Un artículo reciente del economista Scott Sumner es sombrío y revelador. Empieza diciendo lo siguiente: «Hacia el final de 2021, los funcionarios de la Reserva Federal se percataron de que habían cometido un error, al permitir que la demanda agregada creciera a una tasa excesiva. Empezaron a moverse hacia una política monetaria contractiva. Desafortunadamente, se movieron tan lento que casi no hubo contracción durante los primeros nueve meses de 2021. Se preocuparon de espantar a los mercados. Esto fue un grave error».
¿Por qué fue un grave error? ¿Por qué el grave error tiene repercusiones en la economía mexicana? Y, más aún, ¿cometió un error similar nuestro banco central, el Banco de México?
El efecto whiplash de la inflación
Cuando el conductor de un automóvil acelera y frena repentinamente, corre el riesgo de sufrir una lesión por latigazo cervical, que resulta de un movimiento brusco del cuello hacia atrás y hacia adelante. En inglés esta lesión tiene un nombre más breve: whiplash. Un entorno de alta inflación provoca en la economía algo similar a un whiplash: provoca un estado de euforia pasajera en los mercados (una aceleración) que desemboca en un cese repentino y brusco de la actividad económica. Aún más, el cese es inevitable tarde o temprano.
La inflación es el crecimiento sostenido en el nivel general de precios. La mayoría de las economías experimenta cierto grado de inflación. Uno de los propósitos expresos de diversos bancos centrales es cuidar que esa inflación se mantenga en un rango módico y estable. Pero cuando la inflación gana pulso, es cada vez más difícil contenerla; es un pie que pisa con mayor fuerza el acelerador.
Una de las teorías que nos ayuda a comprender por qué la inflación es tan peligrosa es la teoría austríaca del ciclo económico.
Cuando el gobierno incrementa la base monetaria, incentiva al sistema financiero a otorgar créditos a tasas de interés más bajas. Los bancos e instituciones financieras cuentan con más fondos que pueden prestar. Eso incentiva a las empresas a endeudarse y a perseguir proyectos con estructuras de capital más complejas. Con tasas de interés más bajas, los cálculos de valor presente neto se vuelven más favorables para proyectos de largo plazo.
El problema se suscita porque los empresarios están tomando tasas de interés engañosas en sus cálculos, que sugieren que los consumidores han incrementado su disposición de ahorrar y brindar esos fondos que ahora invierten. Pero nada ha cambiado en los patrones de ahorro y consumo individuales. Al confundir el incremento en los fondos prestables como resultado de la política del banco central con ahorros genuinos, están embarcándose en proyectos de inversión que no son congruentes con las decisiones de los consumidores.
En general, para que un proyecto de inversión prospere y sea sostenible, los consumidores deben tener planes compatibles con los inversionistas: ahorrar lo suficiente para que esos recursos estén libres para producción futura. Pero si los planes son incompatibles, tarde o temprano será patente la incongruencia. Los inversionistas notarán que realmente no pueden disponer de los recursos reales de la economía tanto como parecía sugerirlo el crédito más barato.
La teoría austríaca del ciclo económico predice que el crédito artificialmente barato genera la ilusión de auge económico por un tiempo hasta que la realidad se impone. Entonces, las tasas de interés suben y se revela que proyectos que se creían rentables no lo eran. Diversos planes de inversión terminan en el cesto de basura y la economía debe atravesar por un periodo de declive económico y de ajuste en el que bienes de capital y trabajadores se adaptan a proyectos de inversión más eficientes.
No sólo es que los incrementos en la base monetaria (que son inflacionarios) provoquen malas inversiones, sino que la inflación no anticipada distorsiona las decisiones de empresarios individuales.
Una empresa puede experimentar una mayor demanda de bienes y servicios por dos razones principales: ya sea porque i) los consumidores están demandando más de lo que ofrece y menos de otros bienes o porque ii) los consumidores tienen demasiado dinero en sus manos y están incrementando su demanda general de todos los bienes. El escenario ideal para una empresa es i), ya que eso significa que debe invertir más recursos en lo que produce para satisfacer la demanda adicional. Pero si el escenario es ii), la empresa no tendría por qué invertir más recursos; puede seguir operando como lo ha estado haciendo, y quizá únicamente elevar sus precios. Una empresa sólo debe cambiar su gestión cuando cambia la demanda de lo que ofrece con relación a la demanda de otros bienes.
No obstante, no es sencillo para una empresa individual distinguir i) de ii). Una tienda de calzado no sabe si le están comprando más zapatos porque la gente en general está comprando más cosas o si le compran más zapatos porque la gente quiere más zapatos y menos de otras cosas. La tienda tiene a su disposición ciertas previsiones de inflación; si espera cierto ritmo de ventas con la inflación que ha previsto y sus ventas están creciendo en un mayor porcentaje, quizá puede aventurar que la demanda de calzado está creciendo a un mayor ritmo que la demanda de otros bienes. Entonces podría orientar más recursos a producir calzado adicional y contratar más trabajadores. Pero si sus predicciones de inflación han sido erróneas, habrá destinado recursos y trabajadores de manera equivocada y terminará sufriendo pérdidas.
Cuando la inflación crece a niveles cada vez más altos, es más difícil de predecir su ritmo y las empresas son más propensas a cometer errores y dispendiar recursos. A largo plazo, un entorno de inflación incierto merma los incentivos a invertir y producir. Genera el efecto análogo de una lesión cervical en una economía: una recesión.
El catarro estadounidense y la neumonía mexicana
El economista Agustín Carstens popularizó la idea de que la economía mexicana resentía con gravedad los problemas que le contagiaba la economía estadounidense con la siguiente frase: «Si a Estados Unidos le da gripa, a México le da neumonía». Hay algo de verdad en la frase. Ambas economías están interconectadas geográfica, política y comercialmente, de modo que es inevitable que los problemas estadounidenses tengan eco en nuestro país. Actualmente, los pronósticos de recesión para Estados Unidos son cada vez más severos. Como resultado de una política monetaria demasiado laxa de la Reserva Federal, los estadounidenses viven un entorno inflacionario incierto. Y eso repercute en sus decisiones de producción y empleo.
Estados Unidos es el principal socio comercial de México; también es el país del que México recibe más remesas como resultado de la mano de obra que exporta a ese territorio. Un revés en la economía estadounidense se resentirá en la economía mexicana a través de dos vías: un menor nivel de inversión estadounidense en nuestro país y un menor nivel de remesas. Con menos recursos afluyendo de nuestro principal socio comercial, México enfrenta un escenario difícil. Las medidas recientemente incorporadas para paliar la inflación no han tenido el efecto esperado por el gobierno federal. Los recursos destinados a estabilizar el precio de la gasolina en combinación con los controles de precios del gas LP únicamente han sido políticamente rentables sin representar un ahorro en recursos reales; se han convertido en subsidios disimulados que benefician a consumidores de mayor nivel de ingreso.
Con la incorporación de una Secretaria de Economía que piensa que es preferible cobrar impuestos a las empresas y luego darles becas que permitirles operar y producir para beneficio del consumidor; con el clima político actual, en el que se ha institucionalizado la desconfianza al sector privado y la descentralización; con un Banco de México que sólo reacciona pasivamente a lo que hace la Reserva Federal y con las políticas económicas que hemos criticado y señalado en otros espacios, el lector podrá hacerse una idea de lo que hay que esperar.