1.
Llama la atención la incomprensión que hay con relación a los empresarios y a la empresarialidad, la animadversión que muchos sienten por los empresarios y la repulsa que les causa la empresarialidad. Esa incomprensión, animadversión y repulsa no tiene razón de ser. ¿Qué me dicen si afirmo que el empresario es un benefactor de la humanidad, alguien que le hace el bien a los demás? En el mejor de los casos que no sé lo que digo (que soy un ignorante) o, en el peor, que algún empresario me paga para que le eche porras (que soy un vendido). ¿Será?

Para entenderlo comencemos desde abajo, por los zapatos que traemos puestos y que evitan que vayamos por la vida descalzos, con los pies deshechos. ¿A quiénes se los debemos? A los empresarios que los producen y ofrecen, desde el dueño de la fábrica, donde se producen, hasta el propietario de la zapatería, donde se ofrecen.

Y para no hacer el cuento largo pasemos de los pies a la cabeza y preguntémonos, quienes los usamos, a quiénes les debemos los anteojos, desde el armazón hasta las micas, que nos permiten ir por la vida viendo la cosas con claridad. A los empresarios que producen y ofrecen desde armazones hasta micas debidamente graduadas.


Vistas así las cosas, ¿no será verdad que los empresarios son benefactores de la humanidad? Sí, dirán algunos, si nos regalaran desde los zapatos hasta los anteojos, algo que no hacen, ya que nos cobran desde los anteojos hasta los zapatos, por lo que afirmar que son benefactores de la humanidad es una exageración.

El punto anterior no lo discuto. Me queda claro que si quiero seguir teniendo desde zapatos (para no ir descalzo por la vida), hasta anteojos (para ir por la vida viendo bien), debo estar dispuesto a pagarle, a quienes los producen y ofrecen, un precio que, por lo menos, les permita recuperar sus costos de producción, precio que no es el resultado de un abuso de parte de los empresarios, sino de una realidad: producir bienes y servicios cuesta. De hecho, vivir cuesta.

Pero además, ¿cuál es la mejor muestra de que lo que los empresarios hacen, producir y ofrecer bienes y servicios con los que satisfacemos desde nuestras necesidades hasta nuestros caprichos, nos beneficia? Que estamos dispuestos a pagar un precio por esos satisfactores (precio que debe ser el menor posible, para lo cual se requiere la mayor competencia posible entre productores y oferentes, para lo cual se requiere que el gobierno permita que todo aquel, nacional o extranjero, que quiera producir bienes y servicios, con capital nacional o extranjero, u ofrecer bienes y servicios, nacionales o importados, pueda hacerlo. Es el gobierno el que debe crear las condiciones para que se dé la mayor competencia posible, siendo ésta una de sus tareas más importantes en el ámbito de la economía).

¿En qué consiste la esencia de la empresarialidad? En inventar, porque hay que invitarlos, mejores bienes y servicios, que satisfagan de mejor manera las necesidades, gustos, deseos y caprichos de los consumidores, lo cual eleva su nivel de bienestar, que es el fin de la economía.

Llegados a este punto alguien podrá decir que a los empresarios los mueve el afán de lucro (no solo generar utilidades sino maximizarlas), lo cual, hay quienes así lo creen, es éticamente reprobable. Entonces, a los empresarios, ¿debería moverlos el afán de pérdidas?

2.
Una de las principales críticas a los empresarios es que los motiva el afán de lucro, motivación que considerada éticamente cuestionable. Entonces, ¿debería motivarlos el afán de pérdida? Obviamente no. El fin del empresario (que no de la empresa), debe ser, no solo ganar, sino ganar lo más posible, lo cual logran si sirven al consumidor, en términos de precio y/o calidad y/o servicio, como quiere ser servido.

Una empresa sobrevive hasta que los consumidores quieren. Su objetivo debe ser que los consumidores compren su producto, lo consuman, queden satisfechos, lo vuelvan a comprar y consumir, y se lo recomienden a los demás (no hay mejor publicidad que la que hacen los consumidores). La empresa, o está al servicio de los consumidores, o simple y sencillamente no sirve. ¿Y cuál es la mejor muestra de que la empresa está sirviendo a los consumidores como estos quieren ser servidos? La generación (para empezar), y maximización (para terminar), de utilidades.

La justificación ética de las utilidades de los empresarios (ojo: de los empresarios, no de la empresa), es que las generen en mercados lo más competidos posibles, para lo cual se requiere, como lo apunté en el anterior Pesos y Contrapesos, la mayor competencia posible entre productores y oferentes, para lo cual se requiere que el gobierno permita que todo aquel, nacional o extranjero, que quiera participar en algún sector de la economía produciendo bienes o servicios, ya sea con capital nacional o extranjero, o que desee participar en algún mercado de la economía ofreciendo productos nacionales o importados, lo pueda hacer, sin que el gobierno lo prohíba o limite. Esta es la condición que debe cumplirse para lograr la justificación ética de las utilidades de los empresarios, condición que no se cumple en el marco del capitalismo de compadres, del contubernio entre el poder político (que limita la competencia a favor de algunos empresarios, prohibiendo la participación de otros), y el poder económico (que limita o elimina sus críticas al poder político).

El culpable del capitalismo de compadres, cuyo resultado es una menor competencia, y por lo tanto mayores precios y/o menor calidad y/o peor servicio, en perjuicio del bienestar de los consumidores, no es el empresario que pide un privilegio del gobierno (malo), sino el gobernante que lo otorga (peor), y no gratuitamente.

Inclusive si una empresa privada es, efecto del capitalismo de compadres, un monopolio por concesión gubernamental, dado que los consumidores tienen la libertad para decidir si le compran o no, debe servirlos de una manera mínima, para lo cual no puede ofrecer al precio que le dé la gana, con la calidad que le dé la gana, con el servicio que le dé la gana. Aún en el caso del monopolio la empresa debe estar al servicio de los consumidores.

Debe aceptarse que el empresario es un benefactor de la humanidad, alguien que le hace el bien a los demás, afirmación que, dirá un marxista, es cierta si los demás son los consumidores, pero no si son los trabajadores asalariados (los proletarios, en términos marxistas), que trabajan en la empresa para el empresario, a quienes (desde la perspectiva marxista), el empresario (el capitalista, en la jerga marxista), explota necesariamente, siendo esa la causa de sus ganancias, tema que trataré en una próxima ocasión.

Agradecemos al autor su amabilidad al permitirnos reproducir su columna Pesos y Contrapesos, en el diario La Razón: https://t.co/rDYjtYjjUW

Arturo Damm Arnal, economista y Doctor en filosofía, periodista y profesor universitario. Publica regularmente en La Razón y participa constantemente en los programas informativos y de opinión de TV Azteca.

Twitter: @ArturoDammArnal.

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

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