El premio Nobel de Economía de 1986 y padre de la elección pública, James M. Buchanan, ofrece una reflexión profunda y de gran actualidad sobre el valor económico de la ética del trabajo en “Por qué deberíamos trabajar más y ahorrar más”, recientemente traducido y publicado por Liberilibri de Macerata. El texto, que en la versión inglesa “Ética y progreso económico” recoge intervenciones extraídas de las lecciones impartidas en la Universidad de Oklahoma en 1991, se inscribe perfectamente en la teoría liberal, analizando el papel de las normas éticas en la prosperidad de las sociedades de mercado.
La ética del trabajo, según el investigador estadounidense, no es un mero legado cultural, sino un auténtico motor para la mejora de la situación económica. En este sentido, critica la concepción moderna según la cual el progreso tecnológico y la abundancia deberían reducir la necesidad de trabajar, destacando cómo la división del trabajo genera rendimientos crecientes. El crecimiento económico no es un proceso lineal de acumulación, sino un fenómeno que se perpetúa a sí mismo cuando las personas deciden trabajar más e invertir en productividad.
El argumento está directamente vinculado con la lección de Adam Smith, según la cual «la división del trabajo debe depender necesariamente de la extensión del mercado», principio que se retoma para destacar cómo la cooperación voluntaria y la especialización son elementos fundamentales del progreso. Desde esta perspectiva, la reducción de la jornada laboral no es un signo de progreso social, sino un freno a la capacidad de la sociedad para generar bienestar.
Un punto central del libro es la crítica a la perspectiva keynesiana sobre la reducción de la necesidad de trabajo. En su famoso ensayo “Posibilidades económicas para nuestros nietos”, John Maynard Keynes imaginó un futuro en el que el progreso tecnológico haría que el trabajo fuera marginal, reduciendo las horas necesarias para satisfacer las necesidades de un individuo a tres al día. Una visión que aquí queda completamente trastocada, poniendo de relieve cómo la ética del trabajo no es una carga que haya que eliminar, sino una condición indispensable para el progreso económico y social. «La elección del individuo de trabajar más beneficia a los demás; Su elección de trabajar menos produce daños externos a los demás. Trabajar más duro beneficia a todos; “La ociosidad perjudica a todos”, afirma con firmeza Buchanan, subrayando cómo el compromiso individual nunca es sólo un asunto privado, sino un elemento que afecta a todo el sistema productivo.
Cada decisión individual entre trabajo y ocio no tiene consecuencias aisladas, sino que se refleja en la economía en su conjunto. Dado que la oferta laboral genera producción, inversión y crecimiento, la sociedad tiene un interés creado en las elecciones profesionales de los individuos. El trabajo, por tanto, adquiere el carácter de una externalidad positiva, con efectos beneficiosos generalizados, mientras que la ociosidad, especialmente cuando es incentivada por políticas de bienestar, puede transformarse en un coste colectivo. Una menor propensión a emplear reduce la producción general y, en consecuencia, la riqueza disponible, lo que impacta negativamente en el consumo, las inversiones y la sostenibilidad del propio bienestar. Más que una reducción de la actividad laboral, el progreso requiere un entorno que valore la productividad y la responsabilidad individual, creando las condiciones para una sociedad más dinámica y próspera.
El texto también ataca las políticas redistributivas, afirmando que la justicia social, en su sentido moderno, acaba premiando la pereza y penalizando la iniciativa. El mercado, en su lógica más auténtica, no debe ser alterado por intervenciones externas que distorsionen la relación entre mérito y recompensa. «El salario del trabajador individual tiende a ser igual al valor añadido por su trabajo», afirma claramente el académico estadounidense, oponiéndose a las narrativas que ven la riqueza como una injusticia y no como el resultado de un proceso productivo.
No menos importante es el segundo tema del volumen: la ética del ahorro. La acumulación de capital es esencial para el progreso económico y la cultura del ahorro ha permitido el crecimiento de las sociedades capitalistas. En este contexto, el académico critica la tendencia moderna a considerar el ahorro “un problema”, afirmando que el consumo desenfrenado y la dependencia del gasto público sólo generan inestabilidad económica. Identifica la expansión del bienestar como la principal causa de la reducción de la propensión al ahorro, subrayando que «‘El Estado cuidará de ti’ es el himno de la modernidad». Esta mentalidad conduce a una erosión de la responsabilidad individual y a una mayor dependencia del Estado, con efectos negativos sobre el crecimiento y la libertad personal.
Analizar los orígenes culturales de la ética del trabajo añade otra capa de profundidad. Recordando la tesis de Weber, el pensador liberal subraya cómo las sociedades en las que esta cultura está más arraigada son económicamente más prósperas. Sin embargo, no adopta plenamente la visión de Max Weber, argumentando que el éxito del capitalismo en general depende de la presencia de valores morales que incentiven el esfuerzo y la productividad. Las reglas morales no son invenciones arbitrarias, sino el resultado de un largo proceso evolutivo que ha permitido a las sociedades desarrollarse y prosperar. «En cierto sentido, el economista, en tanto que economista, no puede ir más allá del modelo contractual de interacción, de modo que cualquier razonamiento encaminado a demostrar que las normas éticas tienen contenido económico debe basarse en última instancia en el criterio valorativo de las partes contratantes». La importancia de la confianza y la fiabilidad surge como un elemento crucial para el correcto funcionamiento de la economía de mercado, ya que sin estos principios cualquier sistema basado en la cooperación voluntaria corre el riesgo de desmoronarse.
En última instancia, el ensayo desafía las narrativas dominantes y ofrece una defensa rigurosa y bien argumentada del capitalismo como sistema ético y económico. Muestra cómo el trabajo y el ahorro no son simplemente medios para acumular riqueza, sino pilares fundamentales de una sociedad libre y próspera. En una época en la que se promueven reducciones de horas de trabajo, ingresos garantizados y políticas redistributivas cada vez más invasivas, la reflexión expresada suena como una advertencia. Si queremos preservar la libertad económica y social, no debemos abandonar la ética del trabajo, sino fortalecerla. El verdadero desafío no es reducir el tiempo dedicado al trabajo, sino aumentar las oportunidades de creación de valor, respetando el principio fundamental de la responsabilidad individual.
Agradecemos al autor su permiso para publicar su artículo, publicado originalmente en Strade: https://stradeonline.it/istituzioni-ed-economia/5017-lavorare-e-risparmiare-la-via-della-liberta-secondo-james-m-buchanan
Sandro Scoppa: abogado, presidente de la Fundación Vincenzo Scoppa, director editorial de Liber@mente, presidente de la Confedilizia Catanzaro y Calabria.
Twitter: @sandroscoppa