Atesoro una historia posiblemente apócrifa sobre un soldado estadounidense en Vietnam que se separó de su unidad en medio de la lucha contra las fuerzas norvietnamitas. Desorientado, se acercó a una aldea para pedir ayuda para regresar a su base. Ahí, un anciano se ofreció a ayudarlo.

Cuando salieron de la aldea y caminaban por una montaña cercana, se empezaron a escuchar disparos. Las fuerzas enemigas los estaban persiguiendo. El anciano se movió rápidamente, liderando el camino. Corriendo cuesta arriba a través de la densa jungla, el corazón del soldado latía con fuerza mientras jadeaba por aire, avanzando entre arbustos, ramas, rocas y lianas.

A medida que los sonidos de sus perseguidores se desvanecían en la distancia, el anciano de repente se detuvo y, desde la altura de la montaña, se tomó un momento para mirar el atardecer y el tono rojizo del cielo. “Qué belleza”, suspiró el hombre en un inglés con acento. El joven soldado, aún asustado y sin aliento, se asombró por la repentina calma del anciano. Luego reanudaron su marcha.

Esa noche, todavía a medio día de distancia de su destino, el anciano reveló al soldado que su hijo había sido asesinado por el Viet Cong —las fuerzas norvietnamitas— esa misma mañana. Al igual que su padre, había estado colaborando con “el enemigo”, ayudando a guiar a las tropas estadounidenses a través de la selva.

El soldado quedó estupefacto de que alguien que acababa de perder a su hijo pareciera tan tranquilo y aún pudiera tomarse un momento para apreciar un atardecer.

Después de llegar con éxito a su base, y una vez que terminó la guerra, el soldado regresó a Vietnam del Sur para buscar al anciano. Se enteró de que su guía era un venerado maestro taoísta, y a partir de ese momento se convirtió en su alumno.

Esta historia siempre me ha cautivado, estirando mis creencias sobre lo que es posible en el corazón humano. Muestra que incluso en medio del dolor de perder a un hijo —exponenciado tratándose de un asesinato—, uno aún puede apreciar la vida si no se rinde a las narraciones mentales: el monólogo o rumiaciones del “yo” que le ponen un juicio, etiqueta e interpretación a todo.

De hecho, mucho del dolor de la vida proviene de nuestras historias mentales. De ahí que renunciar a ellas —lo cual se practica en la meditación— ponga un alto al sufrimiento.

De la guerra de Vietnam a la Europa del siglo XVI

Comparo esto con la historia del querido compositor alemán Johann Sebastian Bach. Autor de piezas profundamente conmovedoras como los “Conciertos de Brandeburgo”, “El clavecín bien templado” y “Aire en la cuerda de sol” —el segundo movimiento de su suite orquestal Nº 3 en re mayor—, Bach soportó la muerte de diez de sus hijos y también de su primera esposa. Estas pérdidas lo afectaron profundamente e influyeron en su música.

A pesar de la alta tasa de mortalidad infantil y lo común de las muertes durante el parto en los siglos XVI y XVII, es difícil imaginar que Bach no experimentara una profunda tristeza y duelo. Sin embargo, compuso cientos de piezas de música bellísimas a lo largo de estas tragedias.

Por lo que sabemos, su profunda piedad le permitió rendirse a lo que consideraba la voluntad de Dios, anotando “S.D.G.”, que significa Soli Deo Gloria (latín para “a la gloria de Dios solamente”) al final de muchas de sus composiciones. La fe luterana de Bach en hacer su trabajo como una forma de servicio a Dios —como una “vocación”—fue clave en la manera en que ejerció su oficio, y sin duda lo ayudó a mantenerse “profesionalmente funcional” durante aquellas duras vivencias. Además, su dolor sin duda intensificó la calidad y profundidad de sus composiciones.

Bach no era taoísta, ni el sabio vietnamita, era luterano, pero veo en ambas figuras de momentos muy diferentes en la historia una rendición a la vida, un “hacer las paces” con el mundo, que no los eximió del dolor y la tragedia, pero dio a su existencia una fuerza, resiliencia y belleza profundísimas.



Agradecemos al autor el permiso para publicar su artículo, aparecido originalmente en: https://jmbowness.substack.com/p/que-tenian-en-comun-un-sabio-vietnamita?r=48u6i&utm_campaign=post&utm_medium=web&fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR3ZnKNw9dyyxaHBNbHo9fIQ9XUsoOxwb9jrm7WDOuuBknkn1JS9BjJPWLU_aem_ZmFrZWR1bW15MTZieXRlcw&triedRedirect=true

Jaime Martínez Bowness.- Profesor universitario Escuela de Negocios ITESM. Maestro en Business Administration por la Duke University.

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *