“Estamos formando niños que solo son capaces de repetir, en lugar de desarrollar mentes creativas e innovadoras. Debemos formar mentes capaces de descubrir por su cuenta desde la edad preescolar, y durante el resto de sus vidas” – Jean Piaget
Estas últimas semanas, los mexicanos hemos estado bombardeados por todo tipo de comentarios a favor y en contra de los nuevos libros de texto de la SEP. Y, por supuesto, no es para menos. Al final, son nuestros hijos quienes estarán expuestos a los contenidos de estos nuevos libros. Es por ello que, en esta ocasión, me ha parecido pertinente dedicar algunas líneas al tema de la educación. No pretendo embarcarme en un análisis de los nuevos libros de la SEP, pues me parece más relevante enfocarme en tratar algunos puntos generales que considero cuestiones de fondo en torno al tema de la educación. Como lo es el derecho de los niños a la educación, el papel de los padres como tutores, el pensamiento crítico, procesos cognitivos básicos, marcos socioculturales y adoctrinamiento ideológico.
Desde que el filósofo y físico argentino, Mario Bunge, planteara la clasificación de las ciencias en ciencias fácticas y ciencias formales, se ha puesto mucha más atención a los procesos del pensamiento abstracto y concreto. Las ciencias formales (así como algunas otras materias y áreas), se enfocan en objetos abstractos y teóricos. Algunas áreas son: La lógica, las matemáticas y la informática; pero también las artes, la arquitectura y la filosofía. Mientras que las ciencias fácticas se enfocan en objetos empíricos y concretos; y se dividen en naturales (como la física, química, biología, geología, ingeniería, etc.), y en sociales (como la psicología, sociología, antropología, economía, ciencias políticas, etc.).
Sin embargo, se ha comprendido que, a su vez, todas las áreas tienen un aspecto técnico y concreto, y un aspecto teórico, conceptual y analítico. Por ejemplo, tenemos la física teórica y la física experimental; o los aspectos técnicos de una obra plástica y la dimensión abstracta y conceptual. La parte analítica de las matemáticas y la parte aplicada, etc. Es decir, vemos que, para dominar una materia, es fundamental que los niños y adolescentes logren desarrollar en la mayor medida posible los procesos cognitivos concretos y abstractos. Pero, además, que desarrollen la mayor cantidad de plasticidad cognitiva, que les permita transitar de lo concreto a lo abstracto y de lo abstracto a lo concreto. De tal forma que sean capaces de resolver la complejidad de los diversos problemas que se les presentaran en la vida real cuando se integren al mundo laboral.
Aquí, debemos entonces preguntarnos: ¿Los libros de la SEP y los proyectos pedagógicos, atienden la necesidad de desarrollar el pensamiento abstracto y concreto, así como la plasticidad para transitar de uno a otro? De no ser así ¿Qué estrategias pedagógicas están faltando, dejando a nuestros hijos carentes de esas habilidades cognitivas? Otro punto sobre la misma línea es la capacidad de realizar inferencias lógicas (tanto inducciones, como deducciones); e inferencias empíricas (llegar a conclusiones en base a las observaciones, patrones y resultados observados). ¿Por qué es importante tener la habilidad para realizar inferencias? Bueno, porque de otra forma, nuestras conclusiones y posturas respecto a las diversas situaciones a las que nos enfrentemos estarán todas basadas en meras especulaciones en lugar de inferencias. La diferencia consiste en que especular se basa en conjeturas y prejuicios sin fundamentos, sin bases y sin elementos concretos. En cambio, una inferencia solo se basa en los elementos objetivos que se poseen y que son viables para conducirnos a una conclusión objetiva, mas no necesariamente absoluta, sino aproximada y perfectible. Si el modelo educativo no ayuda a los niños a desarrollar la habilidad de realizar inferencias -tanto lógicas como empíricas-, los estará dejando desprovistos de una de las herramientas más importantes en la vida.
Eso nos lleva al pensamiento crítico y el pensamiento lateral. El pensamiento lateral consiste en la habilidad para abordar un mismo problema desde diferentes perspectivas, la capacidad para concebir de distintas formas una misma cuestión. Y, por ende, la capacidad para generar respuestas y soluciones alternativas, innovadoras, creativas y capaces de resolver problemas de formas más eficientes. A su vez, el pensamiento crítico permite analizar las diversas situaciones y problemas de manera que podamos observar de forma objetiva y racional los diversos elementos, implicaciones y complejidades. Es todo lo contrario a la replicación mecánica de dogmas y de recetas. Es la capacidad más importante que una persona puede desarrollar; la capacidad que les permitirá a los niños elegir correctamente gobernantes, parejas, posturas ideológicas y tomar decisiones acertadas a lo largo de sus vidas. Por ello, debemos preguntarnos muy seriamente si lo que la SEP nos está ofreciendo es un proyecto real de pensamiento crítico y de pensamiento lateral, o solo busca insuflar en las mentes de los niños aquellos dogmas ideológicos que a quienes están en el poder les conviene, para seguir manipulando a las masas.
El derecho de los niños a la educación. Partamos de preguntarnos porqué tendrían que tener derecho a la educación los niños. Y, bueno, claro, porque sin educación, no tendrán oportunidades de nada. Luego entonces, el fin último es el pleno desarrollo de los niños y jóvenes. Y, siendo así, el papel del estado no debería ser sino el de procurar dar las condiciones para que la sociedad y los mercados puedan constantemente innovar y desarrollar alternativas cada vez más eficientes para ofrecerles a los niños opciones mucho mejores. Estrategias, planes, programas, tiras de materias, certificaciones, formas de titulación, etc. cada vez más eficientes. El estado debe velar por la libertad del mercado educativo -incluido un libre mercado de certificación- para que la innovación y la mejora continua sean lo que guie a la educación. Fungiendo el estado como proveedor de educación en los casos mínimamente necesarios y, ante el mercado, un competidor más.
Sin embargo, en México, ocurre todo lo contrario: La SEP, mantiene un monopolio absoluto sobre la educación. Incluso la educación privada esta por completo sometida a los criterios de la SEP, impidiendo del todo el progreso de la educación en todos los sentidos y, peor aún, usando ese monopolio para adoctrinar ideológicamente a los niños y jóvenes. Esto no lo digo por los libros nuevos de la SEP. No, esto ha sido la historia de siempre en la educación de este país; tanto en las escuelas públicas como en las privadas. Porque la educación privada en este país es un oxímoron: No existe la educación privada porque la educación está totalmente monopolizada por la SEP. Es por ello que la monopolización de la educación por parte del estado vulnera y transgrede el derecho fundamental de los niños al acceso a la educación. Y es que, al monopolizar la educación, la SEP destruye la innovación, la creatividad y la eficientización, provocando una educación muy deficiente y, aún peor, convirtiendo a la educación en un medio de adoctrinamiento y de control de masas.
Los padres como tutores. Esto nos lleva al tema de los padres, es decir: ¿los padres tienen derecho a decidir qué pueden y qué no pueden aprender sus hijos? ¿Los niños y jóvenes deben estar sometidos a lo que sus padres decidan qué pueden y deben aprender y qué no? Es decir: ¿los padres son dueños de sus hijos o solo son sus tutores? Esta es una cuestión muy importante, pues de ello se derivan posturas muy diversas respecto a la educación. Lo cual nos remite, ineludiblemente, al ser y la nada de Sartre pues, los individuos, no son objetos, sino sujetos. Y, si negamos la realidad individual, la realidad como sujetos de nuestros hijos, pues entonces les convertiremos en objetos. Y, con ello, su realidad personal, sus necesidades, su desarrollo y todos sus procesos psicosociales, socioafectivos y, por supuesto, educativos, se verán supeditados al capricho y la arbitrariedad de los padres.
Es decir, si vemos a los hijos como propiedades de los padres, como sus objetos, entonces sus necesidades -de toda índole- quedaran invisibilizadas y enterradas bajo las demandas narcisistas de los padres. Aludiendo al humanismo del filósofo Emmanuel Levinas, el reconocimiento del otro, como otro, como alguien diferente e independiente de mí; el reconocimiento del otro como una realidad humana distinta a la mía, que merece ser aceptada, validada, respetada y atendida, es el punto de partida trascendental para poder hacer una buena labor como padres. Pues, si no reconocemos la realidad personal e individual de nuestros hijos -externa a nuestra realidad persona- jamás podremos reconocer sus necesidades, problemáticas y requerimientos para desarrollarse plenamente; así como sus necesidades, intereses y proyectos personales que les permitan formarse amplia y profundamente. Es por ello que, como padres, debemos comprender que no somos los dueños de nuestros hijos, sino solo sus tutores. Y, como tales, no tenemos ningún derecho a hacer ni disponer de nuestros hijos y de su formación como se nos venga en gana. Pues, lo que importa, no es lo que nosotros queramos, sino lo que nuestros hijos necesitan para su pleno desarrollo. Por ello, como padres, debemos atender, no a nuestros intereses o ideologías, sino a las necesidades e intereses de nuestros hijos. De forma tal que les proveamos las herramientas necesarias para que puedan vivir una vida plena y significativa. Y para ello, como padres, debemos trabajar diariamente en dejar de lado -en la mayor medida de lo posible- nuestros impulsos narcisistas.
La educación sexual. Una de las cuestiones más polémicas en la educación es la cuestión de la educación sexual. Y este punto tiene mucha relación con el tema de la tutela de los padres. ¿Los padres tienen un derecho especial sobre que pueden o no conocer y aprender sus hijos sobre la sexualidad? ¿Deben los niños y jóvenes estar sometidos a las creencias, religiones, cultura o ideologías de los padres? ¿O el derecho a la educación sexual de los niños y jóvenes está por encima de las creencias, religión, ideologías y cultura de los padres? Para determinar quién es el que tiene el derecho, si los hijos, los padres o el estado, tenemos que identificar sobre quien recae la cuestión.
Y, bueno, evidentemente que sobre quien recaerá el tener o carecer de la adecuada información sobre la sexualidad, será sobre los niños y jóvenes. En ese sentido, ni los padres ni el estado tienen ningún derecho especial sobre de la humanidad de los muchachos y su acceso a la debida información y formación. Es decir, lo que debe determinar el acceso a la información sobre la sexualidad y el tipo de información, no es ni deben ser las creencias de los padres ni los intereses del estado, sino la necesidad superior de los niños y jóvenes a dicha información. Por ende, lo que debe determinar el tipo de acceso y de información, así como las estrategias pedagógicas correspondientes, debe ser el análisis crítico y objetivo de lo que los niños y jóvenes requieren para tener un desarrollo sexual, psicosocial y socioafectivo sano, positivo y lo más pleno posible.
Por supuesto, aquí el monopolio del estado nuevamente implica una barrera para la mejora e innovación de las estrategias y criterios relacionados con la educación sexual de los menores. Así, cuestiones como la diferencia entre sexo como una dimensión biológica y género como una cuestión cultural e identitaria, si bien pueden entrar en conflicto con las concepciones clásicas del género en las religiones y en las concepciones biologicistas más deterministas, es necesario que los niños lo comprendan en pro de un adecuado desarrollo psicosocial, dada la necesidad de comprender el trasfondo sociológico de los roles y estereotipos de género. De forma tal que tengan la posibilidad de ir más allá de los determinismos que afectaran tanto su desarrollo personal como sus dinámicas interpersonales. Es decir, las necesidades de los menores de desarrollar herramientas psicosociales y socioafectivas, así como marcos sociológicos adecuados, es fundamental para su pleno desarrollo. Por ello, las creencias religiosas o ideológicas de los padres o del estado, jamás deben estar por encima de las necesidades de los menores.
Marcos socioculturales e históricos. Lo anterior nos lleva a la importancia de marcos históricos y sociológicos objetivos, formales y adecuados para que los menores tengan un apropiado punto de partida. Por ello, las manipulaciones y distorsiones en las que la SEP suele incurrir en lo que se refiere a los hechos históricos y sociológicos, lleva a los menores a tener una visión totalmente distorsionada y falsa de los procesos históricos. Impidiendo que los menores puedan tener una perspectiva objetiva de la realidad. Nuevamente, los intereses, creencias e ideologías de los padres y del estado, jamás deben estar por encima de las necesidades de los menores.
Los menores tienen el derecho y la necesidad de conocer la realidad, de conocer los hechos históricos y los contextos sociales reales para poder formarse un criterio adecuadamente informado y fundamentado. Y es que, si los padres o el estado manipulan, sesgan o distorsionan los hechos históricos y los marcos de referencia de los contextos sociales -ya sea porque hay verdades incómodas, porque esos hechos entran en conflicto con sus ideologías, creencias o religión; o porque tienen algún interés perverso en ello, estarán provocándole un gran daño a los menores, pues les estarán creando una percepción falsa y distorsionada de la realidad. Lo que les llevara a vivir en una especie de burbuja ideológica y en conflicto con la realidad. Esto incluye cualquier mito religioso que se les pretenda enseñar a los menores sin proveerles a su vez de los marcos científicos, arqueológicos, históricos, filosóficos y lógicos necesarios para que los menores tengan las herramientas adecuadas para poder afrontar los dogmas y creencias religiosas. Pues, de otra forma, los menores serán presa de un adoctrinamiento ideológico e, incluso, de franco abuso.
Conclusión, este ensayo se enfoca en el principio del interés superior de la niñez, principio plasmado en nuestra Constitución y en la Convención sobre los derechos del niño de 1989. Y lo que este principio observa, es que las acciones del estado, así como las de los tutores (Padres), deben centrarse en los intereses de los menores; así como en sus necesidades. Reconociendo a los menores como titulares plenos de derechos. es decir, como individuos, como seres humanos con derecho a la alteridad, a la individualidad, al reconocimiento y al pleno desarrollo: cognitivo, sexual, socioafectivo, psicosocial, interrelacional y en todos los sentidos.
“El principal objetivo de la educación debería ser formar personas capaces de hacer y pensar cosas nuevas, no simplemente repetir lo que otros han hecho y pensado; personas creativas, inventivas y descubridoras, que puedan ser críticos, verificar y no aceptar todo lo que se les ofrezca” Jean Piaget
Tonathiu Viniegra: Autor y analista.
Twitter: @Ronin_Tonathiu