Uno de los aparentes logros de los cuales se ha jactado la administración del presidente López Obrador es el crecimiento en las remesas. Las remesas representan dinero que los emigrantes envían a su país de origen, en especial a sus familiares. Desde 2018, las remesas han crecido de manera importante, mostrando una tasa media de crecimiento anual de 15.3% entre 2018 y 2021, en contraste con el 7% en la tasa media de crecimiento anual del sexenio anterior. (Véase Tabla 1).
El crecimiento de las remesas probablemente ha influido sobre el valor del peso mexicano. Cuando aumentan las remesas, los emigrantes cambian dólares por pesos mexicanos en el mercado de divisas y con ello aumentan la oferta de dólares en ese mercado. Una mayor oferta de dólares, todo lo demás constante, tiende a disminuir el precio del dólar en pesos; es decir, tiende a disminuir el tipo de cambio pesos por dólar. Quizá ello explique, parcialmente, por qué otros fenómenos que podrían haber depreciado nuestra moneda (la inestabilidad política de México; la cancelación de grandes proyectos de inversión; el clima de inseguridad y violencia y las perspectivas pesimistas de crecimiento económico) no hayan repercutido con toda la magnitud previsible.
¿Pero es el crecimiento en las remesas razón de júbilo? ¿Debemos unirnos al optimismo del presidente, que da la bienvenida a las remesas como si fueran reflejo de buenas decisiones de política pública?
No y no.
Pero antes de explicar ambas negativas, debemos aclarar que las remesas, por sí mismas, no son ni buenas ni malas. Las remesas surgen como consecuencia de una mayor exportación de mano de obra. Cuando un país exporta mano de obra, el trabajador obtiene divisas a cambio que puede emplear para comprar bienes y servicios del país que importa su mano de obra. Toda exportación paga importaciones. Cuando el trabajador envía remesas, cambia parte de su poder de compra en el país en el que reside por poder de compra en el país donde reside su familia. Desde una vista «aérea», las remesas son parte de una cadena de intercambios que beneficia a varias partes: al empleador extranjero que contrata al emigrante; al emigrante que puede adquirir más bienes y servicios y al familiar del emigrante que es beneficiario de las remesas. Incluso, como bien lo hace notar el profesor Everardo Elizondo, el gobierno del país que recibe las remesas puede obtener algún beneficio en función de una mayor recaudación por concepto de IVA u otros impuestos (cuando el familiar gasta las remesas en bienes de consumo, por ejemplo)[1].
Pero son las razones detrás del crecimiento en las remesas las que preocupan y encienden focos de alerta. Cuando tales razones se consideran, disminuye considerablemente el entusiasmo que anima a la administración actual.
Consideremos, por ejemplo, la siguiente gráfica, que compara la evolución de las remesas y de la inversión extranjera directa.
Destaca que, desde 2018, las remesas han superado con creces a la inversión extranjera directa. Si bien esta es una tendencia que aparentaba llegar desde antes, llama la atención cómo la inversión extranjera directa cayó precipitadamente en 2020 y no recupera sus niveles pre-pandemia, mientras que las remesas crecieron con una inercia positiva que adquirió mayor potencia desde 2018.
¿Por qué importa este comparativo? Porque uno de los requisitos del crecimiento económico es la inversión en bienes de capital. Las remesas son ingresos que una economía canaliza principalmente a bienes de consumo, mientras que la inversión extranjera contribuye a incrementar la formación de capital. No es sorprendente que al menor ritmo de inversión extranjera estén aparejadas tasas negativas en la formación bruta de capital fijo en México: de -7.6% en 2018; -2.22% en 2019; -12.71% en 2020. El cambio de rumbo es aún más significativo si se contrasta con el crecimiento promedio anual en la formación de capital entre 2012 y 2017: 2.3%.
Parte del crecimiento en las remesas puede ser explicado por las peores condiciones de inversión y formación de capital en el país. La menor inversión significa una menor creación de empleos en México, así como peores perspectivas de crecimiento salarial. Tanto una menor demanda laboral como la expectativa de menores salarios en México incentivan a parte de la fuerza laboral mexicana a encontrar empleo en Estados Unidos u otros países. Y como reportó el Pew Research Center[2], entre 2013 y 2018 volvió una tendencia previa de migración neta positiva de México a Estados Unidos.
Aún más importante, quizá, es que hay evidencia empírica de que las remesas actúan de forma contracíclica en el país beneficiario; es decir, que crecen durante periodos de turbulencia económica o recesión[3]. De modo similar, son tienden a ser procíclicas en el país de origen; es decir, que crecen cuando la economía que recibe al emigrante prospera o se recupera. Las remesas son un vehículo mediante el cual los emigrantes compensan las caídas esperadas en el ingreso de sus familias. Los emigrantes están en una mejor posición que los gobiernos para juzgar las condiciones económicas de su familia en su país de origen; y, por lo tanto, sus decisiones de enviar más dinero reflejan con alta precisión la condición real de sus familias.
El crecimiento en las remesas en México, entonces, está vinculado a un empeoramiento en las condiciones económicas de nuestro país y a un mejoramiento relativo en otras economías. Y dadas las restricciones migratorias actuales, que frenan una mayor movilidad en el factor trabajo entre países (movilidad que permitiría a más emigrantes a llevar a su familia consigo), las remesas son el medio más eficiente para que un trabajador en Estados Unidos u otro país ayude a su familia.
Las remesas, entonces, no pueden juzgarse como una consecuencia positiva de una política pública atinada. Lejos de ello, su crecimiento actual parece estar motivado por serias deficiencias en la economía mexicana.
[1] Léase https://egade.tec.mx/es/egade-ideas/opinion/guia-economica-para-extraviados-2
[2] Nota de Pew Research Center: https://www.pewresearch.org/fact-tank/2021/07/09/before-covid-19-more-mexicans-came-to-the-u-s-than-left-for-mexico-for-the-first-time-in-years/
[3] Véase, por ejemplo, el siguiente artículo de Jeffrey Frankel: https://link.springer.com/article/10.1007/s11079-010-9184-y