En la medida en que el estadounidense promedio sabe algo sobre el movimiento independentista de Sudamérica, oye hablar de Simon Bolívar, que ejerció un papel aproximadamente equivalente al de George Washington en nuestra propia experiencia nacional. Sin embargo, como hoy la República de Colombia celebra 213 años de independencia, hay otro personaje que ejerció una considerable influencia en ese país, pero cuyo renombre ha sido en gran medida eclipsado por Bolívar. El revolucionario en cuestión es Francisco de Miranda, y su visión para América del Sur ofrece una incisiva lección libertaria.

De Miranda nació en 1750 en Caracas, Venezuela, en el seno de una familia moderadamente rica. Sus padres invirtieron mucho en su educación, ya que mostró ser una gran promesa en el mundo académico, dominando rápidamente las ciencias, las humanidades y la lingüística. En 1771 viajó a España, convirtiéndose en capitán del Ejército, en 1781 fue desplegado en la batalla de Pensacola en la Florida Occidental Británica, como parte del desgaste de España contra su antiguo rival, Gran Bretaña. La estancia de De Miranda en América del Norte le permitió conocer a las luminarias de la Revolución Americana como Washington, Alexander Hamilton, John y Samuel Adams, Thomas Jefferson y Henry Knox. Fue aquí donde de Miranda comenzó a formular su visión e identidad para América Latina.

De Miranda observó que aunque las trece colonias de América del Norte tenían culturas y costumbres diversas, compartían valores suficientes como para cooperar de manera eficaz, actuando como una entidad nacional contra un enemigo común. Llegó a la conclusión de que todas las colonias de España en América deberían hacer lo mismo, uniéndose en un superestado que se extendiera desde Tierra de Fuego en Argentina hacia el norte, hasta Baja California, en México, y hacia el este hasta Louisiana y las Antillas. Para definir esta entidad continental, de Miranda comenzó a usar el término “Colombia” y a denominar a sus habitantes como colombianos. Tenga en cuenta que esto fue en un momento en que los naturales de la hoy Colombia – si la gente allí se llamaba a sí misma algo más que súbditos españoles – puede que hayan dicho que provenían de Nueva Granada, que era el antiguo nombre del país.

El problema de De Miranda fue que era alto en ideas pero corto en prácticidad. En 1806, De Miranda regresó a su Venezuela natal al frente de una expedición de filibusteros, integrada por combativos neoyorquinos, con una bandera que había diseñado para un país que entonces existía sólo en su mente. El primer intento de liberación del país por De Miranda fracasó estruendosamente, así que después del exilio en Inglaterra, de Miranda intentó su gesta independentista de nuevo en 1810, esta vez financiado cómodamente por otro nativo venezolano, Simon Bolívar. Después del éxito inicial, el contraataque realista derrotó a los revolucionarios, y las autoridades españolas encarcelaron a Francisco de Miranda en Cádiz, España, donde murió cuatro años después, a los 66 años.

Bolivar continuó la lucha por la independencia, y finalmente logró la liberación de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá (esa bandera que De Miranda diseñó la reconocerías fácilmente como la base de las banderas oficiales de Colombia, Venezuela y Ecuador). Adhiriéndose a la visión de Miranda, Bolívar estaba obsesionado con conjuntar a estos seis países ahora separados, en una unión política que se llamaría La Gran Colombia, con planes expansionistas para expediciones de liberación de Cuba y Puerto Rico.

Sin embargo, desde el inicio las presiones regionalistas desgarraron esa unión. La insistencia de Bolívar en la centralización resultó poco práctica en un terreno dominado por los intransitables Andes, densas selvas, sabanas sofocantes y inmensas llanuras, complicando la difusión y aplicación de los decretos gubernamentales. Más al punto, la experiencia diaria de las personas en estos lugares diferentes les hizo sentirse menos comunes entre sí. Así se separaron en secuencia: Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia del experimento, dejando a Colombia para defenderse de disputas fronterizas y guerras civiles en promedio cada cuatro años durante el resto del siglo XIX. Como han observado libertarios como el Dr. Murray Rothbard, resulta que el gobierno es una carga, la cual los pobladores soportan mejor o peor dependiendo de la zona dada, pero haciendo que los países más grandes sean generalmente menos estables.

Sin embargo, la República de Colombia ha soportado los rigores del tiempo y ha logrado una prosperidad envidiable. ¡Rezamos para que así continúe durante muchos años por venir!

Daniel Donnelly, libertario estadounidense, candidato y miembro del Partido Libertario de Nueva York. 

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

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