Como sucede con millones de mexicanos, me aterran los niveles de violencia y de impunidad que existen en el país. El narcotráfico es una industria poderosa en México, que penetra y carcome diversas esferas de la vida pública. El pequeño empresario mexicano promedio teme tanto al cobrador de impuestos como al cobrador de piso, vinculado a narcotraficantes. Los narcotraficantes inciden con tanta fuerza en la vida económica de México, que Reuters publicó recientemente cómo los narcotraficantes lavan dinero a través de las remesas[1] que recibe el país.

La drogadicción, por otro lado, representa un problema grave de salud pública. El consumo de fentanilo –un opioide con mayor potencia que la morfina, empleado originalmente como analgésico– ha encendido las últimas voces de alerta en países como Estados Unidos, en donde su consumo ha sido el causante principal de muertes por sobredosis en los últimos años. Ciertamente, el consumo de drogas no es un tema a tratar a la ligera.

Muertes por sobredosis en Estados Unidos

Fuente: https://www.sfchronicle.com/projects/us-drug-overdose-deaths/

Por esa razón, resulta contra intuitivo entretener siquiera la idea de la legalización de las drogas; peor aún resulta entretener la tesis de que la legalización es capaz de incidir negativamente en la criminalidad. Que la criminalidad pueda reducirse con un programa de legalización es una cuestión empírica; pero la teoría económica puede ofrecer algunas razones interesantes de por qué valdría la pena evitar desechar la idea.

La legalización de las drogas puede contribuir a reducir los problemas asociados con su consumo por tres caminos:

  1. Puede incrementar los niveles de competencia y reducir los márgenes de ganancia de los productores de drogas
  2. Puede canalizar más recursos de las fuerzas de seguridad hacia crímenes violentos
  3. Puede reducir el atractivo de drogas potentes y peligrosas

La legalización y las ganancias

Los productores en una industria competitiva que desean aliarse (cartelizarse) para obtener ganancias más altas enfrentan un problema de acción colectiva. Hay un problema de acción colectiva cuando uno de los miembros de un grupo (colectivo) tiene incentivos a comportarse de un modo que lo beneficia individualmente a expensas del bienestar del conjunto.

Pensemos en dos productores: A y B. Los productores A y B se reúnen para formar un cartel económico. A le propone a B que ambos restrinjan su producción en el mercado. «De ese modo», continúa A, «ambos podremos cobrar precios más elevados». Al principio, B acepta; pero pronto se da cuenta de que puede obtener ganancias más elevadas si incumple el acuerdo, incrementa su nivel de producción y vende a precios más bajos. Si lo hace, captará a los consumidores que A solía tener. Pero A no permanecerá quieto mientras observa cómo B incumple el acuerdo; si desea mayores ganancias, incrementará de igual manera su nivel de producción.

Los carteles no suelen prosperar. La rivalidad es mejor estrategia que la cooperación en ausencia de mecanismos que dificulten salirse del cartel. La rivalidad beneficia a los consumidores, que pueden adquirir un mayor volumen de los bienes que desean a precios más bajos.

¿Cuál es la relación de esta discusión con el problema del narcotráfico?

La ilegalidad de las drogas facilita la formación de carteles. Por un lado, incrementa las barreras de entrada para nuevos competidores y con ello facilita que los productores de drogas cobren precios más elevados por un menor nivel de producción. Por otro lado, como los criminales suelen tener una ventaja comparativa en eludir la ley, utilizan métodos extralegales como el homicidio, la extorsión, el secuestro y la tortura para castigar a los productores que incumplan acuerdos y alianzas. El costo de incumplir lo acordado es más elevado. La ilegalidad resuelve (o disminuye) el problema de acción colectiva que enfrentan los narcotraficantes.

La menor producción de drogas, en comparación a la que habría en un mercado competitivo, es ideal para el enriquecimiento de grupos criminales. Dada la poca sensibilidad de los drogadictos a los precios más elevados, el mayor precio de las drogas ilegales genera un aluvión de ingresos para los productores de drogas. Aun si no incrementa la demanda de drogas, su consumo tampoco se reduce en una proporción tal que afecte los ingresos totales generados por su venta.

La ilegalidad favorece la consolidación de grupos criminales con un poder de monopolio que envidiarían los productores de bienes y servicios cuyo consumo es legal.

Más dinero a la guerra contra las drogas = Menos dinero contra otros crímenes

La primera lección de la economía tiene que ver con la realidad de la escasez. Los recursos a nuestra disposición son insuficientes para cubrir todos nuestros fines; es decir, son escasos. La realidad de la escasez impone duras decisiones: si queremos más de equis, y suponiendo que estamos usando a plenitud todos los recursos disponibles, no habrá otra opción más que renunciar a cierta cantidad de ye, doble u, zeta…

El dinero destinado a la guerra contra el consumo de drogas es dinero que las fuerzas de seguridad dejan de gastar contra la persecución de asaltos, secuestros, homicidios y otras manifestaciones de violencia.

Uno de los argumentos contra la legalización de las drogas va más o menos así: «Si legalizamos las drogas y eso reduce las ganancias que obtienen los narcotraficantes por su producción, entonces tratarán de obtener más ingresos a través de vías más violentas y agresivas; por lo tanto, aumentará la criminalidad». Tal argumento comete el pecado contrario al optimismo desaforado de quienes piensan que la legalización resolverá todos los problemas de violencia en México: es excesivamente pesimista.

Si la legalización reduce el atractivo de producir drogas de manera ilegal para los grupos criminales, también reducirá los incentivos para reclutar «soldados para la causa»; es decir, reducirá la tasa de entrada de civiles a una actividad en la cual dominan grupos criminales. A largo plazo, eso puede significar una menor proporción de la población involucrada en actividades ilegales y una consecuente reducción en la cantidad total de crímenes.

Más aún, incluso si la legalización incentiva a algunos grupos criminales a buscar otras formas de obtener dinero, no necesariamente significará elegir actividades ilegales. Supongamos, sin embargo, que los narcotraficantes existentes eligen otras formas ilegales de hacer dinero. La pregunta adecuada es si eso elevará el nivel de violencia por encima del observado con la ilegalización. Esto puede no ocurrir si los recursos liberados por la guerra contra las drogas resultan en un mayor esfuerzo de persecución y castigo contra los otros crímenes. No obstante, es cierto que se trata de una cuestión empírica.

¿Pero qué pasaría con los drogadictos?

La potencia de las drogas

La potencia de las drogas tiende a ser más elevada cuando la ilegalidad lo incentiva. La ilegalidad incrementa el costo para el drogadicto de obtener sus opioides; en consecuencia, tiene un incentivo para elegir aquellos que tengan un efecto más intenso y más rápido. El crack es una droga que nació de la mano de la ilegalidad. Los narcotraficantes también tienen un incentivo a elegir drogas más potentes para la venta, pues presentan ventajas logísticas (la posibilidad de transportar drogas en un menor volumen y evadir inspecciones). La alta potencia de las drogas ilegales está vinculada a los casos de sobredosis.

La legalización de las drogas puede incrementar el consumo de drogas vía el precio más bajo y vía la mayor aceptación social que tengan; pero los precios más bajos mitigarían los incentivos a producir drogas peligrosas y potentes. Por otro lado, la legalidad también favorecería el surgimiento de fuentes de información más claras sobre las dosis, los efectos y las consecuencias de consumir distintos tipos de drogas. Gran parte de esta información sigue siendo tabú entre el público consumidor, lo que empeora aún más la posibilidad de prevenir los problemas asociados con la adicción. Con el tiempo, incluso, puede existir la posibilidad de que disminuya la demanda de drogas, como ha ocurrido con el consumo de tabaco entre la población adulta.

En resumen, la legalización de las drogas, si bien preocuparía a miles de mexicanos, no debería dejarse en el olvido de propuestas prudentes. En un país como México, que tanto necesita justicia y castigo para crímenes reales, ciertamente la discusión de este tema por sus consecuencias sobre la criminalidad merece seguir sobre la mesa.


[1] Véase https://www.eleconomista.com.mx/sectorfinanciero/Reuters-muestra-como-carteles-del-narco-lavan-dinero-via-remesas-20230821-0004.html

Por Sergio Adrián Martínez

Economista por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Administrador de Tu Economista Personal, sitio de reflexiones de economía y mercados libres.

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