Leo con resignación racionalista cómo los medios de izquierda celebran con alborozo un nuevo retroceso en España de la libertad de expresión. Aprovechando que el populismo con perspectiva de género hace subir las audiencias, Pedro Sánchez y la ministra de Igualdad pretenden convertir en ley que un juez pueda imponer a un condenado por violencia vicaria –la que un hombre comete contra sus hijos para dañar indirectamente a su mujer– la prohibición de hablar o escribir sobre su caso durante 20 años. Si ya es delirante afirmar que dicha violencia vicaria solo la pueden cometer los hombres, como si las mujeres fuesen ángeles de luz y no matasen a sus hijos tanto o más que los hombres con ánimo vengativo, todavía más grave si cabe es que se pretenda eliminar arbitrariamente la libertad de expresión de unas personas que la tienen limitada, como cualquier hijo de vecino, por las leyes que castigan los atentados contra el honor, la intimidad o la dignidad.

¿Tienen derecho los monstruos a la libertad de expresión? En un régimen liberal, sin duda, como el resto de ciudadanos tienen el derecho de no comprar su libro o escuchar su podcast. Pero lo que pretenden los socialistas no es censurar a un padre asesino sino ganar un puñado de votos del punitivismo androfóbico y, en el medio plazo, censurarle a usted, estimado lector, cuando haya jueces que crean que sus opiniones necesitan no una tribuna, sino un psiquiatra, como ha dictaminado recientemente el juez, afortunadamente jubilado, José Castro contra Isabel Díaz Ayuso. Castro concurrió a las elecciones en las filas del partido de extrema izquierda Sumar, por lo que no hace sino seguir una tradición de la ideología comunista consistente en el abuso político de la psiquiatría para vigilar, acosar y castigar a los enemigos políticos. Tanto en la URSS como en sus satélites totalitarios, los ancestros ideológicos del guerrero judicial Castro encarcelaban a disidentes religiosos y políticos en manicomios porque ya se sabe que si uno se niega a transitar por el lado correcto de la historia, el de la superioridad moral mientras se entona la Internacional, no es que tenga opiniones diversas sino que es un bicho malvado o un monstruo esquizofrénico.

Mientras en España el gobierno socialista impulsa medidas que ponen en riesgo la libertad de expresión, en el Reino Unido se ha producido una victoria significativa para este derecho fundamental. La reciente decisión de la Universidad de Cambridge a favor del profesor Nathan Cofnas, un académico de filosofía cuyas opiniones controvertidas sobre raza desataron una intensa controversia, representa una esperanza de que la dictadura woke pierde fuelle en su corrosión del principio de la libertad de expresión en la academia. Este caso, en contraste con los retrocesos en España, subraya la importancia crítica de proteger la libertad académica, incluso cuando las ideas expresadas generan incomodidad o indignación.

Cofnas desató una polémica con una publicación en su blog en la que expresó sus opiniones sobre raza y meritocracia. Escribir sobre raza en la universidad es como ir con una camiseta de Vini por las Ramblas, ganas de ir provocando. Argumentó –porque el tipo no solo habla sobre raza, sino que argumenta, todavía más provocación en la academia– que, en un sistema meritocrático, ciertos grupos, incluidos los afrodescendientes, estarían subrepresentados en posiciones de alto perfil fuera de ámbitos como el deporte y el entretenimiento. Calificando su perspectiva como «realismo racial«, Cofnas abogó por aceptar las diferencias en la distribución del talento entre grupos. Estas declaraciones provocaron una fuerte reacción: estudiantes presentaron quejas formales y una petición exigiendo su despido reunió más de mil firmas. Obviamente, se organizó una protesta frente a la facultad de filosofía porque ya no queda ningún Wittgenstein allí armado con un atizador. Ya saben, el kantiano «atrévete a saber» es cosa de hombres blancos colonialistas, heterosexuales y boomers. Sin embargo, el cuerpo disciplinario de Cambridge concluyó que el blog de Cofnas no constituía discriminación ni acoso y que estaba dentro de los límites de la libertad de expresión protegida por la ley. Me gustaría saber la composición sexual, étnica e incluso religiosa de ese cuerpo disciplinario. La decisión, fundamentada en la nueva política de libertad de expresión de la universidad en la estela de la de Chicago, reafirmó que los académicos deben tener la libertad de desafiar la sabiduría convencional sin temor a represalias. El artículo de Cofnas en el blog no fue muy empático que digamos, pero, como decía Giorgio Colli, Apolo es un dios que hiere desde lejos. No se puede censurar a un académico, establecen en Cambridge, si las objeciones únicamente se centran en lo discutible de las ideas mismas, y no en un daño concreto que se derive de estas. Vamos, lo que defendía Popper en la paradoja de la tolerancia que explicó en una nota a pie de página de La sociedad abierta y sus enemigos, donde los enemigos eran Platón, Hegel y Marx, a los que habría que sumar ahora a Trump, Pedro Sánchez y gran parte del cuerpo estudiantil de Cambridge. Esta distinción fue crucial para salvar a Cofnas de la inquisición universitaria: la incomodidad no equivale a discriminación.

En contraste con las tendencias en España, donde se busca silenciar a ciertos individuos bajo pretextos ideológicos, la decisión de la universidad inglesa representa un acto de coraje cívico y victoria del liberalismo frente al socialismo. Mientras en nuestro país el gobierno socialista intenta limitar el discurso con leyes que se aplican arbitrariamente para castigar opiniones disidentes, la universidad británica ha optado por priorizar la libertad intelectual sobre las demandas de conformidad ideológica. Esto es especialmente relevante en un contexto donde las universidades, antaño bastiones del pensamiento libre, compiten para convertirse en sucursales de la industria tecnológica y correas de transmisión de las doctrinas que dictan gobiernos populistas.

El triunfo legal de Cofnas, apoyado por la Free Speech Union, es posible que establezca un precedente que proteja el derecho de los académicos a expresar opiniones «políticamente incorrectas». También es un referente para los que luchan contra la censura en España, donde la libertad de expresión se ve amenazada por iniciativas que buscan castigar no solo a los «monstruos», sino a cualquier ciudadano que exprese ideas contrarias a los «ídolos de la tribu». La alternativa es un entorno donde la conformidad ideológica vence al pensamiento crítico, y la búsqueda del conocimiento universal se subordina a agendas políticas particulares.

Publicado originalmente en Libertad Digital: https://www.libertaddigital.com/opinion/2025-10-06/santiago-navajas-buenas-y-malas-noticias-sobre-la-libertad-de-expresion-7304400

Dr. Santiago Navajas.- Profesor de Filosofía. Articulista en los diarios Vozpópuli y Libertad Digital, entre otros. Es autor de Manual de Filosofía en la pequeña pantalla (2011), De Nietzsche a Mourinho. Guía filosófica para tiempos de crisis (2012), El hombre tecnológico y el síndrome Blade Runner (2016)y el más reciente: El Pensamiento en Lucha(2024) entre otros libros.

Twitter: @santiagonavajas

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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