El mexicano es un ser de trámites transaccionales.

Desde muy joven le convencieron de que debía estudiar para triunfar. Así es que lo hizo.

Terminó sus trámites, la promesa era que después de terminar esos trámites obtendría un empleo bien pagado y la vida resuelta.

Esto fue así durante algunos años en la segunda mitad del siglo XX.

Mientras las ciudades y el país se convertían en hervideros de actividad que requería más y más profesionistas a medida que crecía, el Estado fue adquiriendo más y más poder.

Con el triunfo de la revolución mexicana en la primera mitad del siglo XX, este país tardó todavía más de cuarenta años en convencerse de que necesitaba progreso, modernidad e industria.

El México moderno

Las ciudades continuaron necesitando albañiles y obreros, pero también se enfocaban en buscar profesionistas específicos: arquitectos, médicos, administradores, contadores; buscando el crecimiento social, el Estado se preocupó por formar profesionales en la Ciencias Sociales, aquellos expertos que nos darían luz sobre los temas trascendentales con los que un país debe crecer: crecimiento demográfico, sociología, economía.

Sin embargo, el Estado en su autoproclamada sabiduría, comenzó a engrosar su tamaño, como un titán grotesco, extendió sus brazos en todas las áreas en las que puede crecer un país, y pensando que para ello necesitaba expertos, formó más y más «científicos sociales» y formó más y más secretarías de estado y nidos de burocracia y estatismo.

Las secretarías comenzaron a llenarse de profesionistas y el de a pie se dio cuenta que cualquiera que tuviera una carrera terminada, tendría acceso a la bonanza que los empleos en el estado podían ofrecer.

Pero como todo lo que hace el Estado es un cruel espejismo, la realidad vino a alcanzar a los jóvenes más de sesenta años después.

El Estado es incapaz de generar empleos, es incapaz de generar riquezas, y le cuesta muchísimo trabajo (y dinero de nuestros impuestos) mantener al enorme gólem que se creó con el fin de que el de pie creyera y justificara la existencia de tantísimos empleos absurdos en el gobierno.

Las plazas vitalicias y el nepotismo

En los años ochenta, los empleos en las secretarías de gobierno se vendían como plazas vitalicias. Jugosos empleos que remuneraban una buena cantidad de dinero a cambio de pretender que trabajabas. Al no existirr un contralor privado que mida la productividad de una persona, un burócrata bien podía decir que si trabajaba de forma ardua y productiva.

Los que no eran tocados por las divinas «palancas» y el nepotismo, tenían que conformarse con esperar que un burócrata de mayor nivel les volteara a ver de forma condescendiente y formar parte de la maquinaria del gobierno para poder vivir sin producir nada.

1968

Las Universidades públicas se convirtieron en semillero de futuros burócratas el no contar con mecanismos de mercado que permitieran que esas carreras pudieran desarrollarse y generar demanda. Esas mismas universidades se llenaron de maestros con ideologías rancias y tóxicas que hoy en día son lo normal de la universidad pública.

Fue después de los terribles acontecimientos de Tlaltelolco que el Estado «recompensó» a muchos líderes estudiantiles con jugosas plazas en el gobierno federal.

Líderes que hoy en día son o fueron políticos impulsores de ideologías que mantienen al estudiantado de las universidades públicas como jóvenes que creen que el Estado debería de proveer «más oportunidades» que en realidad significa más empleos en gobierno aunque sean egresados de carreras que no tienen demanda en el mercado laboral.

El joven ha sido adiestrado a creer que si termina sus trámites transaccionales, que si estudia y saca buenas calificaciones, será exitoso y habrá empleo para él aunque haya estudiado una carrera que no tiene demanda.

No hay mercado para carreras en ciencias sociales

En México, un filósofo, un sociólogo o una licenciada en estudios de género, no tiene ningún futuro en empresas privadas.

Esto no significa en absoluto que sean carreras inútiles; significa que este país no se ha preocupado por generar los espacios para tener más y más egresados en ciencias sociales que pudieran ocupar puestos de liderazgo o desarrollo en empresas privadas.

Esto se debe a que el empresariado no ha sido debidamente informado y educado a comprender los beneficios que obtendría al contratar a un profesional en estas áreas.

La solución al desempleo y sueldos precarios en jóvenes

No hay una solución a corto plazo. La intervención total del Estado sobre la educación, el secuestro en el que se encuentra la educación en México impide pensar en un panorama que sea favorable. No sólo para el egresado en Ciencias Sociales si no para los egresados en general.

Muchos reclutadores profesionales y headhunters han mostrado una preocupación conjunta:

Muchos candidatos para empleos no saben leer de forma apropiada.

Muchos candidatos no saben resolver problemas simples de matemáticas.

Muchos egresados carecen del pensamiento lógico para resolver problemas.

La capacidad de atención de un centennial es de tres segundos.

El joven moderno no considera la puntualidad o las buenas costumbres como elementos deseables para su propia contratación en un empleo.

Los headhunters de empleos de alto nivel han señalado que en los útlimos diez años han contratado más extranjeros en posiciones de alto nivel.

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