Trump ha reconocido que ha autorizado operaciones encubiertas de la CIA contra el régimen de Maduro. La razón alegada es poner fin al tráfico de drogas del régimen con Estados Unidos. Es la misma con la que ha justificado el hundimiento de cinco lanchas que supuestamente transportaban drogas hacia el país norteamericano, acabando con la vida de 27 personas. Maduro es acusado de dirigir el cártel de los Soles y, a su vez, facilitar a la organización criminal Tren de Aragua los medios para introducirse en el país de Trump.
Con independencia de la realidad de estas imputaciones, que muchos ponen en tela de juicio, lo cierto es que suenan a pretexto. La mayor parte de los estupefacientes que entran en Estados Unidos lo hacen por la frontera mexicana y son los cárteles de ese país los que los introducen. Que bandas venezolanas, amparadas o no por Maduro, lo hagan también no obsta a que porcentualmente su participación en el negocio sea menor. Si Trump no acosa al Gobierno mexicano como hace con el venezolano es porque la cínica Claudia Sheinbaum se pliega a las exigencias de Trump en temas económicos y de inmigración mientras limita su colaboración en el asunto del tráfico de narcóticos porque no puede o porque no quiere.
En lo que a nosotros afecta, sin embargo, las razones que tenga Trump para acabar con el régimen de Maduro, si es que es eso lo que quiere, son irrelevantes. De conseguirlo, las consecuencias no se limitarían a liberar al pueblo venezolano de la opresión que sufre bajo el régimen chavista. Podrá saberse entonces con cierta exactitud cuáles han sido las relaciones de ese cruel régimen con nuestros políticos. Sospechamos estrechos e inconfesables lazos con pagos de sumas generosísimas. Podría Maduro haber estado abonando el trabajo que nuestros socialistas han llevado a cabo diestramente para convencer al resto de Occidente de que era preferible no acosar con sanciones ni otras acciones al régimen de Maduro con el fin de no arruinar las eternas negociaciones con la oposición hacia una transición democrática. Como era fácil de adivinar, todo fue una farsa para ganar tiempo pues, cuando, tras varios aplazamientos, finalmente se celebraron las elecciones presidenciales en 2024, Maduro dio un grosero pucherazo y no hubo nada de lo que nuestros gobernantes prometieron.
Si el régimen finalmente cae, habrá oportunidad de saber qué beneficios ha estado recibiendo Zapatero o qué hizo exactamente Raúl Morodo cuando fue embajador de España allí para cobrar a cambio los pagos millonarios por los que ha sido juzgado en la Audiencia Nacional. Y seguro que son muchos más los receptores de coimas. Sabremos las que haya podido recibir Sánchez o su entorno, y lo que ha llegado hasta los bolsillos de los comunistas españoles, que tanto sufren con los gazatíes mientras miran hacia otro lado cuando los torturados son venezolanos. Suscita especial interés el caso de Josep Borrell, que se pasó su mandato como alto representante de la diplomacia europea imponiendo la tibia actitud de España respecto de Venezuela a todos los miembros de la Unión. Podemos razonablemente esperar grandes revelaciones que pondrán finalmente en evidencia la catadura moral de muchos de nuestros políticos de izquierdas. Como diría el Padrino, no es cuestión de proximidad ideológica, son sólo negocios.
Publicado originalmente en Libertad Digital: https://www.libertaddigital.com/opinion/2025-10-17/emilio-campmany-la-caida-de-maduro-7309008
Emilio Campmany.- jurista y analista político español. Publica en Libertad Digital. Autor de Operación Chaplin (Algaida), Quién mató a Efialtes (Ciudadela) y Verano del 14 (Esteságoras).