Lo dijo Gabriel Boric, presidente de Chile: “Necesitamos redistribuir las riquezas que producen las chilenas y chilenos”, es decir, quitarle a Juan lo que, por ser producto de su trabajo, es de Juan, para darle a Pedro lo que, por no ser producto de su trabajo, no es de Pedro, redistribución del ingreso que viola el derecho a la propiedad sobre el producto del trabajo, que eso es el ingreso, y, desde el momento en el cual la propiedad es la condición de posibilidad del ejercicio de la libertad (la libertad se ejerce sobre la propiedad), también viola el derecho a la libertad.
Lo dicho por Boric, quien puede llevar a la ruina a la economía chilena, demuestra, ¡una vez más!, que un político es alguien que cree tener el derecho de disponer de la propiedad de los demás como crea más conveniente, siempre en nombre de entelequias como la justicia social (si hay un sustantivo que pierde sustancia al adjetivarse, sobre todo si el adjetivo es social, ese sustantivo es justicia, misma que no acepta ningún adjetivo, por más que siempre se le haya adjetivado: justicia conmutativa, justicia distributiva, etc.), o la justa distribución del ingreso (como si el ingreso, en vez de generarse por el trabajo de cada quien, fuera distribuido injustamente por alguien: la causa de la pobreza no es la injusta distribución del ingreso sino la insuficiente generación de ingreso, por medio del trabajo, de parte de los pobres).
Lo dicho por Boric demuestra que un político es alguien que considera tener el derecho de disponer del ingreso de los demás como crea más conveniente, independientemente de que sea de izquierda, centro o derecha, “derecho” que se convierte en poder arbitrario cuando el político llega al gobierno. El común denominador de los políticos es esa creencia, y ésa es la razón por la cual gobernar es sinónimo de redistribución del ingreso, cobrando impuestos con fines redistributivos (quitándole más a unos que a otros), y ejerciendo el gasto social (dándole más a unos que a otros), lo cual se comprueba analizando los presupuestos de egresos de los gobiernos (en el caso de México, a nivel Federal, más o menos dos terceras partes del gasto es gasto social).
El problema no es sólo que los políticos crean tener el derecho de disponer del ingreso de los demás como consideren más conveniente, sino la creencia, de una buena parte de los ciudadanos, de que la causa de la pobreza es la injusta distribución del ingreso, injusticia que se corrige con el gobierno redistribuyendo el ingreso, razón por la cual votan por esos políticos. Pero no, la causa de la pobreza no es la injusta distribución del ingreso (¿quién lo distribuye de manera injusta?), sino la insuficiente generación de ingreso, por medio del trabajo, de parte de los pobres.
Agradecemos al autor su amabilidad al permitirnos reproducir su columna Pesos y Contrapesos, en el diario La Razón: https://www.razon.com.mx/opinion/columnas/arturo-damm-arnal/redistribuir-ingreso-474604
Arturo Damm Arnal, economista y Doctor en filosofía, periodista y profesor universitario. Publica regularmente en La Razón y participa constantemente en los programas informativos y de opinión de TV Azteca.
Twitter: @ArturoDammArnal.