Daniela Rabia , con Maschicidio. Una mentirosa promesa de felicidad ( Pellegrini Editore , 2025), ofrece un relato en el que la narrativa desafía las convenciones, mezclando introspección y tensión social. El título deliberadamente provocador e irónico no esconde un canto a la violencia, sino más bien una reflexión sobre el poder de las ilusiones y la capacidad del individuo para autodeterminarse, incluso cuando el camino está marcado por errores y obsesiones.
La protagonista, Martha, es una mujer libre, independiente, inmersa en su trabajo como investigadora universitaria. Su mundo, construido sobre la disciplina y el rigor, se ve sacudido por el encuentro con Giorgio, un abogado casado y padre de familia. Lo que comienza como una fascinación repentina se convierte en una obsesión que la lleva a perder progresivamente el control de su vida. El amor no correspondido se convierte en una jaula, pero no por voluntad de nadie: es la propia Martha quien se encierra en una ilusión, confundiendo deseo y realidad.
Rabia construye un personaje femenino de rara profundidad, capaz de encarnar la complejidad del alma humana. Marta no es víctima de un sistema ni de una dinámica social impuesta: es artífice de sus propias decisiones, tanto las que la llevan a equivocarse como las que la llevan a la redención. Su caída no es fruto de un abuso externo, sino de la incapacidad de aceptar los límites de la realidad , de reconocer que la auténtica libertad no está en la posesión de los demás, sino en el dominio de sí mismo.
Significativo en este sentido es el momento en el que la propia protagonista, en el apogeo de su obsesión por Giorgio, reflexiona: “Nunca me ha pasado algo así. ¿Es posible que exista el amor a primera vista? Aquí la autora muestra cómo se ve abrumada por una idea romántica que se infiltra en su existencia racional. Pero la realidad se encargará de negar esta ilusión, llevándola hacia una espiral autodestructiva.
La fuerza de la novela reside en la capacidad del escritor de Catanzaro de no caer nunca en el moralismo ni en la retórica. No se pide al lector que tome partido por ningún personaje ni que saque conclusiones simplistas sobre la culpa y la responsabilidad. La historia se desarrolla en una intensa trama psicológica, que plantea profundas preguntas sobre la naturaleza del amor, las expectativas y la fragilidad del ser humano frente a sus propias ilusiones.
Emblemático es el pasaje en el que la susodicha Martha toma conciencia de la trampa en la que ha caído: «Y la rabia, hacia su propia voluntad que ha creado la historia de amor de la nada y hacia Giorgio, que se revuelca en la mediocridad de sus sentimientos negándose a sí mismo». y para ella una vida de plenitud, explota destructivamente”. El amor idealizado se convierte en una prisión mental y el deseo de una vida auténtica choca con el miedo a enfrentarse a la soledad.
El lenguaje narrativo es fluido, rico en imágenes y sugerencias, con un inteligente uso de la ironía que amortigua los tonos más dramáticos y da ritmo a la narración. No faltan las críticas implícitas a una sociedad que con demasiada frecuencia se refugia en esquemas rígidos, donde se promete la felicidad pero nunca se garantiza, donde se sacrifica la libertad individual en nombre de constructos predefinidos.
El viaje de Marta revela el eterno conflicto entre la autodeterminación y el autoengaño , entre el deseo de poseer y la necesidad de desprenderse. Maschicidio no es un manifiesto, sino una reflexión abierta, que nos invita a mirar más allá de las apariencias y a cuestionarnos qué es lo que realmente nos hace libres. El mensaje subyacente queda cristalizado en las palabras del citado protagonista: “¿Hemos vivido la vida equivocada o era la única posible? Los errores siempre se entienden después. Incluso después uno comprende que no fueron errores sino necesidades”.
Una conciencia que cierra la novela con una nota de redención y esperanza renovada.
Valentina Diaconale.- es integrante de la redacción de L’Opinione delle Libertà.