DESPUÉS DE MADURO, EL PODER NO SE EVAPORA; SE TOMA O SE PIERDE
La caída de Nicolás Maduro, ya sea producto de una fractura interna, una operación armada limitada o una eliminación directa en el contexto de un conflicto, no conduce automáticamente a una transición ni abre un camino despejado hacia la democracia. Lo que realmente abre es un espacio de disputa por el control del Estado, un territorio abrupto donde solo quien llegue organizado, con mando claro y con capacidad de reemplazo inmediato, podrá hacerse con el poder real. El chavismo ha entendido esta lógica desde sus inicios y por eso ha estructurado un buró político encabezado por Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez, Delcy Rodríguez, Cilia Flores y otros operadores criminales capaces de sostener el sistema incluso sin su figura de fachada. El régimen funciona como una mafia articulada: la presidencia es prescindible, la estructura no. Por eso, la desaparición de Maduro no desmantela la operación criminal que controla al Estado; simplemente marca el inicio de la pugna por quién ocupará los espacios que su caída deja abiertos.
El día después de Maduro no será una mesa puesta para la transición, sino un campo de fuerzas donde la capacidad de ocupar el Estado con velocidad determinará si Venezuela avanza hacia un nuevo orden o si el chavismo logra reconfigurarse con otro rostro.
Si la oposición no llega preparada, será arrasada por la inercia violenta de quienes conservarán armas, dinero, lealtades y redes territoriales. Sin embargo, esta realidad no implica derrota, sino una claridad estratégica que el país no puede seguir evadiendo. La transición no es imposible, ni lejana, ni mística: simplemente no es automática. No surge de la indignación ni de la crisis; surge de la capacidad de reemplazo. El poder no queda vacío: lo toma quien está listo para tomarlo.
Por eso, la tesis de este artículo no es negativa, sino operativa. Sin un buró político alternativo preparado para reemplazar al buró mafioso del chavismo desde el primer minuto del día D, la transición no será más que una aspiración. Pero si ese buró se construye —si existe una estructura capaz de asumir el Estado mientras la mafia cae—, entonces la transición no solo es posible: es inevitable. La salida existe. Lo que falta es organizar el poder que la hará real.
EL BURÓ CHAVISTA: LA JUNTA DIRECTIVA DE UNA MAFIA QUE SECUESTRÓ AL ESTADO
Cuando Maduro anunció su nuevo buró político el 1 de diciembre de 2025, la propaganda oficial habló de reorganización, dirección revolucionaria y fortalecimiento ideológico. Pero esa retórica es irrelevante frente a la estructura real: el buró actúa como la junta directiva de la mafia que controla el Estado venezolano. No es un órgano político, sino un dispositivo criminal que coordina violencia, finanzas, propaganda, mandos armados, operaciones ilícitas y control territorial. Las figuras que lo integran no se reparten ministerios: se reparten cuotas de poder dentro de un sistema que opera como una organización criminal con fachada estatal.
Diosdado Cabello sostiene el mando interno, maneja la disciplina de los grupos armados y garantiza la cohesión violenta de la estructura. Jorge Rodríguez controla la maquinaria narrativa que blanquea delitos con apariencia institucional. Delcy Rodríguez mueve los flujos financieros que alimentan el negocio criminal en sus múltiples capas: oro, contrabando, importaciones dirigidas, acuerdos opacos con actores internacionales. Cilia Flores articula lealtades personales y protección jurídica, mientras Francisco Ameliach enlaza a la mafia civil con segmentos militares que respaldan el poder real del régimen. El resto cumple funciones específicas de control territorial, coerción social, adoctrinamiento, propaganda y vigilancia política.
Nada de esto depende de la figura de Maduro. Depende de la coherencia criminal de un sistema que opera desde el Estado como si fuera su sede corporativa.
MADURO PUEDE CAER; LA MAFIA NO CAE SOLA
El error fundamental de la oposición ha sido pensar que Maduro es el régimen. Maduro es el síntoma, no la enfermedad. El chavismo como estructura criminal no desaparece cuando se elimina al operador de turno. Se adapta, se reorganiza y se reconfigura para mantener sus rutas, sus rentas y su control armado. La lógica del poder mafioso no gira alrededor de una persona, sino de la continuidad del negocio. La caída de Maduro, en un contexto bélico, no destruye la estructura: crea un momento de tensión que la mafia irá a ocupar de inmediato si nadie se adelanta.
El día después de Maduro es el instante más frágil y decisivo de toda la ecuación. Los actores criminales que queden en pie seguirán teniendo armas, dinero, contactos, alianzas y redes territoriales. Tendrán incentivos para recomponerse y evitar ser desplazados. Tendrán el hábito de la violencia. Y tendrán la capacidad de actuar sin frenos porque la figura presidencial ya no estará allí para sostener la fachada. Creer que la caída de Maduro produce orden es una fantasía; lo que produce es un territorio que necesita ser ocupado por fuerza organizada. Si no lo ocupa una alternativa democrática con arquitectura de poder, lo ocupará el chavismo remanente o cualquier otro actor violento en la escena.
EL DÍA D: EL PODER QUE NO SE OCUPA SE PIERDE
El día D es el momento exacto en el que la mafia pierde su mando operativo por fractura interna, ruptura militar o acción armada limitada. Ese momento crea un vacío que dura horas, quizás días, pero que define el rumbo del país durante décadas. No es un proceso electoral, no es una firma, no es una transferencia ordenada. Es un colapso del mando criminal que abre una oportunidad y un peligro.
En ese día, la pregunta no es quién tiene razón, quién tiene legitimidad o quién tiene propuestas. La pregunta es quién tiene capacidad. Si el chavismo pierde cohesión pero la oposición no tiene operadores asignados para asumir seguridad, comunicaciones, finanzas, control territorial y enlace militar, entonces la estructura criminal se reorganizará sin dificultad. En cambio, si existe un buró político alternativo capaz de asumir esos espacios con autoridad, entonces la transición comienza de verdad.
El poder no se administra; se toma. Y en un escenario de colapso mafioso, se toma rápido o se pierde.
LA OPOSICIÓN: LEGITIMIDAD SIN ARQUITECTURA DE PODER
La oposición venezolana ha ganado prestigio, legitimidad y apoyo internacional. Pero no ha construido la arquitectura que define el poder real. Ha operado como un bloque electoral y moral, no como una estructura preparada para reemplazar a una organización criminal que controla al Estado. Ese es el vacío central que ha impedido que la transición avance más allá del discurso.
No existe una estructura opositora con operadores asignados para asumir la seguridad interna en el momento de ruptura. No existe una instancia capaz de controlar las finanzas públicas y evitar que las redes criminales capturen los recursos liberados. No existe una estrategia para ocupar la comunicación estatal y evitar el caos informativo que el chavismo promoverá para recuperar terreno. No existe una preparación para asumir el control territorial donde los colectivos, los pranes y las facciones militares intentarán avanzar. Y tampoco existe un enlace civil-militar capaz de estabilizar a la Fuerza Armada en un contexto de fractura.
Nada de esto significa que la oposición esté condenada. Significa que aún no ha construido lo que necesita para convertir una aspiración en una transición real. Y construirlo es posible, urgente y factible.
SIN CONTRAFIGURAS NO EXISTE REEMPLAZO
El buró mafioso del chavismo funciona porque cada operador cumple un rol esencial dentro de la maquinaria criminal. Para reemplazarlo, debe existir un buró alternativo con contrafirmas claras y capacidad de mando. Esa estructura no surge por accidente ni por deseo; se diseña. Y mientras no exista un equipo capaz de asumir el control narrativo, el control financiero, el control territorial y la relación con mandos armados, el chavismo siempre tendrá una vía para reconstituirse.
La transición no depende de sacar a nadie del poder. Depende de tener quién ocupe ese poder el minuto en que el régimen colapse.
LOS PROGRAMAS NO SON PODER
La oposición ha elaborado programas de gobierno técnicamente sólidos, propuestas económicas detalladas, estrategias institucionales y visiones de país. Pero esos documentos describen un país normal, no el país que existe después de la caída de una mafia. La transición no pregunta qué se quiere hacer; pregunta quién puede hacerlo. Y esa diferencia es lo que separa el discurso de la capacidad real.
En un escenario de guerra o ruptura, las reformas no comienzan desde un escritorio. Comienzan desde la capacidad de ocupar el Estado y de impedir que actores violentos llenen el vacío. Las mafias no caen por proyectos; caen por sustitución.
UN BURÓ POLÍTICO ALTERNATIVO: LA ÚNICA ESTRUCTURA QUE HACE POSIBLE LA TRANSICIÓN
Si Venezuela quiere una transición real, necesita asumir que solo un buró político alternativo —capaz de reemplazar al buró mafioso del chavismo desde el primer minuto del día D— puede abrir el camino hacia un nuevo orden. Esa estructura no replica la lógica del régimen; la desplaza. Es el dispositivo que permite evitar el caos, contener la violencia, impedir reacomodos criminales y ejercer autoridad legítima y efectiva mientras el país recupera su institucionalidad.
La ausencia de ese buró alternativo no significa imposibilidad. Significa que la tarea sigue pendiente. Y es una tarea que puede ejecutarse: requiere claridad, organización, responsabilidad política y ruptura definitiva con la ilusión de que la transición llegará por desgaste o presión moral. La transición llegará cuando exista un poder capaz de reemplazar al que cae.
EN CONCLUSIÓN: LA TRANSICIÓN NO ES UN ACTO DE FE, ES UNA OPERACIÓN DE PODER
El chavismo no es un adversario político; es una mafia que controla el Estado. Su caída puede ocurrir antes de lo imaginado, pero su desaparición no garantiza la transición. Lo que garantiza la transición es la existencia de una estructura alternativa capaz de ocupar el Estado con decisión, autoridad y coordinación. Esa estructura no se improvisa el día después; se construye antes. La transición es tan viable como la arquitectura del poder que la sostenga. Y el día que esa arquitectura exista, el colapso del chavismo dejará de ser una esperanza y pasará a ser un hecho inevitable.
El día que exista un buró político alternativo capaz de reemplazar al chavismo, la transición comenzará. La pregunta no es si es posible. La pregunta es cuándo se decide construirlo.
Publicado originalmente en Carlos’s Substack: https://caloespinoza.substack.com/p/venezuela-y-el-dilema-del-dia-d-quien?r=im3nm&utm_medium=ios&triedRedirect=true
Carlos Alberto Espinoza.- médico venezolano, radicado en el exilio. Director de contenido de Libertarian Forum. Más contenido en su Substack: https://caloespinoza.substack.com/
