Este artículo versa sobre temas especulativos y forma parte de una serie de elucubraciones que parten de la tesis observacional que propone que el wokismo ha muerto.

Las luchas culturales han evolucionado en ciclos, desde la lucha de clases marxista hasta la interseccionalidad y el wokismo. Ahora, con el auge de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial general, la ingeniería genética, el transhumanismo y las energías alternativas, emerge un nuevo frente: el neo-ludismo. Este movimiento no solo rechaza la tecnología, sino que también se presenta como una resistencia contra las élites tecnocráticas que buscan monopolizar el futuro. Los desprogramados, una nueva clase de “oprimidos”, ven en la automatización y la centralización digital una amenaza existencial. ¿Podría esta corriente ser la próxima gran bandera gramsciana de la izquierda? ¿O acaso la derecha, si se despoja de su apego al status quo, podría capitalizar esta resistencia?

El eco de Gramsci en la tecnofobia contemporánea

Antonio Gramsci comprendió que el control cultural es más poderoso que el control económico directo. Su estrategia no se basaba en una revolución inmediata, sino en infiltrar instituciones para moldear el pensamiento de las futuras generaciones. Desde entonces, la izquierda ha usado esta táctica en distintos frentes: primero, la lucha de clases; luego, el feminismo radical, la lucha racial y la ecología profunda. Ahora, la tecnofobia ofrece un nuevo campo de batalla. Bajo el disfraz del “anticapitalismo tecnológico”, el neo-ludismo acusa a las élites de acelerar una distopía donde solo los más privilegiados podrán beneficiarse de los avances científicos.

¿Quiénes son los desprogramados*?

Así como el proletariado fue la clase revolucionaria del marxismo clásico, y las minorías interseccionales fueron el eje del wokismo, el neo-ludismo tiene a sus propios oprimidos: los desprogramados. Son aquellos que ven en la digitalización forzada, el control de datos y la automatización una amenaza directa a su autonomía. Para ellos, la resistencia no es solo una cuestión económica, sino una lucha por preservar la humanidad en un mundo donde los algoritmos y la biotecnología parecen diseñados para reemplazar al individuo.

Las contradicciones del neo-ludismo

El problema central del neo-ludismo es que depende de la tecnología que rechaza. Sus defensores utilizan redes sociales, inteligencia artificial y herramientas de comunicación digital para propagar su mensaje. Atacan a las corporaciones tecnológicas pero, paradójicamente, dependen de ellas para organizarse y difundir sus ideas. También enfrentan una contradicción filosófica: si el problema es el control de la tecnología por parte de las élites, la solución no es la abolición de la tecnología, sino su descentralización. Sin embargo, la izquierda neo-ludita se inclina más por la regulación estatal y el control burocrático, lo que terminaría fortaleciendo el mismo poder centralizado que dicen combatir.

¿Puede el libertarismo apropiarse del discurso anti-tecnocrático?

Para que el conjunto de posturas contrapuestas a la izquierda (marxista o gramsciana) se apropien de la lucha contra el totalitarismo tecnológico y el neo-ludismo de los desprogramados, tiene que romper con su apego al status quo sin perder sus principios fundamentales. No se trata de preservar la sociedad como es, sino de liberar a las personas del control tecnocrático. La derecha debe posicionarse como el verdadero movimiento revolucionario en la era del control digital.

La clave está en construir un relato de resistencia, no de nostalgia. En lugar de hablar de una vuelta al pasado, la derecha debe presentar un futuro descentralizado donde la tecnología sirva a la libertad y no al poder. Esto implica reemplazar la defensa de la tradición por una defensa de la autonomía individual, rompiendo con la dictadura digital de las élites. Si la derecha no se mueve rápido, la izquierda se apropiará del discurso anti-tecnológico para empujar más regulación, más vigilancia y más control. La pregunta es: ¿quién logrará capitalizar primero esta batalla?

Como en todas las batallas culturales anteriores, el problema no es la tecnología en sí misma, sino quién la controla. El neo-ludismo plantea preguntas legítimas sobre el futuro de la humanidad, pero su respuesta –rechazo total o regulación extrema– solo fortalece la centralización del poder. La verdadera alternativa es una lucha por la descentralización, donde la innovación sirva a los individuos y no a las élites estatales o corporativas. Si la derecha libertaria entiende esto, puede presentarse como la verdadera fuerza revolucionaria del siglo XXI. 

La elección es clara: libertad o servidumbre digital.

* Los “desprogramados” es un término propuesto y, reitero, especulativo para capturar la posible nueva mutación de la izquierda gramsciana. 

Publicado originalmente por el Partido Libertario Mx: https://partidolibertario.mx/el-neo-ludismo-como-siguiente-frontera-de-la-batalla-cultural/

Rubén A Flores: Activista libertario del norte de México. Es coordinador de organización del Partido Libertario Mx

Twitter: @rodionromanov



Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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