Desde hace doce meses, todos los liberales del mundo miran, con un punto de ansiedad y otro de esperanza, hacia Argentina. Nadie habría predicho 5-6 años antes el triunfo de Javier Milei. De hecho, al que lo hubiera pronosticado le habrían tomado por loco. ¿Un liberal al frente de uno de los países más intervencionistas del mundo? Y no un liberal cualquiera: uno tan cañero que le llaman libertario para que quede claro que no estamos hablando de uno de esos políticos europeos que en sus discursos a veces citan a Hayek o a Friedman (aunque no hayan leído sus libros), pero luego cuando están en su cargo siempre prefieren subir un impuesto a recortar un gasto.

Milei se ha convertido en una referencia. Uno de los políticos más conocidos del planeta. En España, especialmente entre los jóvenes y en redes sociales, es una rockstar: sus discursos, tanto los de su mandato como presidente como sus intervenciones previas en tertulias de televisión, se comparten en los grupos de amigos y acumulan decenas de miles de likes. También están los que le odian, claro. Pero incluso ese fenómeno (el rechazo que genera) es curioso: ¿cuándo un presidente extranjero provocó tantas reacciones, a favor o en contra, en nuestro país? Probablemente, sólo el chavismo, en el opuesto ideológico, puede equipararse en la intensidad de las emociones durante los últimos 20-25 años.

Y, como es lógico, muchos son los que se preguntan si no podría surgir «un Milei español». Algunos miran a Isabel Díaz Ayuso, otros dicen que no existe nadie equivalente, los más señalan las evidentes diferencias entre los dos países. Lo cierto es que, más allá de lo que cada uno desee, hay varios factores que dificultan que surja un fenómeno similar en nuestro país.

1. Sistema electoral

Milei representa un movimiento único en el mundo. O casi. Desde un punto de vista electoral, está claro que no es sencillo que un profesor de Economía y tertuliano televisivo acabe convirtiéndose en presidente de un país. Se lo aseguramos: si fuera fácil, muchos más lo intentarían.

¿Qué explica este éxito? Sí, las circunstancias económicas en Argentina, tras varias décadas de un peronismo empobrecedor. Pero también un sistema electoral muy peculiar y que, en lo que respecta al máximo mandatario de la república, se juega en términos similares a los de la república francesa: no es exactamente igual (no es necesario el 50% del voto, están esas primarias un poco raras que se llaman PASO, etc…) pero a efectos prácticos, lo que cuenta es el modelo presidencialista. Un candidato sin un partido fuerte que le respalde puede presentarse y dar la sorpresa.

No ponemos el ejemplo francés a la ligera. Emmanuel Macron llegó al Palacio del Elíseo con un movimiento político que había fundado apenas un par de años antes (por cierto, curiosa coincidencia, quizás no del todo casual, en los nombres que uno y otro eligieron para sus plataformas: «¡En Marcha!» y «La Libertad Avanza»).

No entraremos en la obvia diferencia ideológica entre un defensor del Estado como Macron, que quiere fortalecerlo-optimizarlo para hacerlo crecer, y un libertario a lo Milei. Lo relevante aquí es la forma en la que ambos crearon una plataforma política y comenzaron a hacerse un hueco en las encuestas.

En España, el sistema es parlamentario. Más que una elección, tenemos 52 elecciones diferentes que luego suman sus resultados para dar una cifra final. Y las alianzas post-electorales son claves para determinar quién gobierna. Lo que tiene dos derivadas: en primer lugar, necesitas un partido relativamente fuerte y con una cierta estructura territorial (no te vale con una cara conocida); y tendrás que llegar a acuerdos si no tienes mayoría absoluta. Por ejemplo, ni Macron ni Milei tuvieron más del 50% del voto en primera vuelta (de hecho, ambos quedaron por debajo del 30%). Como Podemos o Ciudadanos pueden atestiguar, sí es posible que surja un partido nuevo que genere cierta ilusión o comprometa la posición de las formaciones tradiciones. Pero es mucho más complicado que alcance el poder y consolide una estructura en el conjunto del país.

2. La UE

La pertenencia de España a la Unión Europea complicaría las cosas a un gobernante que quisiera afrontar en nuestro país las reformas que Milei está llevando a cabo en Argentina. ¿Cuánto? Dependería del grado de profundidad de esas reformas y de los callos que pisara. Pero la normativa comunitaria y los compromisos derivados de nuestra inclusión en la zona euro lo harían más complicado.

Esto no es necesariamente una crítica a la UE. Digamos que pertenecer al club comunitario hace que los cambios radicales sean más complicados. Desde un punto de vista liberal, esto tiene una derivada positiva y otra no tan buena. Si un partido como Podemos llegase al poder, ¿podría hacer lo que quisiera? No. En parte, porque la UE nos protegería. ¿Sería peligroso para la economía española? Mucho. Pero los controles de Bruselas, por ejemplo en materia presupuestaria, alejarían el temor a una deriva a la venezolana (o exigirían varias legislaturas para lograrlo). Recordemos, por ejemplo, que España es un país que tiene unos costes de financiación muy bajos desde hace 25 años gracias al aval implícito del resto de miembros de la Eurozona y al respaldo del Banco Central Europeo: si se intuyese que íbamos a dejar el euro o se filtrara desde Bruselas que no nos rescatarían en caso de necesidad, el grifo del crédito se secaría en unos días (recuerden lo que le pasó a Grecia en el primer semestre de 2015).

Pero si la UE impediría (complicaría) un experimento muy radical a la izquierda… lo mismo puede decirse en sentido contrario. Una propuesta de recorte del gasto, eliminación de burocracia o liberalización sectorial como la que ha planteado Milei también encontraría trabas en una legislación comunitaria que tiende cada vez más a la uniformidad en cada vez más ámbitos.

Y lo mismo con los impuestos. Imaginemos que ese llamado «Milei español» quisiera implantar una reforma fiscal radical en la línea irlandesa. ¿Le dejarían el resto de sus socios? ¿Puede permitirse un Gobierno español, con nuestro nivel de deuda, un enfrentamiento directo con Bruselas?

Es paradójico, pero lo que nos da estabilidad (la Eurozona, aval de nuestros socios, apertura a una de las regiones de libre comercio más grandes del mundo) y nos protege de ciertas locuras (recuerden cómo terminó el experimento de Syriza en Grecia) también podría limitar las revoluciones buenas.

3. Estancamiento, sí; hecatombe, no

La economía española tiene numerosos problemas. Pero no somos la Argentina de finales de 2023. Ni siquiera la Grecia de 2010-2015. Vamos renqueando desde hace ya 20 años, sin apenas aumentos de productividad, con sueldos estancados, con poco dinamismo, cada vez más centrados en el monocultivo turístico, con graves deficiencias en productividad… Todo esto es cierto. Pero, repitamos, no somos Argentina.

¿Y esto complica la vida al posible émulo del león argentino? Sí. Un experimento como el que está llevando a cabo Milei es mucho más difícil sin un colapso total. España no es más pobre ahora que hace 30 años. Nuestro problema es que: (i) no somos mucho más ricos; y (ii) en términos relativos, en comparación con los que nos rodean, sentimos que estamos estancados. Pero seguimos siendo un país del primer mundo, para lo bueno y lo malo.

En este punto, hay dos derivadas que complicarían mucho un cambio radical. Lo primero, el miedo de una sociedad envejecida y en la que existen muchos intereses adquiridos. Porque una cosa es que a un español le guste lo que hace Milei en Argentina o que piense que su país necesitaría una terapia de shocksimilar… y otra que acepte que eso implicaría un fuerte recorte en el gasto público que afecte también a su pensión o la de sus padres. O que eso implica perder la subvención que mantiene con vida a su empresa. O que su indemnización por despido desaparezca. Desde un punto de vista sólo teórico, quizás muchos pensemos que ese tipo de medidas, dolorosas en el corto plazo, podrían ser necesarias para un crecimiento más robusto en el futuro. Pero que lo creas en la teoría no quiere decir que estés dispuesto a aceptarlo en la práctica cuando te toca.

Porque, además, hay otro elemento importante: el Presupuesto es cada vez más inercial. No es como si el ministro de Hacienda se sentara con una hoja en blanco cada año para ver en qué gasta el dinero. Muchas partidas van pasando de año en año (y creciendo), y la capacidad para controlar o eliminar esos gastos es limitada. De las pensiones al sueldo de los funcionarios o las transferencias a otras administraciones: ¿se pueden tocar esas partidas? Sí. Pero no es tan sencillo en la práctica como pensamos en teoría.

Al final, la pregunta sigue ahí: ¿podría surgir mañana un Milei español? Y la respuesta es que en nuestro país sería más complicado. También es cierto que si alguien consigue reflotar la economía argentina, su ejemplo sería tan increíble y los ecos de su éxito reverberarían con tanta fuerza… que incluso algo tan extraño comenzaría a ser visto como posible.


Publicado originalmente en Libre Mercado: https://www.libremercado.com/2024-12-09/tres-razones-por-las-que-sera-mucho-mas-complicado-que-surja-el-milei-espanol-7192870/?utm_campaign=url_rewrite&utm_medium=Social&utm_source=Twitter

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Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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