Este 20 de julio en la Ciudad de México, los ciudadanos vuelven a manifestarse contra la gentrificación y lo que esto ha ocasionado. Su principal malestar es un problema que sucede no solo en México, sino también en las principales ciudades del mundo, y es conocido como la famosa “burbuja inmobiliaria”. Los precios para adquirir una vivienda cada vez se elevan más así como las rentas, donde despojan a familias de una propiedad para poder rentarle a un extranjero más de lo que el anterior contratante solía pagar.

La solución que brindan los grupos socialistas es la expulsión de extranjeros y el daño a la propiedad privada (no esperábamos menos de ellos). Por otro lado, los social demócratas brindan ideas de intervención estatal y regulación de precios. Ambos culpan al libre mercado y a un “capitalismo salvaje” por el encarecimiento paulatino de la vivienda. Sin embargo, esta situación repercute a causa de una institución estatal que pocos han logrado descifrar con culpabilidad. El Banco Central ha sido un actor clave en la gestación de esta burbuja inmobiliaria. No se trata sólo de oferta o demanda. Se trata del precio del crédito, del dinero creado artificialmente y de señales falsas que distorsionan toda la economía.

La crisis en la vivienda existe, es algo que afecta a todos: derecha, izquierda, anarquistas, socialdemócratas o indiferentes, por ende, cuestionamos los diagnósticos erróneos estatistas y analizamos este suceso desde una perspectiva Austriaca, como lo haría Mises y Hayek.

Los precios de la vivienda en zonas urbanas de México han escalado a niveles exagerados. Las redes sociales se han llenado de historias de desalojos, aumentos de renta y “Airbnbs” que sustituyen hogares. El malestar es completamente notable y cada vez aumenta peor. Desde sectores de izquierda se exige controlar los precios y se promueve limitar la presencia de extranjeros o frenar las inversiones inmobiliarias, pero tanto el control de precios como el rechazo a la inversión externa son errores graves con efectos devastadores.

Frente a esta situación, la propuesta de muchos grupos activistas es controlar el precio de las rentas. Suena convincente en el corto plazo, pues si los precios suben demasiado, el gobierno los congela. Pero esta idea ha sido refutada por la teoría, por la historia y por el sentido común.

El precio funciona como una señal que resume información dispersa en el mercado. Si el precio de un bien aumenta, no solo indica que la demanda ha crecido o que la oferta ha disminuido, sino que comunica datos sobre escasez, prioridades emergentes u oportunidades de negocio.

Gracias a esa señal, productores, consumidores, inversionistas y trabajadores pueden ajustar sus decisiones sin requerir órdenes desde una autoridad central. Cuando un emprendedor quiere iniciar vendiendo un producto o un servicio, difícilmente puede competir sin el conocimiento de los precios de mercado. Este, en un libre mercado, es determinado por la oferta y la demanda. Que el Estado intervenga controlando los precios y estableciendo límites, solo agrava la situación y no elimina el problema de la inflación.

Si el Estado interviene los precios, medidas como los controles de precios, límites a las rentas, salarios mínimos, subsidios selectivos o la manipulación artificial de las tasas de interés impiden que los precios transmitan la verdadera información del mercado. En lugar de funcionar como una brújula confiable, el precio intervenido se transforma en una señal distorsionada, llevando a que productores, consumidores e inversionistas tomen decisiones erradas, incluso si actúan con la mejor intención.

Por otro lado, la Escuela Austriaca lleva desde el siglo pasado advirtiendo que el origen de las burbujas económicas no está en el mercado libre, sino en su manipulación. El ciclo económico austríaco, formulado por Ludwig von Mises y desarrollado por Friederich Hayek, explica cómo las expansiones artificiales de crédito, impulsadas por los bancos centrales, generan un auge económico ilusorio, seguido inevitablemente por una crisis.

Figura 1. Elaborada por Fernando Rivero Mosqueda.

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Roger Garrison desarrolla visualmente la teoría austriaca del ciclo económico representada en la figura 1. Esta teoría explica lo que sucede en el momento que los bancos prestan mucho dinero de forma rápida y artificial. El análisis se parte en dos ideas principales: primero, que los gustos de los consumidores no cambian repentinamente (preferencias constantes), y segundo, que todo el dinero en circulación (oferta monetaria) es controlado por el Banco Central. Esto quiere decir que estamos considerando tanto el dinero que la gente guarda en sus cuentas bancarias (depósitos a la vista), como el que el Banco Central agrega a la economía. En México, lo segundo ocurre cuando BANXICO elabora “Operaciones de Mercado Abierto” ofreciendo bonos a cambio de liquidez monetaria. Cuando compra bonos, pone más dinero en circulación; y cuando los vende, retira dinero del mercado.

Todos hemos escuchado a Miguel Anxo Bastos decir: “Capitalismo, ahorro y trabajo duru”, y exactamente esto es a lo que él se refiere en cuanto al ahorro. El crédito que se presta en la economía tiene que ser respaldado por un ahorro real cuyo destino es usado para las inversiones. Pero si en lugar de eso se expande el crédito y el dinero no proviene de un ahorro real, la tasa de interés suele bajar artificialmente, colocándose por debajo de una tasa natural ocasionando un exceso de inversión (expansión monetaria). A este fenómeno se le conoce como “efecto liquidez”, y se representa en el gráfico de préstamos desplazando el punto A al punto B estando fuera del límite de la frontera de posibilidades de producción. Esto significa estar por encima de lo que la economía realmente puede sostener con sus recursos y ahorros disponibles; naciendo así la burbuja económica.

Cuando el Banco Central mantiene tasas de interés artificialmente bajas, lo que hace es enviar señales falsas a los inversionistas haciéndoles creer que hay ahorro disponible para financiar proyectos de largo plazo sin ser realmente cierto (en este caso a los proyectos de vivienda). Así comienza el auge. Fluye el crédito, suben los precios de los activos, se construye sin medida, y el sector inmobiliario se ve especialmente beneficiado. Pero no es un auge real, sino una burbuja inflada por dinero fácil.

La burbuja inmobiliaria actual no impacta únicamente a los propietarios de vivienda; sus efectos se extienden a toda la economía. Esta distorsión ha sido financiada en gran medida por créditos bancarios que, lejos de surgir espontáneamente, provienen del ahorro de los depositantes, redirigido masivamente hacia el sector inmobiliario. El resultado es el que hoy

tenemos: precios artificialmente elevados, niveles de endeudamiento preocupantes y alquileres fuera del alcance de la mayoría. No se trata de un fallo del mercado, sino de un mercado manipulado desde su raíz.

Culpar a los extranjeros de ser los causantes de las burbujas económicas en el sector inmobiliario es una manera de solo ver una pequeña parte del problema, pero en realidad, la causa raíz de muchos problemas económicos está en lo que no se ve, como los sistemas financieros e incentivos distorsionados.

Pueden existir distintas posturas en cuanto a la teoría de la liquidez, hay quienes prefieren un encaje del 100% y otros que defienden la libre banca y no ver a los bancos como bóvedas para almacenar dinero; pero algo en lo que todos los austriacos estamos de acuerdo, es en la eliminación del Banco Central. Dejar que la tasa de interés sea determinada por el libre mercado sin crear riqueza. Un sistema bancario responsable, un entorno donde los precios no son enemigos a combatir, sino señales que nos permiten tomar decisiones racionales.

Como dijo Hayek:

“La curiosa tarea de la economía es demostrar a los hombres cuán poco saben realmente sobre aquello que creen poder diseñar.”

El mercado no es perfecto, pero el intervencionismo lo deforma hasta romperlo. La solución no está en más regulación, sino en más libertad.

Por Montserrat Portilla

Montserrat Portilla es una internacionalista y máster en Economía y Políticas Públicas por la universidad de las Hespérides. Apasionada por la Escuela Austriaca y la escritura, es autora de varios artículos y ensayos sobre política y econmía desde una perspectiva libertaria. Es activista en redes sociales para la promoción de las ideas liberales liderando el grupo "Chavos Libertarios".

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