Imagina por un momento que tus padres te dieron todo lo que siempre quisiste en la vida: una casa grande, juguetes caros, aparatos electrónicos, vacaciones de lujo, autos deportivos, escuelas privadas, universidad, entretenimiento, diversión… lo tuvieras todo.

Nunca preguntaste si tus padres realmente ganaban suficiente dinero. Simplemente veías que todo estaba disponible para ti, y ellos nunca hablaban de sus finanzas. Algunos días parecían relajados, otros un poco preocupados… bastante normal para una familia. Así que nunca cuestionaste nada.

Pero detrás de escena, había una realidad diferente:

Tus padres ganaban menos de lo necesario para mantener el estilo de vida que llevabas. Y aunque lo sabían, cada vez que el dinero no les alcanzaba, recurrían al banco a un préstamo o abrían una nueva tarjeta de crédito para cubrir la diferencia.

Tus padres tenían buenas intenciones. Para ellos, aunque la deuda siguiera creciendo año tras año, era una «inversión» en sus hijos. Creían que algún día, tendrías el éxito suficiente, tanto profesional como económico, para saldar esa deuda y seguir estando bien económicamente.

El tiempo pasa, y mamá y papá ya no están; así es la vida. Ahora los niños tienen sus propias familias… y las facturas de tarjetas de crédito de entonces empiezan a aparecer a su nombre. Porque nada en este mundo es realmente gratis, por mucho que algunos quieran hacernos creer lo contrario.

Los niños siguieron repitiendo los mismos hábitos de mamá y papá en sus propias familias, con las mismas buenas intenciones. Han seguido endeudándose, convencidos de que a sus hijos les irá mejor en el futuro.

Pero ahora, no solo están cargando con el peso de la deuda que han asumido para mantener a sus propias familias, sino que también están atrapados con la factura por todos esos años de lujos que sus padres les dieron.

Porque mamá y papá ya no están…y alguien tiene que pagar.

Así funciona la deuda pública.

Cada nueva administración gasta más de lo que recauda en impuestos, lo que significa que tiene más gastos que ingresos. Pero los políticos saben que no estarán en el cargo cuando llegue la factura, así que piden dinero prestado «en nombre del bienestar público».

Así es como funciona: el gobierno emite Bonos del Tesoro, que son básicamente promesas de pago futuro. Estos bonos son comprados por bancos, gobiernos extranjeros e incluso la Reserva Federal. Es deuda… que se transmite de generación en generación.

Quizás ni tú ni yo nos demos cuenta, porque vivimos al día y disfrutamos de los supuestos «beneficios» del Estado de Bienestar. Pero cada día, nuestro dinero pierde valor debido a la inflación.

Los gobiernos también suben los impuestos para compensar la diferencia. Nuestros ahorros pierden poder adquisitivo, la economía se desacelera y las oportunidades se reducen. Todo se vuelve más difícil.

Cada día, el dinero que ganamos —con nuestro tiempo, esfuerzo y conocimiento— compra menos que el día anterior. Los gobiernos están literalmente desperdiciando el recurso más valioso que tenemos como seres humanos, uno que nunca podremos aprovechar al máximo: nuestro tiempo.

Pero no es solo culpa del gobierno. Quienes exigen cosas «gratis» del Estado no piden un regalo gratuito; piden satisfacer un capricho hoy, para que sus hijos —y los hijos de otros— puedan pagarlo mañana. Lo que realmente piden es que el Estado se endeude aún más. Y como los políticos no serán quienes paguen la factura, están más que contentos de decir que sí… mientras transmiten la carga a las generaciones futuras.

Los políticos cuentan con equipos enteros dedicados al estudio del comportamiento humano. Saben que el ciudadano promedio está dispuesto a sacrificar su propio futuro —y el de los demás— a cambio de placeres momentáneos y recompensas a corto plazo.

Los sistemas democráticos tienen esta debilidad incorporada: cada 4, 5 o 6 años, alguien nuevo llega al poder y “hereda la deuda”… solo para asumir aún más.

El gobierno estadounidense paga ahora un billón de dólares al año solo en intereses. Ese dinero no se destina a construir más carreteras, mejorar los servicios públicos, la atención médica ni la seguridad. No implica nuevas escuelas ni hospitales. Es dinero que va al pasado… para cubrir deudas antiguas.

¿Por qué debería importarnos? Porque a diario nos quejamos de que «el coste de la vida es demasiado alto», de que «no podemos permitirnos lo que necesitamos» o de que «el capitalismo no funciona». Pero han sido las políticas públicas de izquierda —respaldadas por poderosos grupos de presión— las que han alimentado la demanda de «cosas gratis» a cambio de más inflación, más impuestos, más deuda, menos libertad… y generaciones más pobres.

Terminaré con esto:

Sanidad, educación, dinero, protección… cada cosa que le pedimos al gobierno que nos dé «gratis» añade un cargo más a la deuda nacional. Claro, los políticos son quienes pasan la tarjeta. Pero cuando alguien cree tener derecho a recibir todo eso sin dar nada a cambio, en realidad le está pidiendo al gobierno que cumpla un capricho hoy… poniéndolo en las tarjetas de crédito de sus propios hijos, y también de los hijos de otros.

No es casualidad que, cada día que pasa, todo lo que ofrece el gobierno sea más caro, mientras que los bienes y servicios del sector privado se vuelven más asequibles.

Agradecemos al autor su permiso para publicar su artículo, aparecido originalmente en Speak Out: https://speakout.substack.com/p/the-national-debt-explained-simply

José Miguel Gechele.- Defensor de la libertad | Escritor independiente | Inmigrante venezolano en EEUU. | Fundador de ideasdelibertad.com

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Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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