “vivimos aguas abajo de la universidad.” De cuanto sea capaz la intelligentsia rebelde de generar el conocimiento afirmativo para“construir cosas nuevas”, en lugar de dedicarse a la negación implícita que constituye el núcleo de la teoría crítica, dependerá si realmente vamos a poder despertar de la estúpida vigilia woke en la que hemos vivido durante dos décadas, o si vamos a seguir buscando a los conspiradores.


Publicado originalmente por el diario ABC: https://www.abc.es/opinion/alejandro-zaerapolo-despertar-vigilia-woke-20241201165946-nt.html

Alejandro Zaera-Polo es arquitecto y fue decano de la Universidad de Princeton.

Twitter: @azaerapolo

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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