En las democracias, se supone que los partidos surgen y desaparecen en las urnas. Sin embargo, en Alemania, una disposición de la constitución de posguerra permite prohibir los partidos políticos si se los considera una “amenaza para la democracia”. Este mecanismo constitucional único se ha utilizado solo dos veces: primero contra el Partido Socialista del Reich (SRP) en 1952 y luego contra el Partido Comunista de Alemania (KPD) en 1956. Hoy, esta herramienta legal está nuevamente en el centro del debate político, con crecientes llamados a prohibir el partido “derechista” Alternativa para Alemania (AfD).
Este esfuerzo plantea profundas preguntas sobre la naturaleza de la democracia, en Alemania y en todas partes. ¿Puede un partido que gana millones de votos en elecciones libres ser verdaderamente una amenaza para la democracia? ¿O está el establishment alemán utilizando disposiciones constitucionales para sofocar a la oposición política con el pretexto de proteger el orden democrático?
Historia de las prohibiciones de partidos en Alemania
La Constitución alemana, llamada Ley Fundamental (Grundgesetz), adoptada en 1949, incluye el artículo 21, que permite al Tribunal Constitucional Federal prohibir los partidos que se considere que “intentan socavar o abolir el orden básico libre y democrático”.
El primer caso de aplicación del artículo 21 se produjo en 1952, cuando se prohibió el Partido Socialista del Reich (PSR), sucesor del Partido Nazi. El PSR se oponía abiertamente a la legitimidad de la República Federal, por lo que el tribunal dictaminó que el partido suponía una amenaza directa al orden constitucional y ordenó su disolución.
Unos años más tarde, en 1956, el Partido Comunista de Alemania (KPD) corrió la misma suerte. Aunque no abogaba por el derrocamiento violento, se lo consideraba fundamentalmente opuesto a los principios de la democracia liberal y demasiado alineado con el comunismo soviético. El tribunal volvió a fallar a favor de la prohibición, consolidando la idea de que el extremismo político de cualquier tipo no tenía cabida en la Alemania de posguerra.
Desde entonces, solo ha habido dos intentos serios de prohibir partidos, ambos contra el Partido Nacional Democrático (NPD), en 2003 y 2017. El primer intento fracasó debido a errores de procedimiento y el segundo fue desestimado porque el partido era demasiado pequeño e insignificante para representar una amenaza real.
La AfD y el nuevo debate sobre las prohibiciones de partidos
Ahora, en 2024, han cobrado fuerza los llamamientos a utilizar esta medida legal extraordinaria contra Alternativa para Alemania (AfD). La AfD, fundada en 2013 como un partido euroescéptico, ha virado desde entonces hacia una plataforma más nacionalista y populista. Ha obtenido un apoyo electoral sustancial, sobre todo en Alemania del Este, y regularmente supera el 20% de los votos en todo el país. Su ascenso ha inquietado profundamente a la clase política alemana, que la ve como una amenaza no sólo para la política interna sino también para la Unión Europea.
La presión para prohibir la AfD se ha hecho esperar. En 2021, la agencia de inteligencia interior alemana, la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV), clasificó a la AfD como una “amenaza extremista potencial” y la puso bajo vigilancia. Una reciente sentencia de un tribunal superior alemán en mayo de 2024 confirmó esta clasificación y concedió a los servicios de seguridad el derecho a seguir vigilando las actividades del partido.
En enero de 2024, el Bundestag debatió la posibilidad de solicitar formalmente al Tribunal Constitucional que se pronuncie sobre la prohibición de la AfD. Esta moción, iniciada por el político de la CDU Marco Wanderwitz y apoyada por 124 diputados de varios partidos, pretendía examinar si la plataforma y la retórica de la AfD violaban la Ley Fundamental. El momento fue sorprendente, justo un día después de que la CDU, bajo el mando de Friedrich Merz, hubiera cooperado de manera controvertida con la AfD en una votación sobre inmigración. Este momento reveló profundas fracturas dentro de la derecha política alemana, así como la creciente disposición del establishment a considerar medidas extremas contra su rival nacionalista.
La AfD no es un grupo marginal; ha obtenido millones de votos en elecciones libres y justas. En una democracia funcional, los partidos impopulares o incluso radicales deben ser combatidos en las urnas, no mediante decretos judiciales.
Los partidarios de la prohibición argumentan que la retórica y las políticas de la AfD, en particular su postura de línea dura sobre la inmigración, su oposición a la integración en la UE y sus presuntos vínculos con grupos extremistas, la convierten en una amenaza existencial para el orden democrático de Alemania. Los críticos, sin embargo, señalan que existen partidos nacionalistas similares en otras partes de Europa, como la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia o los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni (actualmente en el poder en Roma), pero que operan dentro del marco democrático sin estar ilegalizados.
Además, prohibir la AfD no eliminaría los sentimientos que impulsaron su ascenso. En todo caso, podría radicalizar aún más a sus partidarios, reforzar una narrativa de represión de las élites y profundizar las divisiones dentro de la sociedad alemana.
La UE y el panorama general
El movimiento para prohibir la AfD no puede separarse del contexto europeo más amplio. El partido se ha posicionado como un feroz crítico de la Unión Europea, abogando por que Alemania recupere la soberanía nacional e incluso abandone el euro, lo que lo coloca en oposición directa al consenso pro-UE que domina a las élites alemanas en la política.
Desde la perspectiva de Bruselas, el ascenso de la AfD representa un serio desafío. Alemania es la columna vertebral económica y política de la UE, y un giro nacionalista en Berlín podría amenazar la cohesión del bloque. La UE ya ha chocado con los gobiernos nacionalistas de Hungría y Polonia; una fuerte presencia de la AfD en Alemania llevaría estas tensiones a un nuevo nivel.
Por esta razón, muchos en el establishment alemán, así como en las instituciones europeas, probablemente vean la prohibición de la AfD como un ataque preventivo contra un creciente movimiento anti-UE. Sin embargo, recurrir a mecanismos legales para reprimir el disenso sólo genera más preocupaciones sobre la salud de la democracia en Europa.
Todos estaremos siguiendo con gran interés las elecciones que se celebrarán en Alemania a finales de este mes para ver si la AfD continúa su ascenso.
Publicado originalmente por el Mises Institute: https://mises.org/mises-wire/german-democracy-regime-bans-political-parties-it-doesnt
Joseph Solis-Mullen, autor de The Fake China Threat and Its Very Real Danger, es politólogo, economista y Fellow Ralph Raico del Libertarian Institute. Graduado de la Spring Arbor University, la University of Illinois y la University of Missouri.
Twitter: @solis_mullen