Mientras el presidente Donald Trump ha hecho estallar una embarcación tras otra frente a las costas de Venezuela y ha declarado un “conflicto armado” contra los cárteles de la droga, una pregunta con duras consecuencias ha surgido mucho más cerca de Estados Unidos.
¿Podría México, donde algunos de los grupos criminales más poderosos del mundo fabrican muchas más drogas, ser el siguiente?
“Sería un honor para mí entrar y hacerlo”, dijo Trump en mayo, sobre el uso de fuerzas estadounidenses para cazar a miembros de los cárteles. “Los cárteles intentan destruir nuestro país. Son malvados”.
Sin embargo, tres altos funcionarios mexicanos dijeron en entrevistas que, aunque observan la acción militar estadounidense con cautela, México no está preocupado, por ahora.
Eso se debe, dijeron, a que la cooperación entre los países se ha vuelto simplemente demasiado sólida y ha dado demasiados resultados en materia de migración y drogas como para imaginar que el gobierno de Trump la ponga en peligro al llevar a cabo ataques militares unilaterales. Sus evaluaciones fueron reforzadas por dos funcionarios del gobierno de Trump que hicieron hincapié en la colaboración entre los países.
Pero, lo que quizá resulte más sorprendente, estos puntos de vista eran compartidos por varios miembros de uno de los principales cárteles, quienes dijeron no temer una intervención estadounidense. Dijeron que estaban más centrados en un conflicto en curso dentro de sus filas.
Hasta ahora, el gobierno estadounidense afirma que solo ha atacado embarcaciones que salen de Venezuela, un país gobernado por un gobierno autocrático que Washington ha querido que desaparezca desde hace mucho tiempo.
México, el mayor socio comercial de Estados Unidos, presenta un caso muy diferente. Cualquier intervención estadounidense tendría importantes consecuencias diplomáticas, económicas y políticas, dada la línea roja de México respecto a atentar contra su soberanía.
Los funcionarios mexicanos, que hablaron bajo condición de anonimato para poder discutir sobre asuntos diplomáticos delicados, ocupan altos cargos en áreas que abarcan los asuntos exteriores y la seguridad. Dijeron que sus homólogos estadounidenses no les han dado indicios de que México esté en el punto de mira.
Sin embargo, el hecho de que los expertos se planteen esta cuestión dice mucho sobre el grado en que el gobierno de Trump ha modificado las relaciones de Estados Unidos con América Latina.
Además, muchos analistas políticos y de seguridad estadounidenses y mexicanos advirtieron que México difícilmente estaba fuera de peligro, dado el enfoque de Trump respecto de los cárteles como objetivos de guerra y la realidad de que los cárteles más grandes y poderosos están justo al sur de la frontera.
Uno de los funcionarios mexicanos subrayó que, aunque el gobierno no veía los ataques unilaterales estadounidenses dentro de México como una amenaza inmediata, los ataques estadounidenses en el Caribe planteaban una preocupación a largo plazo.
En Washington, los funcionarios estadounidenses han hecho comentarios similares sobre la prioridad de la colaboración. Dos funcionarios del gobierno de Trump, que hablaron bajo condición de anonimato para hablar de estrategia interna, dijeron que, debido a la mayor cooperación entre las dos naciones, Estados Unidos está centrado en trabajar con México en lugar de realizar ataques unilaterales contra delincuentes.
El gobierno de Trump cree que sus amenazas contra México lo han impulsado a intensificar su lucha contra los cárteles, dijo un funcionario, lo que elimina la necesidad de que las fuerzas estadounidenses se involucren, al menos por ahora. Otro funcionario dijo que la visita del Secretario de Estado, Marco Rubio, a México el mes pasado reafirmó la sensación de que los países estaban alineados en materia de seguridad.
Rubio se reunió con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, el 3 de septiembre, el día después de que Trump anunciara por primera vez que las fuerzas estadounidenses habían atacado una embarcación en el Caribe. En declaraciones a los periodistas, Rubio se refirió con dureza a los contrabandistas de Venezuela.
“No vamos a seguir sentados viendo cómo esta gente navega por el Caribe como si fuera un crucero”, dijo. Detener barcos y confiscar cargamentos no detiene a los contrabandistas, añadió. “Lo que les detendrá es hacerlos explotar”.
Pero sobre México, mayormente se deshizo en elogios. “Es la cooperación en materia de seguridad más estrecha que hemos tenido nunca”, dijo.
Tras la reunión, las dos naciones emitieron una declaración conjunta sobre la cooperación en materia de seguridad, en la que señalaban que se basaba en el “respeto a la soberanía y la integridad territorial”, así como en la “confianza mutua”.
En el nivel más alto del gobierno mexicano, Sheinbaum ha trazado repetidamente una línea divisoria respecto a la intervención militar estadounidense.
“El pueblo de México bajo ninguna circunstancia aceptará intervenciones, intromisiones o cualquier otro acto desde el extranjero”, dijo en un mitin en Ciudad de México el domingo. “O la violación del territorio mexicano, sea esta por tierra, agua, mar o espacio aéreo”.
Sorprendentemente, la firme postura pública de Sheinbaum contra las intervenciones estadounidenses ha tranquilizado a una de las mismas redes criminales que ella y Trump han prometido desmantelar: el Cártel de Sinaloa, una de las organizaciones criminales más notorias del mundo y potencialmente mayor proveedor de drogas que todos los contrabandistas venezolanos juntos.
En entrevistas, cinco operativos de los cárteles descartaron la idea de que ahora el ejército estadounidense pudiera atacar dentro de México. Hablando bajo condición de anonimato por temor a represalias, dijeron que su preocupación más acuciante era la lucha incesante entre facciones criminales rivales. La mayoría solo conocía vagamente los recientes ataques estadounidenses en el Caribe.
Un miembro del cártel, un operativo de nivel medio de 39 años que supervisa las operaciones de seguridad en Culiacán, bastión del grupo, dijo que temía poco una intervención estadounidense porque creía que Sheinbaum no la permitiría. “Nunca ocurrirá”, dijo. “No puede hacerlo”, añadió refiriéndose a Trump.
Incluso si Estados Unidos atacara a sus traficantes en el mar, dijo, las perturbaciones serían mínimas. “No solo tenemos rutas marítimas, también terrestres y aéreas”, dijo. “Siempre hay una manera”.
Además de luchar entre sí, los grupos delictivos de México también están sometidos a una mayor presión por parte del gobierno mexicano.
En el primer año del mandato de Sheinbaum, que se cumplió el 30 de septiembre, las autoridades mexicanas dijeron que detuvieron a casi 35.000 personas por delitos de alto impacto y destruyeron cerca de 1600 laboratorios de drogas. Con su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, se realizaron anualmente un promedio de 8900 detenciones de este tipo y se destruyeron 380 laboratorios, según dijeron. Las autoridades mexicanas también afirman que han incautado 3,8 millones de pastillas de fentanilo, una estadística que no se seguía de forma sistemática con López Obrador.
Como resultado, dijo el gobierno mexicano, los homicidios han descendido casi un tercio, hasta su nivel más bajo en una década, y se están incautando menos drogas en la frontera.
El gobierno mexicano también ha redoblado sus esfuerzos en materia de migración, lo que ha contribuido a que los cruces fronterizos ilegales alcancen su nivel más bajo en años.
Uno de los altos funcionarios mexicanos dijo que existe una cooperación diaria entre las autoridades estadounidenses y mexicanas sobre los cárteles, que incluye vuelos regulares de vigilancia estadounidense sobre territorio mexicano. Pero las autoridades estadounidenses no utilizan —ni utilizarán— la fuerza en México, en parte porque la Constitución mexicana lo prohíbe, dijo el funcionario.
Hay otra razón, de casi un billón de dólares, por la que muchos creen que Estados Unidos no atacará a México: ambas naciones son profundamente interdependientes, y cada año fluyen entre ellas unos 950.000 millones de dólares en bienes y servicios.
Interrumpir ese comercio podría causar una devastación económica en los estados fronterizos de ambos países y empujar a los migrantes a buscar trabajo dentro de Estados Unidos.
Al mismo tiempo, los analistas advirtieron que México podría estar depositando demasiada fe en la diplomacia con un presidente estadounidense notoriamente volátil.
“Sheinbaum actúa, entrega y da, pero nunca es suficiente para Estados Unidos”, dijo David Mora, analista del International Crisis Group. “El problema es la volatilidad e imprevisibilidad del gobierno de Trump”.
Sobre el terreno, las actitudes son más complejas. Al menos tres encuestas nacionales realizadas este año han revelado que más del 60 por ciento de los mexicanos se oponen a la idea de que Estados Unidos realice operaciones militares en México. Una encuesta también mostró que 31 por ciento de los mexicanos veía la idea con buenos ojos.
En algunas zonas de Sinaloa, donde el derramamiento de sangre se ha convertido en parte de la vida cotidiana, algunos grupos conservadores y empresariales apoyarían los ataques estadounidenses, dijo Adrián López, director de El Noroeste, el periódico más grande del estado. Las empresas allí han sufrido enormes pérdidas a causa de las guerras entre cárteles, y muchos mexicanos perciben a Estados Unidos como más eficaz en la lucha contra el crimen organizado, dijo, por lo que “la lógica de la intervención estadounidense es atractiva”.
“La gente aquí dice: ‘Si eso hace que cese la violencia’”, dijo. “‘¿Dónde firmo?’”
“Pero”, añadió, “debemos tener cuidado con lo que deseamos”.
Annie Correal, Miriam Castillo y Emiliano Rodríguez Mega colaboraron con reportería desde Ciudad de México. Maria Abi-Habib y Edward Wong colaboraron con reportería desde Washington.
Publicado originalmente por The New York Times: https://www.nytimes.com/2025/10/12/world/americas/mexico-drugs-venezuela-us-military.html
Jack Nicas.- es el jefe de la oficina del New York Times en Ciudad de México y dirige su cobertura de México, Centroamérica y el Caribe.
X: @jacknicas
Paulina Villegas.- periodista de investigación colaboradora de The New York Times. Estudió periodismo en la Universidad de Columbia.
X: @Paulina_VV