Antes de beber tu cuarto Margarita por el festejo del Cinco de Mayo, es interesante conocer la historia detrás de esta fecha conmemorativa: es bastante fascinante, y no es lo que la mayoría de los estadounidenses piensa. Es un cuento de arrogancia y heroísmo, que incluye lecciones para nosotros los gringos, si somos lo suficientemente sabios como para prestarles atención.
Desde la Independencia del país – declarada en 1810 y lograda en 1821-, México osciló entre diversas formas de gobierno, desde el Imperio a la República federal, a la república centralizada, a la dictadura, y luego de vuelta al federalismo, ¡todo en los primeros treinta y cinco años! Principalmente lo que trastocó el péndulo fue la creciente tensión entre conservadores y liberales, que en 1858 explotó en una guerra civil, llamada la Guerra de Reforma.
Durante tres años, los mexicanos se mataron entre sí solo por pura ideología. Era un lugar común que las familias se dividieran en ejércitos armados basados en la política, lo que hoy en día nos suena inquietantemente familiar. El país se dividió en gobiernos competidores, con liberales radicados en el norte, alrededor de la hoy Ciudad Juárez, y conservadores radicados en la costa sur, alrededor de Veracruz. Ambos gobiernos contrajeron deudas exorbitantes con potencias extranjeras para financiar armamentos con los que matar a más de sus oponentes.
Finalmente los liberales triunfaron, pero su presidente Benito Juárez heredó un Tesoro vaciado por tres largos años de guerra. Peor aún, ¡México había acumulado deuda con potencias extranjeras en una magnitud de 85 millones de pesos! No había manera de que México pudiera devolver esos préstamos a tiempo, por lo que el presidente Juárez incumplió. Los poderes acreedores extranjeros de España, Gran Bretaña y Francia respondieron con una diplomacia cañonera, echando a navegar una flota hacia México para cobrar la deuda por la fuerza. Aunque la administración del presidente Juárez pudo llegar a un acuerdo con España y Gran Bretaña, Francia fue intransigente… porque su deuda era meramente un pretexto de su plan para conquistar México.
En la mañana del 5 de mayo de 1862, la fuerza expedicionaria francesa de 6,000 tropas bien equipadas y probadas en batalla, marchó hacia la ciudad de Puebla. Mientras que el avance podría haberse acercado a las almenas para reducir la exposición de las tropas francesas al fuego de los defensores, el general Charles Latrille de Lorencez ya había descartado a los mexicanos como inferiores en «raza, organización, moralidad y sensibilidad», de tal manera que un asalto frontal completo no plantearía desafío a sus tropas.
Después de tres cargas sucesivamente sangrientas, el ataque francés fue rechazado, y el emperador Napoleón III rápidamente retiró a De Lorencez a Francia, avergonzado. Entonces, el ejército de Francia –imparable durante medio siglo desde Waterloo – había sido derrotado por alrededor de 2,000 defensores mal equipados y sin preparación – apresuradamente reclutados entre peones cercanos – y que el general Ignacio Zaragoza apodó orgullosamente como «¡Los mejores hijos de México!”.
Daniel Donnelly, libertario estadounidense, candidato y miembro del Partido Libertario de Nueva York.