Introducción


En la última década, el estudio del populismo ha experimentado una evolución significativa, tanto en el plano conceptual como empírico. Investigadores como Kirk Hawkins (2009) han sido clave en este desarrollo, proponiendo un enfoque discursivo e ideacional que define el populismo como un estilo político centrado en una dicotomía moral entre «el pueblo puro» y «la élite corrupta». Esta perspectiva ha permitido comparaciones sistemáticas entre países y una medición más rigurosa del discurso populista.


Populismo y Deterioro Institucional


Los efectos del populismo sobre las instituciones económicas han sido objeto de creciente atención. Rode y Revuelta (2015), utilizando el índice de Libertad Económica del Mundo, demostraron que los gobiernos populistas tienden a debilitar la calidad institucional, reduciendo la certeza legal, imponiendo restricciones al comercio y aumentando la carga regulatoria. Estos hallazgos sugieren una erosión prolongada de la integridad institucional bajo regímenes populistas.

Celico, Rode y Rodríguez-Carreño (2023) profundizan esta línea argumental, mostrando que el populismo en el poder está sistemáticamente vinculado a una disminución de la libertad económica, especialmente en países con débiles contrapesos institucionales. Su investigación destaca el papel mediador de los controles políticos en mitigar los efectos negativos del populismo sobre las instituciones.


Inseguridad Económica y Apoyo Populista


En una contribución más reciente, Hanna Sakhno (2025) explora cómo la inseguridad económica influye en el apoyo al populismo en democracias europeas. Su investigación doctoral revela que este vínculo se intensifica en sociedades con altos niveles de gasto social. Paradójicamente, los sistemas de bienestar no siempre amortiguan el populismo; cuando son percibidos como ineficientes o capturados por élites, pueden alimentar narrativas populistas.


La Lógica Antipluralista del Populismo


Según Funke et al. (2023), la literatura reciente ha convergido en una definición ampliamente aceptada del populismo como un estilo político centrado en la lucha entre «el pueblo» y «el establishment». Esta definición, basada en el trabajo de Cas Mudde (2004), ha sido adoptada también por economistas, facilitando su aplicación transversal. El populismo rechaza el pluralismo, la deliberación y la mediación institucional, presentando al líder populista como el único intérprete legítimo de la voluntad popular.

Populismo de Derecha vs. Libertad Económica


El populismo de derecha representa una amenaza directa a los principios de libertad económica, tal como han sido definidos por Gwartney, Lawson y Murphy en el marco del Economic Freedom of the World Index. Según estos autores, la libertad económica se basa en cinco pilares fundamentales: tamaño del gobierno, estructura legal y derechos de propiedad, acceso a dinero sólido, libertad para comerciar internacionalmente, y regulación del crédito, trabajo y negocios.

Los gobiernos populistas de derecha, al priorizar la voluntad popular sobre normas institucionales, tienden a intervenir agresivamente en la economía. Esto se traduce en expansión del gasto público con fines clientelistas, debilitamiento del estado de derecho, manipulación de políticas monetarias, restricciones al comercio exterior y aumento de la regulación para favorecer sectores aliados o castigar opositores.


Estas prácticas erosionan los fundamentos de la libertad económica, generando entornos menos competitivos, menos previsibles y más vulnerables a la corrupción.


Confundir Populismo de Derecha con Libertad Económica: Una Falsa Equivalencia Peligrosa


Uno de los errores más comunes y peligrosos en el análisis político contemporáneo es confundir el populismo de derecha con la defensa de la libertad económica. Aunque ambos discursos pueden coincidir superficialmente en su crítica al Estado o a las élites burocráticas, sus fundamentos y consecuencias son radicalmente distintos.


No basta con que un político denuncie el socialismo, los “zurdos” “rojillos” o los “progres” en televisión si, al mismo tiempo, sostiene discursos contrarios al libre mercado o utiliza una retórica de exclusión. Cuando un líder populista se apropia del lenguaje del capitalismo para promover políticas autoritarias o discriminatorias, se produce una distorsión peligrosa: las personas comienzan a asociar el fracaso institucional y social con el fracaso del capitalismo mismo.


Esto genera una pérdida de esperanza y una profunda confusión ideológica. En lugar de fortalecer la confianza en los principios de libertad económica, se instala la percepción de que el mercado libre es sinónimo de injusticia, exclusión o corrupción. Lo peor que puede pasar es que el populismo de derecha se disfrace de liberalismo económico, porque entonces se desacredita no solo el discurso populista, sino también el modelo económico que podría ofrecer soluciones reales.


Por eso, se requiere un acto oportuno de higiene intelectual: insistir en trazar una línea clara entre la auténtica teoría liberal —como la tradición austriaca— y sus falsificaciones populistas. Defender la libertad económica implica también defender la coherencia, la inclusión y el respeto institucional, y no permitir que se utilice como máscara para agendas autoritarias o excluyentes.


Mercados Libres No Son Sinónimo de Exclusión Social


Muchos líderes populistas de derecha han instrumentalizado el lenguaje económico para atacar a grupos vulnerables o movimientos sociales, como los migrantes, los pueblos indígenas, la participación de mujeres en el mercado laboral o incluso instituciones globales como el Foro Económico Mundial.


Esta estrategia retórica distorsiona el concepto de libertad económica, que en su formulación original se basa en principios universales: derechos de propiedad, apertura comercial, estabilidad institucional y reglas claras para todos. La libertad económica no implica xenofobia, ni rechazo a la diversidad, ni oposición a los derechos sociales. Al contrario, requiere un entorno institucional inclusivo, pluralista y respetuoso de los derechos humanos.


Reivindicar una Libertad Económica Centrada en la Dignidad Humana


Por eso, es fundamental reivindicar una visión de libertad económica que tenga como centro la dignidad humana en todo su sentido, junto con el respeto institucional y el pluralismo democrático. El capitalismo no puede reducirse a una herramienta retórica para justificar exclusión, discriminación o autoritarismo.

Confundir el populismo de derecha con el liberalismo económico es una falsa equivalencia peligrosa. No solo distorsiona el concepto de libertad, sino que impide la emergencia de alternativas legítimas. Solo recuperando una noción de libertad económica compatible con la inclusión y la institucionalidad democrática, podremos evitar que el populismo de derecha se disfrace de liberalismo, mientras socava los valores que hacen posible una economía verdaderamente libre.

Miguel A. Cervantes obtuvo su título en la Universidad de Texas en el Paso, es catedrático de economía internacional en la Burgundy School of Business de Francia. Cervantes fue economista del Fraser Institute en Canadá y tiene interés en la investigación sobre la libertad económica y su incidencia sobre el bienestar de las personas.



Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *