A menudo escuchamos en México frases similares a las siguientes:
- “Los ricos deberían pagar más impuestos”;
- “Los paraísos fiscales benefician a los ricos a expensas de los pobres”;
- “México es un país que recauda poco, lo cual es perjudicial”.
Así, la organización Tax Justice Network urgía que la OCDE combatiera la evasión de impuestos a través de paraísos fiscales. Señalaba que el mundo perdería hasta 472 000 dólares al año por la elusión de impuestos.
Por ejemplo, la directora ejecutiva de Oxfam México, Alexandra Haas, declaró en una entrevista lo siguiente:
“A menor recaudación menores servicios, a menores servicios menos ejercicios de los derechos y menos movilidad social, y entonces persiste la situación de pobreza intergeneracionalmente”.
Su cita aparece en un texto de Forbes que alertaba que México perdía alrededor de 10 000 millones de dólares al año a causa de “las guaridas fiscales que usan los grandes multimillonarios”.
Para crédito del último texto de Forbes, vale la pena resaltar que usan la palabra “guaridas” en lugar de “paraísos”. Sucede que, como veremos a continuación, lo correcto es llamarles refugios o guaridas fiscales a las zonas con tasas impositivas relativamente más bajas.
Refugios, no paraísos
El concepto de “paraísos fiscales” proviene de una traducción equivocada del inglés “tax havens”. “Haven”, en inglés, significa refugio o guarida. Aunque la traducción equivocada parece inocua, tiene un matiz ideológico que no debe pasar desapercibido. Conduce a pensar en los refugios fiscales como utopías o zonas de reposo para la fortuna de unos cuantos privilegiados. La palabra refugio, por otro lado, transmite una idea un tanto distinta: no son meras zonas de protección de fortunas, sino que responden al acoso fiscal de regiones con sistemas impositivos opresivos.
Los refugios fiscales cuentan con tres características atractivas:
- Tasas impositivas bajas o nulas;
- Estrictas leyes de privacidad;
- Regulaciones financieras mínimas.
Las tres características atraen capitales de todo el mundo. Es natural que los empresarios e inversionistas busquen proteger su patrimonio. Un país tiene incentivos a convertirse en refugio fiscal si eso dinamiza su crecimiento económico. La entrada de capitales extranjeros puede suplir la carencia o escasez de ahorro doméstico e impulsar la formación de capital.
La competencia fiscal
Los refugios fiscales tienen una consecuencia no intencionada: promueven la competencia fiscal. Al promover la competencia fiscal, benefician indirectamente a los más pobres.
Cuando los países compiten por atraer capital hacia sus jurisdicciones, los gobiernos de otros países tienen un incentivo para reconsiderar sus políticas fiscales. Los gobiernos tienen un incentivo a volver más eficientes sus sistemas tributarios. La existencia de refugios fiscales, entonces, puede promover el crecimiento.
Los impuestos reducen el bienestar de los individuos al orientar los esfuerzos de la población hacia actividades menos productivas como la elusión de impuestos y el gasto en cabildeo para influir en la legislación fiscal. Los impuestos reducen el espectro de intercambios mutuamente benéficos y retrasan la innovación al castigar el emprendimiento.
Además, existen impuestos como los de ganancias al capital que son especialmente perjudiciales. Castigan al contribuyente tanto cuando adquiere un activo cuyo precio sube como cuando vende el activo y obtiene un rédito. También lo castigan si un activo crece de valor en términos nominales, pese a que haya perdido valor en términos reales.
Los refugios fiscales promueven la diversificación del riesgo.
Hay países cuyos gobiernos toman decisiones arbitrarias que lastiman la confianza de los inversionistas. Países que cambian las reglas del juego de manera drástica, que carecen de contrapesos políticos suficientes o que incluso expropian o confiscan el patrimonio de entes privados. La existencia de refugios fiscales permite que los inversionistas sorteen mejor esos riesgos. Como consecuencia, crecen los incentivos a ahorrar y a construir un espacio de infraestructura en el que puede mejorar la macroeconomía de un país.
Sobre la aparente baja recaudación en México
La aparente baja recaudación en México es engañosa. Sugiere que podría recaudarse más y tener “lonches gratis”: ganancias gratuitas para la población mexicana. La realidad es más profunda.
El gasto que realiza el gobierno es gasto que no realiza el individuo del cual se extraen impuestos. Los individuos tienen, por regla general, un incentivo a ser más cuidadosos con su dinero: gastan de maneras más prudenciales y adecuadas a sus intereses de corto y largo plazo. El gobierno, por otro lado, tiene un incentivo a despilfarrar o emplear dinero en obras públicas cuya rentabilidad social es, cuando menos, dudosa. México es uno de los países con mayor ineficiencia en el gasto público, superado por Colombia o Argentina; pero debajo de países más disciplinados como Chile.
Un país no “pierde” a consecuencia de los refugios fiscales. Por el contrario, los refugios fiscales contribuyen a preservar la riqueza. Al preservar la riqueza, preservan también los incentivos necesarios para las actividades productivas. Actividades más necesarias para el crecimiento de largo plazo que las actividades de políticos y funcionarios gubernamentales que sólo buscan maximizar su bienestar de corto plazo.