El ciclo más largo y persistente de la política argentina contemporánea llegó a su fin. No con un estallido, sino con un silencio. El kirchnerismo, que durante dos décadas moldeó el poder, el discurso y hasta la sensibilidad del país, acaba de cerrar su historia con una derrota que no deja espacio para la ambigüedad: la apabullante victoria de Javier Milei en las elecciones legislativas confirmó que el péndulo argentino giró, y que ya no hay retorno.
Cristina Fernández de Kirchner, alguna vez arquitecta de un movimiento que se creía eterno, hoy asiste a su propio epílogo. Su figura, que durante años concentró amor, odio y obediencia, ya no convoca multitudes ni genera temor. En los actos de campaña del peronismo apenas se la menciona. Sus leales hicieron un papelón electoral. En las calles, su nombre dejó de ser consigna y se volvió recuerdo. Es el triste, solitario y final de quien creyó ser indispensable.
El resultado de ayer fue mucho más que un triunfo electoral del oficialismo liberal. Fue un veredicto histórico: la sociedad argentina decidió clausurar un ciclo de privilegios, manipulación y relato. El kirchnerismo, que nació como una promesa de reparación después del colapso de 2001, terminó devorando todo lo que alguna vez dijo defender. Dejó un país empobrecido, dividido, desconfiado. Y, sobre todo, descreído de las palabras.
El ocaso no fue repentino. Se fue gestando lentamente, con cada escándalo de corrupción, con cada intento de colonizar la Justicia, con cada manipulación del pasado. Pero lo que terminó de sellar su suerte fue el cambio cultural: una nueva generación, menos ideologizada, más impaciente, más conectada al mundo, rompió con la idea de que el Estado paternalista podía ser refugio y no prisión.
Cristina intentó resistir ese cambio refugiándose en su propio mito. En sus últimas apariciones, ya sin poder real ni épica, habló como una comentarista de sí misma, rodeada de fantasmas: el del peronismo que ya no la sigue, el del pueblo que ya no la escucha, el del futuro que ya no la incluye.
El kirchnerismo fue, en definitiva, una gran maquinaria de poder sostenida por un relato. Pero el relato se agotó. Y cuando se cae el relato, solo queda la realidad. La misma realidad que durante años se intentó negar, distorsionar o comprar con subsidios. La misma que hoy devuelve, implacable, la factura.
La política argentina entra en una nueva etapa. Milei tiene por delante desafíos enormes, pero también una oportunidad histórica: la de reconstruir un país que por fin parece dispuesto a mirar hacia adelante. En ese nuevo tiempo, el kirchnerismo ya no será protagonista ni obstáculo, sino apenas una advertencia.
Porque todo populismo, tarde o temprano, se enfrenta a su límite: la verdad. Y la verdad, como la historia, no perdona.
HERMOSA MAÑANA, VERDAD?
Publicado originalmente en Dani Lerer. Análisis sin fronteras: https://danilerer.com/el-ocaso-del-kirchnerismo/
Dani Lerer.- licenciado en ciencias políticas, analista internacional, columnista y comunicador argentino, especializado en seguridad, terrorismo y crimen organizado. Director Ejecutivo del FICAYD, Foro Internacional Contra el Antisemitismo y la Discriminación.
X: @danilerer
