Estudio desarrollado con el apoyo y en conjunto con la red internacional Somos Innovación.

“Todas las cosas deben ser examinadas, debatidas e investigadas sin excepción y sin tener en cuenta los sentimientos de nadie” – Denis Diderot

Durante las últimas semanas, Francia volvió a caer en el caos social, por el asesinato de Nahel M., un joven de 17 años de origen norteafricano quien se negó a detener el vehículo que conducía cuando se lo indicaron en un retén policial. Razón por la cual uno de los agentes le disparó a quemarropa, provocándole la muerte. Este hecho ha provocado una ola de protestas en toda Francia, teniendo como consecuencia un absoluto caos en varias ciudades. Sin embargo, este caos social ya no es algo nuevo en Francia. En los últimos años hemos visto caos social similar en varias ocasiones, como lo sucedido en 2018 con los Chalecos Amarillos. Pero ¿qué está sucediendo con el país de la Torre Eiffel, los quesos olorosos y el champagne? ¿Por qué esta serie de olas de caos social en un país con un estado benefactor tan grande? ¿Acaso es culpa de la migración, la multiculturalidad, la pluralidad religiosa o del capitalismo? Pues, en esta ocasión analizaremos el contexto por el que está pasando Francia y trataremos de ofrecer una perspectiva sobre cuál podría ser una posible salida a este claro colapso del sistema francés.

En redes y medios hay muchísimas personas que están culpando del caos a la migración y a la multiculturalidad. Así, los de derecha abogan por cerrar fronteras y eliminar todo apoyo a los migrantes. En cambio, los de izquierda abogan por aumentar los programas de apoyo a migrantes y hacer aún más grande el estado de bienestar. A la vez, la derecha exige que se presione para que se unifique la cultura; que todos los individuos se adhieran a la cultura, costumbres, religión y tradiciones que la mayoría practica. Mientras que la izquierda exige que se le den derechos especiales a las culturas, tradiciones, religiones y costumbres de las minorías. Sin embargo, tanto la izquierda como la derecha, una vez más, están ambos equivocados y erran la perspectiva. Y es que el verdadero de fondo no es ni la multiculturalidad, ni la migración, ni la diversidad religiosa, racial o étnica.

No, es algo mucho mas estructural: El problema es el fracaso colosal del estado de bienestar. Y es que, en Francia, el gasto público es algo absolutamente insostenible y está provocando el colapso del país. El estado de bienestar en Francia está haciendo colapsar al país en todos los sentidos y está provocando que todos aquellos migrantes que llegan a Francia, no logren integrarse económicamente, generando estratos sociales con un grave grado de precariedad. Lo que en realidad está impidiendo la integración social de los migrantes, y de un sector muy importante de franceses en general, no consiste ni en las diferencias religiosas ni las diferencias culturales ni las diferencias ideológicas, sino en la imposibilidad de integración económica gracias a, irónicamente, el gigantesco estado de bienestar que está impidiendo el desarrollo económico de Francia, obstaculizando que todas esas personas logren integrarse socialmente de forma plena.

Así que, esta nueva ola de violencia, destrucción, frustración y alteración social no será la ultima que veremos en Francia. Mas bien, este tipo de estallidos, que ya se han vuelto comunes en Francia, seguirán surgiendo mientras los políticos no renuncien a ganar votos por medio de subsidios y populismos. Cambiar a la derecha de Marine Le Pen o a la izquierda de Melenchon, no servirá de mucho; como no servirá tampoco la continuidad de Macron, si se mantienen igual las políticas populistas y los subsidios. Y es que, por ejemplo, las pensiones se han tratado de modificar incluso desde antes de Sarkozy, y simplemente los políticos no se han atrevido a renunciar a su cuota de populismo. Con lo que Francia se ha convertido en una papa caliente que se van pasando de político a político, esperando que sea al próximo al que le estalle por completo en las manos. Bien sabemos todos que a los políticos lo que menos les importa es el pueblo. Tan sólo están interesados en llegar al poder, amasar fortunas y alimentar su siempre enfermo narcisismo, mientras la economía colapsa, el caos social aumenta cada vez más y la población se hunde en un constante incremento de incertidumbre y frustración. Sin embargo, si el pueblo francés no comprende que debe votar por cambiar hacia un modelo de estado mucho menos intervencionista y por una economía liberal, seguirá llevando su barco al precipicio.


Pero, detengámonos a analizar algunos elementos más a fondo. Empecemos por plantear algunas criticas al modelo de multiculturalismo que impera, no solo en Francia, sino en muchos países occidentales. El tema del multiculturalismo es de larga data, y la literatura al respecto es bastante amplia. Sin embargo, el tema de la multiculturalidad suele abordarse desde una perspectiva que adolece de un sesgo ideológico colectivista, en el que se esencializa a la cultura, tradición y religión, poniendoles en primer plano; y dejando en un segundo o tercer plano a los individuos en cuestión. Es decir, se tiende a concebir al individuo como una manifestación de la cultura, en lugar de a la cultura como un medio para la expresión y autodeterminación de los individuos. y esto lleva a que los gobiernos acaben concediendo derechos especiales a las religiones, culturas, tradiciones y costumbres. Como si fueran entidades vivientes; como si sintiesen, respirasen y fuesen sujetos de derecho. Y, además, sujetos de derecho que están por encima de los individuos.

Un ejemplo de ello, lo vimos en México cuando se le cuestionó al presidente Andrés Manuel López Obrador sobre la costumbre en los estados de Oaxaca y Chiapas de vender a las hijas entrando recién en la pubertad. Al reclamo por los derechos de las niñas, el presidente respondió que no se debía hacer nada al respecto por que en esos lugares esa es la costumbre y se debe respetar a las tradiciones y costumbres de los pueblos. Como si una tradición, una costumbre, una religión o una cultura tuvieran un valor en sí mismas; como si su valor fuese trascendental o universal, más allá de contextos y circunstancias particulares; y más allá de las implicaciones y consecuencias concretas sobre los individuos que viven y sufren esas tradiciones.

Otro ejemplo lo podemos ver en Estados Unidos, en donde las comunidades religiosas como los amish, tienen permitido someter a los niños y adolescentes a sus tradiciones, privándoles de diversas cuestiones, incluida la educación. Y es que, los padres, son tutores de los hijos, no sus propietarios. Por ende, tienen la obligación de velar por el bienestar integro de los hijos, y no el derecho de hacer con esos pequeños seres humanos bajo su cuidado lo que a ellos se les venga en gana. Así, al apostar a un multiculturalismo que pone el foco en otorgar derechos a lo colectivo (tradición, religión, cultura y costumbres), se está restándoles derechos, garantías e incluso obligaciones a los individuos. y es que, al final, las culturas, tradiciones, religiones y costumbres, no tienen un valor en sí mismos, como si hubiesen sido otorgados por alguna entidad metafísica. No, simplemente son estrategias y herramientas sociales que fueron desarrolladas para afrontar diversas complejidades sociales y que son mas o menos eficientes en unos y en otros aspectos; y que, como el lenguaje, deben ser reformuladas y evolucionar en la medida en que se observe que no son tan eficientes; deben ser sustituidas en la medida en que se desarrollen nuevas estrategias y herramientas socioculturales.

En conclusión, la multiculturalidad, ciertamente, es algo muy importante y fundamental en las sociedades modernas, pero, siempre y cuando se entienda la multiculturalidad -es decir, la coexistencia sana y libre entre diferentes culturas, tradiciones, costumbres y religiones- como el medio a través del cual los individuos pueden desarrollar libremente su individualidad y ejercer plenamente su libre autodeterminación. Y entender esto es fundamental para que se logre dar la interculturalidad, o sea: La interrelación pacífica, sana y colaborativa entre individuos con diferentes culturas y religiones.

Cuando se parte de una multiculturalidad que niega al individuo en pos de la cultura, la interculturalidad se torna inviable, ya que se crea una “différance”, una brecha, un antagonismo y una violencia simbólica entre esencialismos culturales y religiosos. Pues, lo que impera, no es el individuo y su alteridad, sino la colectividad frente a las demás colectividades en oposición y en antagonismo. Es decir, solo puede haber interculturalidad entre individuos pues quien dialogan son los individuos, no entidades abstractas como religión o costumbres. Por ello, la interculturalidad, solo puede suceder cuando se parte del multiculturalismo como la base para el reconocimiento y la protección de la diversidad individual y de la libre autodeterminación. Y no del multiculturalismo que niega a los individuos, dejándoles en segundo plano e incluso sometiéndoles a la tradición, religión o la costumbre.

Con respecto a la migración en concreto, sobra decir que esta puede ser un grandísimo potenciador del progreso social o un potenciador de conflictos sociales, todo dependiendo de las condiciones políticas y económicas del entorno en cuestión. Y ello, porque si un país no permite el desarrollo económico de sus habitantes y en lugar de enfocarse en los derechos individuales, se enfoca en derechos de entidades colectivas, acabará desperdiciando todo lo que tales habitantes podrían ofrecer, tanto en lo económico como en lo social. Se perderá toda la innovación económica, tecnológica, social y cultural; y, además, generará un contexto económico y social de profunda frustración, desesperación y resentimiento.

Dicho lo anterior, conviene considerar ahora algunos datos con respecto al estado de bienestar francés y como está impidiendo la integración económica de su población, generando el perfecto caldo de cultivo para todo el caos social que hemos visto durante las últimas semanas y durante los últimos años.

Podemos empezar por el problema de las pensiones. Problema que vienen arrastrando desde hace décadas. Y es que, en Francia, existe un absoluto caos en el sistema de pensiones. Manteniendo incluso pensiones especiales dictadas por el Rey Sol, Luis XIV, en 1698 a favor del cuerpo de bailarines y trabajadores de la Ópera de París; quienes se pueden jubilar apenas a los 42 años. Privilegio que no beneficia a los trabajadores de las demás Óperas: Como la de Niza o Burdeos. Es decir, el sistema de pensiones de Francia, además de exceder la capacidad económica del país, esta lleno de modelos de jubilación diferenciados que privilegia de formas muy distintas a varios grupos, creando todo tipo de presiones políticas y sindicales para que esos privilegios no sean quitados. Impidiendo una adecuada, sana y universal regulación de las pensiones.

Otro ejemplo de privilegio en las pensiones es la sociedad francesa de ferrocarriles. Sus trabajadores se pueden jubilar a los 52 años con 2/3 de su salario. En total, hay 42 regímenes diferentes para la concesión de las jubilaciones. Es decir, un sistema de pensiones lleno de privilegios para ciertos grupos. Otro grupo con un modelo de pensiones privilegiado son los funcionarios públicos, a quienes a diferencia de los trabajadores en empresas privadas que se toman en cuenta los últimos 25 años laborales, para los funcionarios públicos tan solo se consideran los últimos 6 años. Por ello, cada vez que un político ha intentado regular y universalizar las pensiones, los grupos privilegiados se han lanzado a las calles a protestar -Como sería de esperar, pues nadie quiere perder sus privilegios-.

Ya desde 1995 Jaques Chirac intentó hacerlo y provocó enormes protestas sindicales. Después Sarkozy lo intentó, pero no logró grandes cambios en estos regímenes especiales de pensiones. En 2021, Macron intentó acabar con los 42 regímenes diferenciados de jubilación y quiso implementar un sistema universal, provocando una enorme ola de protestas que superaron a las protestas de 1995. Al final, no se logró avanzar en el tema y el problema de las pensiones seguirá siendo una papa caliente que le terminará explotado a alguien en no mucho tiempo. Y, por supuesto, los políticos -apostando por el populismo- no harán las modificaciones necesarias y le dejarán el problema al siguiente, hasta que la situación colapse. A todas luces, es claro que el estado de bienestar gigantesco de Francia ha creado todo tipo de distorsiones económicas y sociales que tarde o temprano provocaran una crisis económica y social aún más grave que la que actualmente estamos presenciando.

Los Banlieues – La última ola de disturbios que se generó tras el asesinato del argelino Nahel Merzouk a manos de un policía, dejó más de 5000 vehículos incendiados, más de 1000 propiedades saqueadas y dañadas, 300 comisarias atacadas y más de 4000 personas detenidas. Ahora: ¿son todas estas personas únicamente migrantes? No, por supuesto que no lo son. Al contrario, la mayoría de las personas que están protestando son franceses, incluso de hace varias generaciones. Y es que, el problema de la integración económica no afecta únicamente a los migrantes, sino a toda la población francesa. Y un ejemplo de ello, lo encontramos en los Banlieues: Los barrios más pobres de Francia. Los Banlieues, son barrios periféricos que se crearon al exterior de las grandes ciudades. Estos barrios originalmente se crearon en los años 20, hace un siglo, por el gobierno. Fue un programa de vivienda para los agricultores que se trasladaban a las ciudades para integrarse a la industria. Con el tiempo, estas viviendas fueron siendo compradas por los migrantes y las personas más pobres de Francia -Ahora, con una población del 40% de pobres; a diferencia del 15% de pobres en las demás zonas del país-.

La marginación económica en estas zonas no es resultado de la migración, sino de la intervención del estado en la economía, y del creciente estado de bienestar que se refleja en la desindustrialización que ha sufrido Francia en las ultimas décadas. La economía de Francia va por mal camino, y un indicador de ello es el lugar 57 que la economía francesa ocupa en el índice de libertad económica realizado por la Fundación Heritage. En él, Francia está tan sólo por arriba de países como Serbia en el 58 o de México en el lugar 61; y por debajo de países como Panamá en el 55 o Hungría en el 54.

En conclusión, el pueblo francés se encuentra en un parteaguas: O acepta avanzar a un estado más pequeño, menos paternalista y hacia un modelo económico mucho más liberal, o se enfrentará al colapso económico y social. En las próximas elecciones veremos qué camino deciden tomar los franceses.

“Aquellos que temen la verdad, buscarán desacreditar a aquellos que buscan la verdad” – Denis Diderot

Tonathiu Viniegra: Autor y analista. Twitter: @Ronin_Tonathiu

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

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