Será verdaderamente inteligente y sostenible sólo si permanece libre de restricciones, burocracia y planificación central.

Un artículo “Futuro a domicilio”, publicado en la revista Focus , traza un retrato evocador de la casa del futuro: una casa rodeada de vegetación, capaz de autoregenerarse gracias a la tecnología, donde la ensalada se cultiva en invernaderos aeropónicos y los alimentos se entregan mediante drones o robots inteligentes. Es un mundo donde el confort se combina con la sostenibilidad y la energía se produce in situ, se comparte en comunidades virtuosas e incluso se almacena en la arena de las paredes. Pero detrás de esta visión tranquilizadora se esconde una pregunta esencial, que la revista no aborda: ¿quién podrá realmente construir esa casa del futuro? ¿Y bajo qué condiciones?

Hay una sola respuesta: sólo aquellos que tengan la libertad de experimentar , construir, comprar, vender y vivir según sus propias preferencias podrán hacerlo. Y por tanto ¿quién estará en condiciones de ejercer plenamente el derecho a la propiedad , sin intromisiones, obstáculos, controles, imposiciones? El futuro de la vivienda no será diseñado por urbanistas visionarios ni planificado por burócratas ministeriales o regulaciones europeas. Será el fruto del orden espontáneo , de esa fuerza creadora generalizada que nace de la iniciativa individual, del descubrimiento empresarial, de la competencia entre ideas.

¿Por qué han evolucionado tan rápidamente los paneles fotovoltaicos ? Porque las empresas competidoras se desafiaban entre sí para mejorar. ¿Por qué ahora podemos imaginar tejados transformados en jardines y superficies inteligentes que regulan la luz y el calor? Porque ningún arquitecto central intentó planificar todo esto. Toda innovación es hija de un espacio de libertad . Sin embargo, más que nunca, este espacio está bajo asedio.

No es la tecnología la que la amenaza sino la tecnocracia. La idea de que la eficiencia energética se puede imponer por decreto, que cada edificio debe cumplir una “clase” preestablecida, que las zonas verdes deben estar previstas por ley. Este enfoque supone que el Estado sabe mejor que cada individuo cómo debe ser su hogar. Sin embargo, la verdadera sostenibilidad no puede ser coercitiva. Surge cuando, dejándole libertad de elegir, al individuo le conviene adoptar una solución más eficiente.

En el mundo retratado en la citada publicación existe un riesgo evidente: que estas maravillas sigan siendo privilegio de unos pocos o, peor aún, se conviertan en obligaciones para todos . Que las comunidades energéticas se conviertan en consorcios forzados, los invernaderos en exigencias edificatorias, la domótica en herramientas de vigilancia. Ya hoy asistimos a una proliferación de restricciones de planificación urbana , regulaciones ambientales y estándares europeos que no tienen en cuenta la diversidad de contextos y recursos individuales. En nombre de la ecología y la eficiencia se limitan las opciones, se afectan las propiedades y se imponen modelos rígidos.

La verdadera patria del futuro deberá ser, en cambio, el lugar por excelencia de la autonomía personal . Un espacio donde se puede experimentar una nueva forma de libertad doméstica , donde la innovación no se prescribe sino que se da la bienvenida, y la sostenibilidad surge no por deber sino por conveniencia. Este mundo no se construye con directivas europeas , sino rompiendo los muros regulatorios que frenan el mercado de la construcción, liberalizando las rehabilitaciones, reduciendo los impuestos a la vivienda, eliminando las barreras a la propiedad privada.

El concepto mismo de “comunidad energética” , elogiado por muchos y también en el artículo indicado, es una idea prometedora sólo si se basa en una membresía voluntaria, no si se transforma en un deber de ciudadanía verde. Compartir sólo es noble si es gratuito. Así como el uso de la tecnología en el hogar debería ser opcional, no obligatorio según los protocolos climáticos. La casa inteligente hay que elegirla, no imponerla. Y esto es aún más cierto en lo que respecta a la cuestión de la privacidad: un hogar hiperconectado es también un hogar más vulnerable . Defender la libertad de vivienda hoy significa defender el derecho a la privacidad , a la autogestión y al uso exclusivo de la propiedad.

El verdadero progreso nunca se ha generado mediante la planificación , sino mediante la libertad de cometer errores y corregirlos. Lo mismo ocurrirá con la vivienda. Dejemos que las preferencias de los consumidores , y no las reglas de Bruselas, impulsen la evolución de la vivienda. Porque la casa, incluso antes de ser un espacio físico, es el refugio del individuo libre.

Como escribió Murray N. Rothbard : “La propiedad privada es la única forma en que los recursos pueden asignarse racionalmente: sólo en el libre mercado puede cada uno elegir cómo utilizar lo que posee”. El futuro estará en casa, pero sólo si el hogar vuelve verdaderamente a ser una fortaleza de libertad.

Agradecemos al autor su permiso para retomar su artículo, publicado originalmente por L’Opinione delle Libertà: https://opinione.it/economia/2025/03/31/sandro-scoppa-abitare-domani-tra-innovazione-proprieta/

Sandro Scoppa: abogado, presidente de la Fundación Vincenzo Scoppa, director editorial de Liber@mente, presidente de la Confedilizia Catanzaro y Calabria.

Twitter: @sandroscoppa

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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