«Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y mente, el individuo es soberano.» – John Stuart Mill
«Cada hombre tiene la propiedad sobre su propia persona; y a esa propiedad nadie tiene derecho, excepto él mismo» – John Locke
El liberalismo es una corriente filosófica que tiene sus raíces en el humanismo renacentista, pero se estructura formalmente como filosofía, por primera vez, en la obra de John Locke, especialmente en sus dos tratados sobre el gobierno civil. Aunque también en su ensayo sobre el entendimiento de la naturaleza humana y su ensayo sobre la tolerancia. El humanismo se da a partir de la ruptura con el dominio absoluto que ejercía la religión en occidente. Este alejamiento permite regresar a los filósofos grecolatinos. Desarrollándose una corriente cultural que se interesaba mucho más por la realidad humana, por las necesidades concretas y particulares de los individuos, que de realidades metafísicas y de mandatos morales. Este retorno al hombre, a lo humano, llevo al desarrollo de perspectivas cada vez más sensibles a las necesidades que los individuos tenían para poder vivir una vida digna, para relacionarse con otros individuos, para comerciar, para vivir en sociedad, para llegar a acuerdos y para desarrollarse de la forma más plena posible. Tal sensibilización hacia la realidad humana está claramente plasmada en los pintores, escritores e incluso científicos del renacimiento y, en especial, en los filósofos del humanismo. Es este periodo en donde empieza a pensarse seriamente sobre la individualidad, la libertad y la autodeterminación. Cuestiones sobre las que incluso hoy en día hay mucho en que seguir trabajando. Sin embargo, es en la obra de John Locke en donde la libertad, la individualidad y la autodeterminación llegan a cristalizarse como las bases de una filosofía. Y es que John Locke comprendido, como ningún otro había comprendido hasta ese momento, que la libertad, la individualidad y la autodeterminación son los elementos fundamentales para la vida en sociedad y para vivir una vida digna y plena. Su ética, sin duda alguna, es guiada por estos tres elementos. Y lo podemos ver en un gran número de momentos a lo largo de toda su obra. Esta ética, basada en el respeto a la libertad, la individualidad y la autodeterminación, responde al hecho inédito de haber entendido que solo a través de estos elementos es que se podría establecer un auténtico estado de derecho, un orden social y un contexto de prosperidad económica.
Esto lo llevo a adoptar posturas muy avanzadas para su tiempo, como lo fue la idea de la división de poderes. Que, si bien se inspira en autores como Aristóteles o Polibio, Locke lo desarrolla en un marco mucho más integrado y coherente. Así, tenemos frases de John Locke como esta: “el fin que se proponen al elegir y autorizar a los miembros de la legislatura es que se hagan leyes y normas que sean como salvaguardas y barreras para así limitar el poder y moderar el dominio que cada miembro o parte de esa sociedad pueda tener sobre los demás”. También tenemos su postura -liberal para la época- sobre el matrimonio. En donde reconoce que la unión entre el hombre y la mujer debe ser una unión libre y voluntaria. Y si bien cae en otros determinismos propios de su época, lo cierto es que este punto represento un paso adelante y se debe considerar como un precedente para el feminismo. El párrafo en cuestión es el siguiente: “La sociedad conyugal se establece mediante un pacto voluntario entre el hombre y la mujer, y aunque consiste principalmente en un ayuntamiento carnal y un derecho de cada uno de los cónyuges sobre el cuerpo del otro, según conviene a su fin principal, que es la procreación, también conlleva un apoyo y asistencia mutuos, así como unos intereses comunes, necesarios tanto para unir sus preocupaciones y sus afectos, como también para su descendencia común, la cual tiene derecho a ser alimentada y mantenida por ellos, hasta que sean capaces de hacerlo por sí mismos”. El hecho de considerar al matrimonio como un pacto voluntario, es una de las razones por las que se le considera a Locke como uno de los primeros feministas, a parte del padre del liberalismo. Además de John Locke, otros autores fundamentales para el surgimiento y desarrollo de un modelo filosófico basado en la libertad, la individualidad y la autodeterminación son Adam Smith, David Hume, Adam Ferguson, Josiah Tucker, Alexis de Toqueville y Bernard Mandeville, entre otros.
En la época moderna, autores como Ludwig Von Mises y Friedrich Hayek defendieron estos elementos fundamentales del liberalismo y continuaron desarrollándolos con mayor amplitud en sus obras. Encontramos referencias más recientes en, por ejemplo, los tres volúmenes de “Defendiendo lo indefendible” de Walter Block. Obra tremendamente valiente en donde el autor se pone, como pocos, totalmente del lado de la libertad. Finalmente, debo mencionar como referencia el libro “Libertad y prejuicio”, editado por Yesenia Alvares y Diego Ato. Obra que es una compilación de artículos de diversos autores latinoamericanos en donde se aborda el tema LGBTIQ+ desde la perspectiva del liberalismo. El libro merece ser mencionado por que es el primero dedicado a abordar los temas de la diversidad sexual y de la diversidad de identidad de género desde el liberalismo. Creando un precedente muy importante para que el liberalismo avance como filosofía que se basa en la libertad, la individualidad y la autodeterminación.
Desafortunadamente, actualmente hay personas que se dicen liberales pero que están en contra de las libertades individuales y la libre autodeterminación. Estos personajes afirman que el liberalismo tan solo se enfoca en la libertad económica y que las demás libertades no son importantes para la filosofía liberal. E incluso que algunas libertades, como la libertad sexual, son contrarias al liberalismo. Estas personas son por lo general conservadores nacionalistas que creen que el cristianismo es la forma suprema de cultura y buscan imponer su credo religioso a través del aparato del estado. Y aunque estas personas están muy lejos de ser liberales, han promovido una visión del liberalismo que se ha vuelto popular en las corrientes de derecha. Provocado que el liberalismo sea percibido como un movimiento de derecha y conservador que se resiste a la plena y libre autodeterminación de los individuos. Todo ello, absolutamente contrario a lo que el liberalismo, como filosofía, defiende.
Además de la derecha, la izquierda también ha intentado, desde hace mucho, apropiarse de la lucha por la libertad. Sin embargo, la izquierda mantiene discursos totalmente contradictorios con respecto a la libertad. Desde Karl Marx hasta autores como Herbert Marcuse, Gilles Lipovetsky e incluso Judith Butler, hablan constantemente de libertad y autodeterminación. Pero, a diferencia del liberalismo, estos pensadores tan solo se refieren a una supuesta libertad y autodeterminación colectiva. Es decir, lo que ellos buscan no es que los individuos sean libres, sino que sean libres los colectivos. Más esto es una enorme contradicción. Primero por que los colectivos no son seres existentes, no piensan, no sienten, no tienen hambre, etc. Tan solo los individuos existen, sienten, piensan y tienen necesidades. Cuando la izquierda se enfoca en el colectivo, se olvida de los individuos, de los seres humanos que conforman a esos colectivos y los sacarifica, cual corderos, en nombre de esos ideales colectivos, de esa utopía colectiva en donde quien importa no es el ser humano que conforma ese grupo, sino una dirección determinada por unos cuanto y que es impuesta al resto para que sea cumplida como ley y razón absoluta de sus vidas. En este punto, podemos ver como tanto la izquierda como la derecha, que busca imponer su religión, su cultura y su moral, caen en el mismo error al negar la realidad humana de los individuos para someterlos a la colectividad. Y en ambos casos -izquierda y derecha- buscan usar al aparato represor del estado para tales fines. Es por ello que el liberalismo se distancia tanto de la izquierda como de la derecha, pues solo el liberalismo reconoce y se preocupa de la realidad humana de cada uno de los individuos que conforman esos grupos. Buscando formas de colaboración y de asociación en donde los individuos puedan realizarse plenamente y, a la vez, cooperar con los demás para lograr sus metas de forma mas eficiente. Así, el liberalismo es la única filosofía que desarrolla una ética basada en la libertad, la individualidad y la libre autodeterminación. Por que entiende que solo a partir de estos tres elementos, es que los seres humanos pueden vivir una vida digna y plena. Entiende, además, que solo a través de estos tres elementos se puede dar una asociación y una colaboración positiva y prospera entre individuos, ya qué sin respetar la libertad, la individualidad y la autodeterminación de los otros, caeríamos en una dinámica de constante transgresión hacia el otro, hacia su realidad personal, hacia sus necesidades más personales; y en una vida llena de frustraciones y de carencias. Carencias económicas por que se volvería inviable la colaboración y la asociación con otros individuos; y carencias psicológicas por que se volvería imposible vivir con dignidad y realizarse personalmente.
¿Porque son tan importantes estos elementos y como influyen en la construcción de un proyecto social?
Para que un individuo pueda realizarse plenamente, es necesario que tenga la libertad de seguir los caminos que considere mas adecuados para sus proyectos y para la satisfacción de sus necesidades. Esta libertad es la condición sine qua non para que cualquier ser humano pueda caminar su propio camino y arar su futuro. Para que un entorno social ceda esta libertad, debe aceptar la individualidad de cada persona. Es decir, debe aceptar que cada persona sea una unidad en si misma, que piense de manera individual, que desarrolle una vida de manera individual, que cree estrategias relacionales de forma individual, y que sea libre de decidir la forma en la que, como individuo, quiera colaborar con ese entorno social. Ahora, esta libertad de ser un ser individual conlleva algo aun mas de fondo, y esto es la libertad de la autodeterminación. Es decir, la libertad de caminar un camino por uno mismo, de explorar las diversas rutas que cada cual desee explorar y que cada cual crea necesario transitar.
Dicho lo anterior, pasemos al plano económico. ¿Por qué la libre autodeterminación de los individuos es la mejor ruta para la prosperidad económica? Esto lo expresa Adam Smith de la siguiente forma: “el esfuerzo natural de todo individuo para mejorar su propia condición, cuando se ejercita con la libertad y seguridad, es un principio tan poderoso que, por si solo y sin ayuda alguna, es, no sólo capaz de conducir a la sociedad a la riqueza y a la prosperidad, sino incluso es capaz de superar el centenar de obstrucciones impertinentes con que la locura de las leyes humanas obstaculiza, con demasiada frecuencia, su funcionamiento”. Esto quiere decir que cuando alguien logra desarrollarse como individuo, por medio de las rutas que el decida seguir y puede colaborar con la sociedad desde su universo personal, es cuando los individuos pueden aportarle mas a la sociedad y a la economía. Por que es cuando los individuos son más creativos, más diversos, más especializados; y cuando más pueden innovar. Es decir, es entonces cuando los individuos desarrollan más la función empresarial y cuando colaboran de forma mas productiva con la sociedad. Tanto por que se sienten plenos y felices de hacerlo, como por que han desarrollado habilidades y perspectivas -capital humano- que aportara nuevas soluciones. Mises lo expresa en los siguientes términos: “El significado de la libertad económica es este: que el individuo esté en posición de elegir el modo en el que él quiera colaborar con la sociedad e integrarse a ella”. Y es que la libertad para desarrollar la propia individualidad, la libertad para la autodeterminación, la libertad de construirse a uno mismo y de caminar el camino que cada cual desee seguir, implica que esos individuos, gracias al incentivo de vivir la vida que se desee vivir, desarrollaran diversas formas de capital humano necesario para poder vivir esa vida deseada. Y será ese capital humano, que jamás se desarrollaría si no se tuviese esa libertad y ese incentivo, lo que creará nuevas soluciones, nuevas perspectivas, nuevas estrategias, nuevos mercados y formas nuevas de resolver las cosas. Y es que, como bien dice Deirdre McClosckey: “El progreso no se explica ni por el capital ni por las instituciones, sino por la innovación”. Es decir, que el principal factor de progreso de la humanidad ha sido siempre la innovación. Y la innovación no surge ni de la acumulación de capital ni de las instituciones en sí mismas, sino que solo puede surgir del desarrollo del capital humano. De las nuevas formas de conceptualizar las cosas, de las nuevas formas de concebir, de formular, de entender al mundo y a los fenómenos. Y este capital humano que permite ver las cosas de formas nuevas y por ende crear nuevas soluciones, nuevos modelos, nuevas estrategias, surge solamente de las mentes de los individuos. Mentes individuales, nunca colectivas. Y estas mentes solo se logran desarrollar cuando son libres de seguir su propio camino, de desarrollar su individualidad; y cuando son libres de autodeterminarse, caminando los caminos que deban caminar y desarrollando las perspectivas y soluciones que únicamente podrán ser desarrolladas cuando se caminan esos caminos individuales. Cuando se tiene el incentivo de caminar el propio camino, de vivir la propia vida y de ser libre de relacionarse y colaborar con los demás de la forma en la que a cada cual mejor le parezca.
En conclusión, el verdadero progreso de una sociedad radica en cuanto se les permita a los individuos desarrollarse como individuos; y en el grado en que se les permita a las personas la libre autodeterminación y el pleno desarrollo de sí mismos y de su capital humano. Porque solo de esa forma es que las sociedades se enriquecen con la innovación, con la empresarialidad y con la colaboración entre los individuos que conforman dichas sociedades. Es la libertad para que los seres humanos desarrollen plenamente su individualidad y su autodeterminación, lo único que permite que se desarrollen sociedades prosperas, pacíficas, felices y cooperativas.
«El fin de la ley no es abolir o restringir, sino preservar y ampliar la libertad. Una persona libre no está sujeta a la voluntad arbitraria de otra y es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo y su propiedad. Pero esas propiedades solo existen, cuando la ley protege tu libertad y la de los demás.» – John Locke