En México, el liberalismo clásico fue clave en momentos de transformación, por ejemplo, las reformas juaristas, pero quedó relegado frente al estatismo y al populismo del siglo XX. Como señala Jan Kuchař (2016), las ideas liberales nunca desaparecieron, solo quedaron soterradas. Hoy, desde el movimiento libertario y con la inspiración de la Escuela Austriaca, podemos rescatarlas y darles un nuevo sentido.

Raíces liberales en México
Durante el gobierno de Benito Juárez (1858-1872), las Leyes de Reforma marcaron un antes y un después: se estableció la separación definitiva entre Iglesia y Estado, se expropiaron bienes eclesiásticos y se consolidó la educación laica. Estas medidas no solo garantizaron la libertad religiosa, sino que sentaron las bases para un Estado moderno y plural. Como advierte Kuchař, “el liberalismo en México nunca fue ajeno; simplemente fue relegado por un siglo de estatismo y concentración del poder” (Kuchař, 2016).

La brújula libertaria y la Escuela Austriaca
La Escuela Austriaca nos recuerda que el conocimiento está disperso y que la coordinación social surge de abajo hacia arriba, mediante descubrimiento y cooperación voluntaria (Hayek, 1945; Mises, 1949; Kirzner, 1973). Esa lógica no solo aplica a los mercados financieros o a la política, también al manejo de nuestros recursos naturales.

En lugar de megaproyectos centralizados o elefantes blancos que imponen uniformidad, necesitamos instituciones policéntricas que permitan a las comunidades experimentar, descubrir y regenerar. Como señala Elinor Ostrom (1990), la gobernanza policéntrica es más efectiva para gestionar bienes comunes que los modelos jerárquicos centralizados.

Libertad para regenerar de la teoría a la práctica

México enfrenta desafíos críticos:
Agua: más del 40% de los municipios tienen problemas de abastecimiento, y el 23% de las plantas de tratamiento están fuera de operación por falta de recursos.
Residuos: generamos más de 44 millones de toneladas de basura al año, pero menos del 10% se recicla de manera efectiva.
Energía: seguimos dependiendo en más del 70% de combustibles fósiles, mientras que los proyectos de generación distribuida avanzan lentamente por trabas regulatorias.
¿La solución? Descentralización y libertad. Compostaje comunitario, micro-redes de energía, sistemas descentralizados de agua: todas estas soluciones encarnan la misma idea libertaria —que la libertad y la iniciativa individual generan orden espontáneo, resiliencia y prosperidad.

Un cambio de narrativa
El reto para el movimiento libertario en México es demostrar que no solo hablamos de impuestos o burocracia, sino también de cómo la libertad puede regenerar el agua, el suelo y la energía. Frente a la narrativa tecnocrática que ve todo como suma cero, el libertarismo propone algo radicalmente distinto: la posibilidad de un crecimiento constante basado en el ingenio humano y en instituciones que permitan descubrir valor donde antes solo había “residuos”.

Como advierte Kuchař (2016), las raíces del liberalismo están en México. Ahora, con la brújula libertaria y la Escuela Austriaca, toca reactivarlas para que la libertad no solo nos devuelva prosperidad, sino también regeneración.

Omar Meléndez.- Empresario mexicano, radicado en Europa, especialista en uso sostenible del agua, y activista libertario.

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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