Escribo antes de saber el resultado de las elecciones en la provincia de Buenos Aires y a mes y medio de las elecciones de media legislatura que debería mejorar la escasa presencia parlamentaria de La Libertad Avanza. Y deseo un gran resultado para Milei, porque ha hecho en menos de dos años cosas realmente impresionantes, que destruiría la vuelta del peronismo. Sin embargo, la extraordinaria imagen internacional del presidente argentino, sobre todo en la derecha española, se está deteriorando vertiginosamente.
Y no es extraño: las últimas noticias del gobierno Milei se parecen tanto a las del gobierno Sánchez que parecen su eco ultramarino. Lo peor: desde esta semana rige en Argentina, a instancias del Gobierno y gracias a un juez corrupto la censura previa para hablar de Karina Milei, algo que no ha conseguido, sí intentado, Sánchez para hablar de Begoña. Si eso son las ideas de la libertad, que vengan Hayek y Benegas Linch, y lo vean. Y ante esta ley despótica ningún liberal del mundo puede callar, que sería otorgar.
Nuestro apoyo es a las ideas de la Libertad
Tal vez nadie en España ha apoyado tanto a Milei como nosotros, el Grupo Libertad Digital y yo mismo, que pedí el voto y auguré su victoria en las elecciones presidenciales en el artículo «Sólo un loco puede creer que Argentina tiene remedio«.
Celebramos su éxito y el de Victoria Villarruel, a la que hace muchos años dimos la primera, si no la única oportunidad de dar a conocer su lucha contra la impunidad del terrorismo rojo de los 70 en su libro «Les llamaban «jóvenes idealistas». Ningún medio español está contando los éxitos económicos de Milei tanto como el Grupo Libertad Digital. Ni lo ha agradecido nunca, ni nos ha dado siquiera una entrevista. Pero nosotros apoyamos ideas, no gestionamos prebendas. Y nuestro compromiso es de orden moral: defender la libertad, incluso contra Milei.
Me he encontrado con él dos veces, en la entrega de los dos premios mayores del liberalismo español: el Juan de Mariana y el Escuela de Salamanca. Los dos los he ganado hace unos años, lo voté en el primero y lo acompañé en el segundo, sentado detrás de Karina Milei. El espectáculo del primero fue algo grotesco, un festín maoísta de culto a la personalidad, y el segundo, peor, por la distancia que imponía su séquito a los idólatras locales, algo difícil en el escenario entrañablemente reducido del Centro Riojano. Cabe matizar que Milei tenía fiebre e hizo el esfuerzo de hablar. Menos matizable era el aparato presidencial, entre faraónico y mesiánico. Milei hizo un largo discurso sobre los complejos equilibrios del Banco Central, al que asentía Pedro Schwartz, sorprendido luego por los insultos feroces contra los economistas, sí, a bulto, y los periodistas, en general. No era el Milei impetuoso, sino un césar rencoroso vejando a la plebe indocta.
Bastaba recordar, con los últimos datos de la economía argentina, el error teórico y político de los que no creían que las ideas de la libertad funcionarían con Milei al Gobierno, y vaya si funcionaban. Pero Milei ya no buscaba nuevos adeptos, como antes, sólo ridiculizar a viejos enemigos. Le aplaudían a rabiar, pero de un año a otro, Milei había cambiado: el loco académico era líder despótico, los rugidos eran afónicos, mecánicos, de compromiso. Del grito ritual se aplaudía el «carajo» más que la libertad. La impresión, ante Karina y el séquito, era que sacaban al león de la jaula para el público fiel y luego lo devolvían a la celda para lo suyo: hacer números.
El valor moral de una política económica
Lo que no valora Milei es que lo más importante de su presidencia, con serlo mucho, no es lo económico, sino lo ideológico e institucional. La mejor idea del primer Milei era que la lucha contra el déficit, raíz de toda la ruina argentina, era, ante todo, una cuestión moral. No se debe gastar más de lo que el Estado ingresa. En España, los liberales del XIX lo llamaban «el santo temor al déficit», que era el Diablo, al debatir los Presupuestos. Esa fuerza moral detrás o delante de las recetas económicas era lo que ha convertido a Milei en referente mundial. Sin la fuerza ética de la libertad y la propiedad, la gestión económica puede ser la de Pekín: conseguir que el mercado funcione, siquiera parcialmente, y que los comunistas se forren.
El problema en Argentina es que la lucha contra el déficit, que es la base del éxito de Milei, tropieza con un pegajoso tipo de déficit, el de la corrupción política, que fatalmente encarece el coste de las mercancías. Muchos se sorprenden de que, mejorando tanto la gestión económica, no lleguen las inversiones a Argentina. Es que, antes del Caso Spagnuolo, ya estaban al tanto de que había que pagar coimas políticas, pero no cuánto ni a quién, porque la mayor parte del Gobierno de las Fuerzas del Cielo está limpia. La única rendija está en la Presidencia, con dos grupos peleados a muerte bajo el manto presidencial: el de Santiago Caputo y el de Karina y los Menem. El primero, el del llamado Mago del Kremlin, típico consejero electoral, perito en polarizaciones y criado con Durán Barba, es de origen político radical, el nefasto partido del caído Loustau, que, casualmente, preside la comisión parlamentaria para servicios de información: la CIDE. Y si alguien tiene capacidad técnica y tradición subversiva para artillar el caso de los audios de Spagnuolo y hacerlos estallar en vísperas electorales, esos son los servicios secretos argentinos, que lo saben todo, pero sirven a tantos que sólo se puede seguirlos en las novelas de Jorge Fernández Díaz.
Robar a los que no se pueden defender
El segundo grupo, el de Karina, a la que Milei llama El Jefe, y los Menem, nace de un rasgo peculiar de Milei: ser un hombre sin partido. Fue un mérito esencial para suscitar la esperanza de un pueblo desesperanzado y harto de la corrupción de los partidos políticos. Pero el Gobierno no ha tenido otra mayoría parlamentaria para sacar adelante las leyes que la de los macristas, que aseguraron que los peronistas no robaran las elecciones y que han conformado las mayorías para aprobar, trabajosamente, cada ley.
Y ahí entra la insólita situación en el Gobierno de Karina Milei, la hermana-madre-primera dama-enfermera y custodia de todos los secretos del presidente, que en el Gobierno de su hermano tiene rango funcionarial de secretaria general de la Presidencia, y que se ha dedicado a poner en marcha la creación de lo que cabe llamar Partido del Presidente o Mileísta. Sucede que ella no tiene experiencia política, que armar listas electorales requiere dinero y contactos. Y que hay un grupo de poder, el de los Menem, que se puso desde el principio a la sombra de Milei, para robar con Karina. Da igual creer que Karina siempre aspiró a hacerse rica o que Lula Menem la inició en el vicio de la coima, tan arraigado en la política real argentina.
Lo terrible de los audios que desvelan una trama corrupta que Karina y LulaMenem pastorean es que son verdad, que los espiados no niegan que sean suyos, y que se grabaron en el comienzo mismo de la Presidencia.
La única respuesta del Gobierno y sus periodistas anejos, a los que Milei y sus búfalos no llaman ensobrados, es que es «una operación política electoral». Hombre, sólo faltaría que el escándalo de unos políticos que roban en el ANDIS las medicinas para los discapacitados, se ocultara. La cuestión es si es verdad lo que se oye. Y callan. O callaban, hasta que el Gobierno buscó un juez llamado Maranello, denunciado por un montón de delitos ante la Comisión de la Magistratura, de acoso sexual y laboral a malversación de fondos públicos y falsedad documental, que ha buscado protección política y ha impuesto la censura previa sobre lo referido a Karina Milei, privilegio de casta que vulnera todas las libertades protegidas por la Constitución.
Orígenes de la corrupción: el caso del juez Lijo
Por mucho que valoremos los logros de Milei, y aunque apreciemos la tarea ingente de Federico Swarzeneger para reorganizar todo el Estado y ponerlo al servicio de los ciudadanos, o justamente porque los valoramos, debemos denunciar este vertiginoso deterioro no sólo del Gobierno y de la figura de Milei, sino de las ideas de la libertad que ha defendido hasta que han molestado a su hermana, que es la secretaria general de la presidencia y que ha revelado Spagnuolo, ¡que es el abogado personal del propio Milei! Nada de operaciones electorales, normales en una democracia. Lo que hay que ver es si lo que se revela no es un caso, sino un patrón de impunidad. Y hay demasiados signos que apuntan a la búsqueda de la impunidad judicial desde la llegada al Poder. Y el más claro es la promoción del juez Lijo, casi unánimemente considerado como el más corrupto de Argentina, experto en enterrar y archivar casos de gran contenido político, como un secuestro de los Montoneros, para una de las vacantes, vitalicias, en la Corte Suprema.
Recuerdo que apenas trascendió el nombre de Lijo, la reacción fue de incredulidad. Es como si al llegar al Poder, el PP pusiera a Baltasar Garzón, íntimo de Cristina Kirchner, expulsado por prevaricación de la judicatura y sicario chavista, para ministro de Justicia o presidente del Constitucional. Ni lo aceptarían los propios ni suscitaría más que carcajadas en los ajenos.
Creo que el primero en verlo no como un error sino como un síntoma fue Carlos Pagni, que lo entendió como el triunfo de la casta sobre Milei. Yo creí ver el caso de Garzón al llegar Aznar al Poder, cuando Mayor Oreja lo vio como hombre sin cautela en la lucha contra el terrorismo de la ETA. Se sacrificó el medio al fin, y el medio estaba podrido desde la raíz. Yo vi lo de Lijo como el alquiler de un experto en someter la Ley al Poder, que en el caso del nuevo Gobierno tenía como prioridad absoluta evitar que las leyes fueran paralizadas por los numerosos y turbios jueces kirchneristas.
Luego entendí que no era un alquiler sino una compra. ¿Y de quién a quién? El cargo es vitalicio y sobrevivirá a diez gobiernos. Y si la Casta, cuya destrucción era clave de la propaganda de Milei para la regeneración nacional, y estaba blindada por jueces corruptos, el peor era Lijo. La más dura Villarruel, que sólo lo condenó moralmente, sino que añadió que no tenía títulos legales para ocupar ese cargo. «No tiene pergaminos» dijo en un acto de la abogacía, recibiendo una cerradísima ovación. Pero Milei, se supone que influido por Cúneo Libarona, ministro de Justicia y relacionado con Lijo, se empeñó en defenderlo, contra las ideas liberales más básicas, que son la división de poderes y la independencia judicial, garantía de que la Ley estará por encima de cualquier privilegio de cargo, persona o casta.
Visto en perspectiva, la compra de impunidad futura desde el Poder, colocando a jueces que le deban el cargo, nos lleva de Lijo a Maraniello. El factor de continuidad es Karina Milei; su gran enemiga, Victoria Villarruel. Elegida en la misma papeleta que Milei, de quien fue compañera, solos los dos, en la legislatura pasada, con José Luis Espert y otra diputada enfrente, Villarruel tenía perfil propio, y en algunos actos se les veía felices juntos, como cuando pasaron en el mismo carro de combate en una fiesta militar. Milei incumplió su promesa de encargarle Defensa, Interior, acaso la CIDE. Pero el Caso Lijo y su defensa de la legalidad en el Senado que preside por imperativo constitucional lo frustraron. Y cuando gana la oposición, cosa habitual si se tienen pocos diputados, el círculo de Milei culpa a Victoria «la traidora». La traición es la de la Constitución, que como estamos viendo es un obstáculo y no una garantía de lo que antiguamente llamaban «ideas de la Libertad».
La persecución mafiosa contra Villarruel
En los últimos meses, las calumnias e insultos de Milei y su sicariato en las redes contra Villarruel han alcanzado un nivel de brutalidad abyecta. Le acusan, y arrastran a periodistas de familia, como la mujer del ministro de Defensa, u otros que arrastran por el fango su prestigio. Le acusan de las cosas más dispares, desde urdir un golpe de Estado con los kirchneristas, sin decir cómo ni con quien, sólo «piensa el presidente», y ¡calumnia va! Lo penúltimo fue filtrar que ella, sola o con militares, había propinado una paliza a uno de los organizadores del Derecha Fest, y secuestrado a su hija. Feinman le dio verosimilitud, y aunque lo desmintió en su programa, porque la policía detuvo a los asaltantes, incluido un exnovio de la chica, el sicariato mileísta de redes tuvo asidero para arreciar en su linchamiento.
A la cabeza de la banda, Lilia Lemoine que llamó en las redes a la vicepresidente «gorda, tortillera y traidora», y la acusó en televisión de querer matar a Milei, citando como autoridad al presidente. Desde entonces Milei la lleva al lado, en un mitin llamó a Villarruel «bruta traidora» y jaleó a los que aullaban: «¡hija de puta, hija de puta!». El Presto, uno de los influencers más seguidos en You Tube, que al principio, como otros, apoyaron desinteresadamente a Milei pero fueron los primeros en denunciar la corrupción de Karina y los Menem, publicó el vídeo de un manifestante en la Casa Rosada diciéndole al presidente tras la reja: «¡No me maltrate más a Victoria, porque yo les voté a los dos!». Y al pillarles robando, es imposible no pensar que tratan de destruir la figura política que, con Milei, representaba el cambio que necesitaba Argentina. Logrando que no sea sólo la víctima de la corrupción mileísta, sino su visible alternativa.
De forma retrospectiva, vemos que todos los casos de corrupción en torno a la presidencia de Milei se unen, de Lijo a Marianello, en un arco voltaico con dos polos: la compra de la Justicia y las coimas para que les reciba o ayude Mile. Desde las criptomonedas al fentanilo, de la venta de lugares en las listas electorales a la colusión con el más viejo kirchnerismo, la letanía judicial que espera al Gobierno es casi infinita. Añádase la forma brutal de expulsar a los fundadores del movimiento, como Marra, un caso idéntico al de la purga de todos los fundadores liberales de Vox, en España. En poco tiempo, Milei ha pasado de ser aplaudido mundialmente a ser el sospechoso de continuar la tradición de la corrupta casta política porteña.
El suicidio político de Bulrich y la supervivencia de la Libertad
A la censura previa para informar de todo lo que se refiera a Karina, la mejor ministra del Gobierno, su rival en las primarias Patricia Bulrich, se inmoló en el ara del despotismo al decir que «el Gobierno está indefenso» y pedir el allanamiento de las casas de los periodistas y la redacción del sitio de streaming que divulgó los audios. Morales Solá, todo un clásico de los análisis políticos, recordaba en televisión, con pena no fingida: «Cuando los kirchneristas trataban de cerrar y perseguir a los medios críticos, un grupo pequeño de legisladores se empeñó en defender a toda costa la libertad de expresión, y uno era Patricia Bulrich. ¿Qué ha sido de aquella Patricia?».
Eso nos decimos los que, desde antes de ser presidente, vimos en Milei a un héroe de la libertad, en un tiempo y un país tomados por sus enemigos. Pero las ideas de la libertad no mueren y traicionarlas sólo encarece su valor. El liberalismo parte de la certeza de que el Poder corrompe y, por ello, la Ley debe estar siempre por encima de cualquier gobierno o líder político. Espero que, sea cual sea el resultado de este domingo en la provincia de Buenos Aires, y en las elecciones de octubre, el proyecto liberal que no hace tanto sorprendió y enardeció a tantos jóvenes de todo el mundo, no vea en el inocultable déficit moral del Gobierno de Milei más que la prueba de que esas ideas la desconfianza ante el Poder y la defensa de la Libertad y la Propiedad, son tan valiosas como necesarias.
La mejor forma de rendir tributo a la obra de Milei es pedirle que actúe de acuerdo con sus ideas. De los errores y fallos, corrupción incluida, se sale. De traicionar la defensa de la Libertad, no. Entre liberales, al menos, jamás.
Publicado originalmente en Libertad Digital: https://www.libertaddigital.com/opinion/2025-09-07/federico-jimenez-losantos-el-deficit-moral-inocultable-de-milei-la-libertad-avanza-hacia-atras-7292327/
Federico Jiménez Losantos.- es un periodista, publicista, escritor, locutor y empresario español de los medios de comunicación. Director y presentador del prestigiado programa radiofónico Es la Mañana de Federico. Es también columnista, copropietario, editor y colaborador del diario Libertad Digital y de la revista La Ilustración Liberal, que además dirige.
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