«El poder tiende a corromper. Pero el poder absoluto corrompe absolutamente». Lord Acton

 

La historia de los términos «derecha» e «izquierda» en política inicia en Francia, con la formación de la Asamblea Constituyente el 12 de junio de 1789. Esta Asamblea surge por la necesidad del pueblo de buscar soluciones a la grave crisis económica por la que pasaba Francia durante el reinado de Luis XVI. La intención era seguir el ejemplo de Inglaterra y crear un parlamento que limitara el poder del rey, cosa con la cual el rey no estaba en lo más mínimo en concordancia y por ello ordena, el 19 de junio, cerrar la Salle des Etats-la habitación en la que se reunían los que conformaban dicha Asamblea-. El 26 de agosto la Asamblea Constituyente aprueba la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, legado fundamental de la Revolución Francesa. Y el 28 de agosto de 1789 será el día preciso en que, al calor del debate sobre los límites del poder que debería poseer el monarca, se dividirá en dos bandos la asamblea y surgirán las clásicas posiciones de izquierda y derecha. Y seria simplemente por la posición que cada bando adoptó en el salón en el que se llevaban a cabo las reuniones. Sin embargo, las posiciones no eran tan radicalmente opuestas como generalmente se piensa, pues ambos bandos buscaban restringir el poder absoluto del monarca y ambos buscaban crear un parlamento. Ningún bando consideraba desaparecer de manera definitiva la figura del rey y, además, ambos bandos estaban a favor de la propiedad privada.

Vea aquí video de presentación de este artículo: https://youtu.be/SzVFrCjIaX4

La diferencia radicó en una cuestión de grados. Mientras que ambos bandos buscaban una monarquía constituyente, el poder que cada bando consideraba adecuado otorgarle al monarca era ciertamente bastante diferente. Las posiciones iban desde el punto más radical del bando sentado a la derecha de la Asamblea que abogaba por una fuerte injerencia del monarca, es decir, un modelo mucho más interventor, hasta la postura más radical del bando sentado a la izquierda, en el que se encontraba Robespierre, que abogaban porque el monarca no pudiera vetar las decisiones tomadas por la asamblea. Es decir, un modelo mínimamente intervencionista. El punto fundamental de encuentro entre ambos lados era evidentemente la restricción del poder del monarca. Y el punto de desacuerdo era el grado de restricción de ese poder.

Ahora, a partir de estos sucesos, ¿podemos encontrar elementos universales que puedan ser aplicados a las diversas corrientes políticas que hasta hoy compiten por encarnar el poder? En este artículo se intentara caracterizar a la izquierda y a la derecha a partir de los elementos que les distinguen y que les unen; y que de manera universal se encuentran en la organización política de todas las sociedades que han existido.

La diferencia básica entre los que estaban a la derecha de la Asamblea y los que estaban a la izquierda, es que la derecha pugnaba por seguir manteniendo el orden social jerárquico que hasta el momento había existido. Si bien pugnaban por reducir el poder en el rey, no estaban a favor de que el clero y la aristocracia perdieran sus privilegios. En cambio, la derecha pugnaba por una reestructuración social mucho más radical en la que fueran abolidos todos esos privilegios. Que dejara de existir una clase explotada que sostenía todo con sus impuestos y que además tenía restricciones en todas sus libertades, mientras que el clero y la aristocracia vivían de la explotación de la clase más pobre y menos libre. En concreto, la derecha pugnaba por una organización social jerárquica mientras que la izquierda pugnaba por una organización social igualitarista. Y estos dos elementos, lo jerárquico y lo igualitarista, podemos encontrarlos en todos los sistemas de organización social de la historia. Los sistemas de castas que encontramos en la India y en Mesoamérica son el ejemplo más claro de un sistema jerárquico. Mientras que las comunas de los esenios o el comunismo soviético y chino son ejemplos clarísimos de sistemas igualitaristas.

El sistema jerárquico pretende organizar a los individuos en una estructura en la que no existe ningún tipo de movilidad social, en donde los individuos están aislados unos de otros y en donde, de acuerdo al estrato, se tienen diferentes libertades y diferentes derechos. El orden jerárquico puede estar determinado por la raza, por la religión, la nacionalidad, el color de piel, por el género, la orientación sexual o etc. Se establecen derechos especiales acorde a condiciones naturales, sociales o meramente contingentes. Los individuos no son libres de construir su propio destino ni de desarrollarse personalmente pues están condicionados por el lugar preestablecido que se les ha asignado.

En cambio, el sistema igualitarista pretende destruir todas esas jerarquías y privilegios, para crear un orden social en donde todos estén en las mismas condiciones económicas, sociales, culturales, intelectuales y de cualquier tipo. De forma tal que nadie pueda estar en ningún aspecto por encima de los demás. Este sistema surge siempre como una reacción a los abusos e injusticias fruto del sistema jerárquico. Podría decirse que el sistema jerárquico engendra siempre al sistema igualitarista, al ser la reacción visceral que las sociedades adoptan ante las injusticias y los abusos de las estructuras sociales jerarquizadas. Sin embargo el resultado no es muy diferente e incluso suele ser aun peor. Al igualar a todos los individuos, se destruyen aún más sus libertades, se impide en un mayor grado la creatividad, la autodeterminación y la individualidad y por ende se restringe en un grado aun mayor la libre asociación y el intercambio comercial entre individuos. 

El resultado final de ambos sistemas es siempre e ineludiblemente la colectivización de los individuos y la destrucción de las libertades individuales, económicas, sexuales, culturales, sociales, educativas y de todo tipo.  Así, el sistema jerárquico, colectiviza a los individuos en una estructura vertical, mientras que el sistema igualitarista, colectiviza a los individuos en una estructura horizontal. Y en ambos sistemas los individuos se convierten en meros engranajes del sistema social y sus existencias tan solo son en función de servir como alimento para mantener viva a la maquinaria social que les domina y que determina sus vidas enteras.

Por supuesto que ningún sistema social es totalmente jerárquico ni totalmente igualitarista. En todos los sistemas igualitaristas existe siempre una elite que lo controla y determina todo. La élite que mantiene a todos iguales….excepto a ellos mismos, por supuesto. Como ha pasado y sigue pasando en todas las dictaduras comunistas. Y en los sistemas jerárquicos, siempre hay elementos horizontales que mantienen al menos un mínimo grado de sostenibilidad social y económica.

Estos son los elementos primarios que distinguen a la derecha de la izquierda. Sin embargo hay un aspecto que es la raíz de ambos, el punto del cual ambos sistemas surgen, el eje de su proceder y el punto hacia el cual ambos siempre regresan. Este aspecto es el colectivismo, la colectivización de los individuos. Así, mientras lo jerárquico y lo igualitarista es la condición óntica, su manifestación, la colectividad es su condición metafísica, su esencia, el ser del que surgen ambas manifestaciones.

¿En que consiste esta cuestión esencial que es el colectivismo del que surgen tanto los sistemas jerárquicos –la derecha- como los sistemas igualitaristas -la izquierda-? ¿Cómo lidiar con la libertad, autodeterminación e individualidad de las personas que conforman una sociedad sin que se caiga en la anarquía absoluta? ¿Cómo puede progresar y cooperar una sociedad si se tiene que lidiar con los intereses y necesidades individuales? Y, sobre todo, ¿cómo puedo controlar a las personas a mi alrededor, a los grupos de individuos que me rodean, que conforman mi entorno, si son libres de ser y vivir como les plazca? 

Estos son los puntos de conflicto primigenios de donde surge el colectivismo como respuesta, como estrategia creadora de orden, liberadora del caos de la individualidad y la autodeterminación. ¿Por qué? Primero que nada porque el colectivismo surge del conflicto primigenio resultante del encuentro entre la sociedad y el individuo. Y segundo, porque la forma más simple para lidiar con la libertad, la autodeterminación y la individualidad de las personas, la forma más fácil de dirigir la acción de los individuos hacia una meta única y la mejor forma de controlar a las personas a mi alrededor y a las masas, es, simple y sencillamente, suprimir la individualidad, la autodeterminación y la libertad de los individuos. Al lograrlo, se les convierte en una masa amorfa e indeterminada que puede ser dirigida hacia los intereses de unos cuantos, y plenamente controlada por la elite en el poder.

Al inhibir a los individuos, nadie se siente preocupado por la libertad y la autodeterminaicon de nadie; ya no es necesario resolver los conflictos de intereses, no es necesario negociar, dialogar, encontrar razones ni persuadir. Ya todos están masificados y todos están obligados, ya sea por la presión social o por la fuerza, a dirigirse hacia la única dirección predeterminada.

Así, cuando se logra masificar a los individuos y despojarlos de su autodeterminación y libertad, ya sea a través de una estructura jerárquica o de una estructura igualitarista, se les puede controlar y dirigir abyectamente. Y no es necesario volver a lidiar con las necesidades e intereses individuales. Al destruir a los individuos y convertirlos en engranajes del orden social –jerárquico (derecha) o igualitarista (izquierda)- las masas serán ya no personas, sino medios de producción, propiedad de las elites políticas que controlan a las masas. Dejarán de ser fines en sí mismos para pasar a ser meros medios para perpetuar ese sistema. Serán, el alimento perfecto para el Leviatán y lo harán cada vez más poderoso y gigantesco. 

Como podemos ver, la derecha y la izquierda no solo no son alternativas, sino que representan el mismo problema manifestado de formas distintas. Así, la derecha y la izquierda son al final, nada más que distintos síntomas de la misma enfermedad: la colectivización de los individuos; la destrucción de las libertades individuales y de la autodeterminación. Y entonces, cuando se vota por alguna de estas dos manifestaciones de la misma enfermedad, en lugar de salir del problema, tan solo se cambia de ruta para continuar enfermos. Como cambiar el crack por la heroína. No se soluciona nada y se sigue destruyendo el poco tejido social que subsiste a la destrucción sistemática de las libertades individuales.

Entonces ¿Cómo podemos salir de este ciclo interminable de colectivismo en sus formas jerárquica e igualitarista? Simple, renunciando a la colectivización de los individuos, votando por libertades individuales en lugar de votar sistemáticamente por la restricción de las libertades individuales. Y las libertades individuales van desde la libertad de los individuos a vincularse social, erótica y afectivamente con quien o quienes gusten, hasta la libertad de asociarse comercial y laboralmente con quienes gusten y en las condiciones libre y voluntariamente pactadas.

Pero reclamar la libertad individual no es tarea fácil, y no lo es porque a ningún político, ni de izquierda ni de derecha, le gusta que los individuos sean libres, por la sencilla razón de que en el grado en que los individuos son libres, los políticos pierden poder y control sobre de ellos.

En la medida en que una sociedad está integrada por individuos y no por masas, los políticos dejan de poder determinar las vidas de las personas y dejan de tener control sobre los recursos que las personas generan. Por eso es que todos los políticos apelan a que se les ceda todo el poder y todo el control para que sean ellos y solo ellos los que creen un orden social utópico de orden, de bienestar y de prosperidad. Porque quieren controlarlo todo, porque no quieren ceder ni un ápice de poder ni de recursos.

El presidente Andres Manuel Lopez Obrador, en su reciente participación en la ONU, ha presentado un supuesto plan de bienestar mundial, en el que aspira, nada más y nada menos, a crear un estado de bienestar mundial, e incluso ha mencionado el concepto de gobierno mundial. Esto debe ser para todos de mucha preocupación pues evidencia su ambición de poder y su espíritu totalitario. El modelo que AMLO ha planteado en la ONU es, sin exageraciones, un modelo del corte clásico de las utopías totalitarias como el de Un mundo feliz de Aldous Huxley o el de 1984 de George Orwell.

Estos coqueteos con el totalitarismo, deben encender nuestras alarmas para mantenernos muy atentos ante cualquier avance que cualquier político pueda pretender sobre las libertades individuales, cualesquiera que sean. No debemos dejarnos llevar por el cuento de que las libertades individuales y de que la individualidad en sí misma, deben ser restringidas, limitadas o inhibidas en pos de un supuesto estado de bienestar. No hay nada más falso que ello y la historia nos lo muestra una y otra vez. Cualquier colectivismo, sea de derecha o de izquierda, destruye las libertades individuales, las libertades económicas, las libertades culturales, sociales y educativas. Y con ello, se destruye toda posibilidad real de progreso económico, social y tecnológico.

Protejamos sin dudar cada parcela de libertad individual, porque la libertad individual es el único camino para un verdadero estado de bienestar.

“Laissez faire et laisses passer, le monde va de lui meme (Dejad hacer y dejad pasar, que el mundo va solo)” – Vincent de Gournay

Bibliografía

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Por Tonatiuh Viniegra

Escritor, amante del arte, la filosofía y el motociclismo. Outsider profesional

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