“Tú eres el medio ahora”. Este mensaje, publicado por Elon Musk en su cuenta de X tras las recientes elecciones presidenciales en Estados Unidos, transmite una idea poderosa: hoy, cualquier persona puede compartir noticias, expresar opiniones y, sobre todo, influir en la construcción de una narrativa social.
La frase alude específicamente a cómo, mientras muchos de los grandes medios tradicionales favorecían la candidatura de Kamala Harris, un movimiento emergente de podcasters, youtubers y creadores de contenido en redes sociales con simpatías por Donald Trump logró equilibrar el relato durante la elección.
Este fenómeno evidencia una transformación en el rol de los ciudadanos, quienes ya no solo consumen noticias, sino que también las producen, modifican y difunden.
Surge entonces algunas preguntas urgentes: ¿es positivo que la información se genere y comparta de manera tan libre? ¿Qué implicaciones tiene para la verdad y la objetividad?
Esta democratización de la información permite múltiples perspectivas sobre un mismo hecho, y ofrece visibilidad a historias que, de otro modo, podrían haber sido ignoradas o minimizadas por los medios tradicionales.
Además, ante situaciones de emergencia, los ciudadanos pueden actuar como testigos directos, reportando eventos de manera casi inmediata. Asimismo, se abren nuevas oportunidades y espacios para conocer nuevas voces y personajes, aportando a la pluralidad y diversidad democrática.
Sin embargo, esta libertad trae consigo riesgos profundos; el más alarmante es la desinformación.
En un ecosistema informativo donde cada individuo puede “ser el medio”, no todos los usuarios poseen las herramientas, el rigor o la voluntad para verificar la información que comparten, facilitando así la propagación de noticias falsas que manipulan la opinión pública.
El exceso de información contribuye también a la “fatiga informativa” y a la polarización. Las redes sociales, impulsadas por algoritmos que priorizan la interacción, tienden a mostrar contenido que confirma las creencias de los usuarios, creando “burbujas informativas” que dificultan el diálogo y el entendimiento.
En definitiva, la capacidad de “ser el medio” es una promesa democrática fascinante, pero también una responsabilidad.
El equilibrio radica en acompañar esta nueva libertad con un esfuerzo colectivo por educar y responsabilizar a cada usuario sobre el contenido que comparte.
La información es poder, y en manos de todos, debe ser manejada con integridad y respeto a la verdad.
Agradecemos al autor el permiso para publicar su artículo, publicado originalmente en Primicias: https://www.primicias.ec/opinion/matias-abad-merchan/redes-sociales-fake-news-donald-trump-83105/
Matías Abad.- Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
Twitter: @matiasabadm