El libertarianismo es una corriente radical del liberalismo que está a favor de la libertad económica e individual y filosóficamente entiende que el Estado es una institución cuyo objetivo es erigirse como fuerza monopólica coactiva hacia el individuo con el objetivo de usurpar su propiedad privada. Si bien los liberales justifican la existencia del Estado para fines mínimos de intervención, no apoyan que intervenga en el comercio entre personas.

Por otro lado, tenemos a los nacionalistas y neoconservadores, con filosofías políticas que a priori parecerían ser contrarias a las ideas socialistas, pero que en la práctica son la otra cara de la misma moneda. Muchos de ellos emplean las ideas liberales para mantener un discurso de “derecha”, pero en la práctica son fieles servidores del Estado, e incluso muchos no consideran que este sea un mal per se y, por el contrario, defienden su existencia y fortalecimiento.

Empecemos definiendo el nacionalismo. Mises, en su libro Nación, Estado y economía, escribe que la nación no es un concepto basado en el Estado, sino en la cultura, la comunidad, la lengua y los valores compartidos. De esta manera, nos presenta dos definiciones de nacionalismo. Por un lado, tenemos el nacionalismo liberal, que busca una identidad para defender su autonomía o soberanía en un marco pacífico y de libre mercado; por el otro, está el nacionalismo agresivo, que de manera contraria promueve que el Estado imponga una identidad nacional a la fuerza o mediante la expansión territorial.

Rothbard, analizando ambos conceptos desde la postura anarcocapitalista, etiqueta al nacionalismo liberal como de secesión, donde ciertas comunidades de un territorio en específico no se identifican por completo con el Estado y buscan su independencia (explicación que ya he hecho en mi artículo pasado llamado “¿Por amor a la patria o por amor al Estado?”). Al nacionalismo imperialista, lo describe como una ideología que busca servirse del poder del Estado para la expansión del mismo y la imposición de su identidad.

Después tenemos a Hayek, no tan amado en el mundo anarcocapitalista, pero que acierta muy bien en su crítica al nacionalismo, pues ve cómo el nacionalismo moderno supone una amenaza para la libertad individual al fomentar la subordinación del individuo al Estado-nación. En su libro Camino de servidumbre, lanza la advertencia de que el nacionalismo se utiliza como justificación para el proteccionismo y la planificación centralizada.

Definitivamente, hoy en día los libertarios entendemos que el concepto de nacionalismo se dirige a una ideología política promovida principalmente por el Estado para fortalecerse a sí mismo, abusando emocionalmente del individuo y plantando en él una devoción incondicional al mismo mediante el patriotismo, con un modus operandi proteccionista en materia económica que otorga privilegios en el mercado a los productos nacionales o incluso convence a su población de invadir naciones extranjeras. Estos resultados del nacionalismo moderno claramente son contrarios a la libertad, ergo al liberalismo.

Ahora bien, tenemos el concepto de neoconservador, procedente de la unión de las palabras nuevo y conservador. Precisamente como la izquierda creó la palabra neoliberalismo, los libertarios anarquistas, los paleolibertarios y los agoristas crearon el concepto de neoconservadurismo, que surge del pensamiento político promovido en Latinoamérica principalmente por Agustín Laje llamado “la nueva Derecha”. Esto explica que es una fuerza política opositora a la agenda woke, al globalismo y al socialismo del siglo XXI. Busca una articulación entre sectores conservadores, libertarios y soberanistas nacionales.

El conservadurismo busca perpetuar los valores y la tradición. Sus defensores no necesariamente tienen que ser religiosos, y existen personas que, sin profesar ninguna fe, promueven mantener una cosmovisión tradicional. Sin embargo, todos los religiosos sí son tradicionales. A un libertario no le importa en qué clase de dios decidas creer ni qué tradiciones abraces; lo que le preocupa es que quieras valerte de esa fuerza monopólica llamada Estado para imponer sus tradiciones a los demás. Quienes sí buscan servirse de una institución que fuerce a las personas a vivir igual que ellos son los neoconservadores al entrar en política promoviendo sus ideas de “vida, libertad y familia”.

La estrategia de esta nueva derecha de juntarse con los libertarios para enfrentarse a la ideología progresista radica en que estos son quienes manejan la economía. No existe una mejor ideología para oponerse a los socialistas y realmente comprobar su ineficiencia en el cálculo económico como los fieles seguidores de la escuela austriaca, es decir,los libertarios. Nosotros contamos con académicos que dedicaron su vida a luchar contra la corriente económica socialista, desde Bohm-Bawerk hasta Huerta de Soto, pasando por Rothbard, Hoppe, o recientemente Juan Ramón Rallo. Los libertarios entendemos el funcionamiento del sistema económico socialista y de ahí concluimos que elel Estado opera por medio de una planificación central. Así pues, tanto anarquistas como minarquistas entienden el mal que genera la existencia de esta institución.

Aliarse con los neoconservadores supone un peligro para el movimiento libertario porque, a pesar de que no todos son anarquistas, dentro del movimiento sí se incluye a los minarquistas o los reformistas y, dado que estos justifican al Estado o la democracia, en ellos entran quienes no buscan minimizar ese Estado, sino más bien aprovecharlo a su favor con un discurso en pro de la libertad. Son lobos disfrazados de ovejas que quieren crear una carrera política o vivir de los impuestos manipulando a los votantes predicando un discurso liberal, pero aplicando en la práctica políticas públicas socialdemócratas, proteccionistas o nacionalistas, tal como haría un izquierdista.

Los libertarios ya hemos ganado la pelea contra el socialismo. La izquierda, lejos de ser nuestro enemigo directo, es tan solo una cabeza de hidra: el verdadero adversario es el Estado. los neoconservadores —o nueva derecha— son otra de las tantas variantes ideológicas que pretenden acaparar esta institución para sus propios beneficios fungiendo como casta política. No quieren favorecer al individuo; al contrario, este es el principal esclavo y perjudicado.

Debemos ser inteligentes al escuchar los discursos de quien se autodenomina de derecha o liberal y analizar si en la práctica quiere utilizar al Estado en su beneficio o, por el contrario, realmente demuestra que lo repudia y ama la libertad.

Por Montserrat Portilla

Montserrat Portilla es una internacionalista y máster en Economía y Políticas Públicas por la universidad de las Hespérides. Apasionada por la Escuela Austriaca y la escritura, es autora de varios artículos y ensayos sobre política y econmía desde una perspectiva libertaria. Es activista en redes sociales para la promoción de las ideas liberales liderando el grupo "Chavos Libertarios".

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