La visión que ofrecen los tres grandes pensadores austriacos: Hayek, Mises y Popper
En el panorama internacional de la filosofía política y la economía, Friedrich A. von Hayek, Ludwig von Mises y Karl R. Popper ofrecieron profundas reflexiones sobre el papel de los intelectuales en la sociedad. Sus análisis, aunque provienen de perspectivas diferentes, convergen en una importante crítica del poder y la influencia de los intelectuales en el formación de políticas públicas y opinión pública.
Comprender el pensamiento de estos tres grandes pensadores nos ofrecen una perspectiva liberal crucial para evaluar la influencia de los intelectuales y su impacto en la libertad individual y la democracia.
Friedrich von A. Hayek, en su ensayo “Los intelectuales y el socialismo” (1949), identifica a los intelectuales como «vendedores profesionales de ideas de segunda mano». El no se refiere a académicos o estudiosos especialistas, sino a aquellos que, aunque no son expertos en un campo específico, influyen en la difusión de ideas entre el público en general. Estos intelectuales actúan como mediadores entre los académicos y la sociedad, determinan qué ideas llegarán a las masas y cuáles no. Lo mismo escribe: «Los movimientos políticos populares nunca derivan directamente del trabajo científico o teórico. Pero son el efecto de corrientes de opinión difundidas entre el público en general, corrientes que, en su forma original, emanan del trabajo de los intelectuales».
Hayek observa que los intelectuales, al ser generalistas por naturaleza, tienden a adoptar visiones del mundo simplificadas y fácilmente comunicables, lo que a menudo les lleva a preferir ideologías que ofrecen soluciones aparentemente fáciles y completas a los problemas complejos de la sociedad. Esto explica, en su opinión, por qué muchos intelectuales del siglo XX se han sentido atraídos por el socialismo, una doctrina que promete un orden social justo y racional a través de la intervención estatal.
Ludwig von Mises, por su parte, analizó el papel de los intelectuales en el contexto de la dinámica económica y política. En su obra maestra, “La acción humana” (1949), Él mismo critica duramente el centralismo económico, destacando cómo los intelectuales que argumentan a favor de este modelo tienen una comprensión limitada de los mecanismos del mercado. Mises afirma: «Los intelectuales que proclaman la inevitabilidad del socialismo y lo presentan como el cumplimiento de la misión histórica de la humanidad, desconocen el hecho de que el socialismo destruirá la civilización.»
Según el científico austriaco, los intelectuales que apoyan el socialismo o el dirigismo económico subestiman seriamente la importancia del conocimiento disperso en la sociedad, tema que será retomado y explorado en profundidad por Hayek. Mises sostiene que el mercado, a través del sistema de precios, es el único mecanismo capaz de coordinar información dispersa entre millones de personas. Los intelectuales, en su presunción de poder planificar y dirigir la economía, ignoran este principio fundamental, con consecuencias a menudo desastrosas para la libertad individual y la prosperidad económica.
Karl R. Popper, en su obra “La sociedad abierta y sus enemigos” (1945), ofrece una crítica complementaria a la visión de Hayek y Mises, centrándose en el papel de intelectuales en la promoción de ideologías totalitarias. Popper denuncia el «profetismo» de los intelectuales, es decir, la tendencia a construir grandes sistemas filosóficos o históricos que reivindiquen predecir el curso de la historia y que justifican la adopción de políticas radicales y autoritarias. Según Popper: «El intento de realizar el cielo en la tierra produce invariablemente el infierno.»
El estudioso afirma que muchos intelectuales se dejan seducir por la idea de poder comprender y controlar la sociedad a través de teorías omnipresentes, como el marxismo u otras formas de historicismo. Estas ideologías, en su opinión, conducen inevitablemente a sociedades cerradas y la supresión de la libertad individual, ya que ponen el énfasis sobre un supuesto destino histórico inevitable que justifica todo tipo de intervenciones autoritarias.
Popper, en cambio, propone el modelo de «sociedad abierta», donde existen instituciones construidas para ser flexibles y abiertas a la crítica, sin pretender una verdad absoluta o un plan definitivo para la humanidad. Los intelectuales, desde este punto de vista, deberían promover el pensamiento crítico y la duda en lugar de adherirse a dogmas rígidos, preenvasados. Popper declara: «En una sociedad abierta no podemos hacer más que continuar con la resolución pacífica y crítica de los problemas que se van presentando paulatinamente, que emergen.»
Hayek, Mises y Popper coinciden en ver un peligro inherente al poder de los intelectuales para influir en las políticas públicas. Cuando los intelectuales promueven ideas que conducen a la expansión del poder estatal, sientan las bases para la erosión del libertad individual. Mises, en particular, advierte contra la ilusión de que una élite intelectual puede planificar eficazmente la sociedad sin cometer errores graves, mientras Popper critica la arrogancia intelectual que acompaña al deseo de imponer uno visión totalizadora de la sociedad. Hayek destaca cómo la influencia de los intelectuales en favorecer el socialismo fue uno de los factores determinantes en el avance del colectivismo en Siglo XX. Destaca que, una vez que esas ideas se arraiguen en la opinión pública, resulta difícil contrarrestarlos, ya que la mayoría tiende a seguir el consenso intelectual predominante, sin cuestionar los supuestos en los que se basa.
En conclusión, la visión liberal de los tres grandes austriacos antes mencionados nos invita a una vigilancia constante hacia el poder de los intelectuales. Aunque su papel es crucial para la difusión de ideas, también entraña una gran responsabilidad. Las ideas tienen consecuencias y, cuando son incorrectas o mal interpretadas, pueden llevar a a graves distorsiones sociales y económicas.
Para los liberales, la defensa de la libertad individual también pasa por la crítica, atentos a las ideologías promovidas por los intelectuales. Sólo manteniendo un sano escepticismo hacia las promesas de soluciones simples y centralizadas, podemos garantizar a la sociedad permanecer fieles a los principios de libre mercado, democracia abierta y responsabilidad individual.
En un mundo donde las ideas se difunden rápidamente, la advertencia de Hayek, Mises y Popper sigue siendo muy relevante: la libertad no puede ni debe darse por sentada, y debe defenderse firmemente contra los peligros del pensamiento colectivista y profético.
Sandro Scoppa: abogado, presidente de la Fundación Vincenzo Scoppa, director editorial de Liber@mente, presidente de la Confedilizia Catanzaro y Calabria.
Twitter: @sandroscoppa