(La virtud de bajar los impuestos)

Introducción:

El debate sobre la política fiscal es una constante en las discusiones económicas y políticas. Una de las propuestas más defendidas por los liberales es la reducción de impuestos para la ciudadanía y los empresarios. Desde la perspectiva del liberalismo, bajar los impuestos no solo es una medida económica eficaz, sino también un principio ético que promueve la libertad individual, la eficiencia del mercado y el crecimiento económico.

En el corazón del liberalismo yace la defensa de la libertad individual. Los impuestos, por su naturaleza, representan una exacción de los recursos que los individuos y las empresas han generado. Reducir los impuestos significa, en primer lugar, devolver a las personas el control sobre una mayor parte de sus ingresos. Esta medida amplía la libertad de elección, permitiendo que los individuos decidan cómo gastar, invertir o ahorrar su dinero según sus propias prioridades y necesidades.

Las bondades de reducir los impuestos

El liberalismo económico sostiene bajo evidencia bien documentada, que el mercado libre, cuando se deja operar con mínimas restricciones, es el mecanismo más eficiente para asignar recursos y fomentar el crecimiento. Bajar los impuestos incentiva la inversión y el emprendimiento. Las empresas, al retener una mayor parte de sus ganancias, tienen más capital disponible para reinvertir en expansión, innovación y creación de empleo. Esta dinámica impulsa la productividad y el crecimiento económico general.

Para los ciudadanos, disponer de más ingresos netos aumenta el consumo, uno de los principales motores del crecimiento económico. Cuando los consumidores tienen más dinero para gastar, la demanda de bienes y servicios aumenta, lo que a su vez impulsa la producción y el empleo. Este ciclo virtuoso se traduce en un mayor dinamismo económico y un incremento general del bienestar.

En ese sentido, un sistema fiscal con menores impuestos mejora la competitividad de un país en el ámbito internacional. Las empresas buscan entornos con cargas impositivas bajas para maximizar sus beneficios y reducir costos. Un régimen fiscal favorable atrae inversiones extranjeras, lo que no solo introduce capital sino también tecnología y conocimientos que pueden beneficiar a la economía local. Además, una menor carga fiscal sobre las empresas nacionales les permite competir de manera más efectiva en el mercado global, fortaleciendo su posición y contribuyendo a la balanza comercial del país.

Eficiencia fiscal

Desde la perspectiva liberal, el gobierno es un mal administrador de recursos en comparación con el sector privado. La burocracia y la ineficiencia son características comunes de la gestión pública. Reducir los impuestos limita la cantidad de recursos que el gobierno tiene a su disposición, obligándolo a ser más eficiente en el uso de los mismos. Al mismo tiempo, permite que una mayor parte de los recursos permanezca en manos privadas, donde se asignan más eficientemente según las señales del mercado.

La carga fiscal elevada puede desincentivar la innovación y el emprendimiento. Los impuestos altos reducen las recompensas potenciales que pueden obtener los emprendedores y los innovadores, disminuyendo el atractivo de tomar riesgos. Al reducir los impuestos, se crean condiciones más favorables para la creación de nuevas empresas y el desarrollo de nuevas tecnologías. Esto no solo impulsa la economía, sino que también contribuye al progreso social y al bienestar general.

Desde una perspectiva ética, en una sociedad bajo los criterios del liberalismo, los individuos tienen derecho a los frutos de su labor. Los impuestos, cuando son excesivos, pueden ser vistos como una confiscación injusta del trabajo y la creatividad de las personas. Bajar los impuestos respeta mejor los derechos individuales y se alinea con la noción liberal de justicia, que aboga por una menor intervención del estado en la vida económica de los ciudadanos.

Evidencia internacional

Varios países han implementado políticas de reducción de impuestos que han llevado a un crecimiento económico significativo. Aquí algunos ejemplos destacados:

1. Irlanda (década de 1990 y 2000)

Contexto: A finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, Irlanda enfrentaba desafíos económicos importantes, incluyendo altas tasas de desempleo y un bajo crecimiento económico.

Política: En respuesta a estas dificultades, el gobierno irlandés implementó una serie de reformas fiscales, incluyendo la reducción de la tasa corporativa del 40% al 12.5% en 2003. Además, se realizaron recortes en impuestos personales y mejoras en el entorno empresarial.

Resultados: Estas políticas contribuyeron a un período de fuerte crecimiento económico, conocido como el “Tigre Celta”. Irlanda experimentó un rápido aumento en el PIB, atrajo importantes inversiones extranjeras y redujo significativamente el desempleo. Entre 1995 y 2007, la economía irlandesa creció a un ritmo promedio de aproximadamente 6% anual.

2. Estados Unidos (década de 1980)

Contexto: A principios de la década de 1980, Estados Unidos enfrentaba una alta inflación y un crecimiento económico lento.

Política: Bajo la presidencia de Ronald Reagan, se implementaron grandes recortes fiscales, conocidos como la “Reaganomics”. Las tasas marginales de impuestos sobre la renta se redujeron significativamente, y se promovió una política de desregulación.

Resultados: La economía estadounidense experimentó una expansión prolongada durante gran parte de la década de 1980. El crecimiento del PIB se aceleró, el mercado de valores tuvo un fuerte desempeño, y se crearon millones de empleos. Entre 1983 y 1989, la economía estadounidense creció a un ritmo promedio de aproximadamente 4% anual.

3. Hong Kong (década de 1990 en adelante)

Contexto: Hong Kong ha sido un ejemplo de éxito económico durante décadas, en parte debido a su política fiscal favorable.

Política: Hong Kong ha mantenido una política de bajos impuestos, con una tasa máxima de impuesto sobre la renta corporativa del 16.5% y una tasa sobre la renta personal que no excede el 17%. Además, se han mantenido políticas de libre comercio y desregulación.

Resultados: Hong Kong se ha convertido en uno de los centros financieros más importantes del mundo y ha mantenido un alto nivel de crecimiento económico y desarrollo. Su PIB per cápita es uno de los más altos del mundo, y el entorno empresarial favorable ha atraído una gran cantidad de inversiones internacionales.

4. Estonia (década de 2000 en adelante)

Contexto: Tras recuperar la independencia de la Unión Soviética en 1991, Estonia necesitaba reconstruir su economía y atraer inversiones.

Política: En la década de 2000, Estonia adoptó un sistema fiscal simplificado con una tasa plana de impuestos sobre la renta corporativa del 20%. También se implementaron reducciones en impuestos personales y se promovió una política de administración fiscal eficiente.

Resultados: Estonia ha experimentado un crecimiento económico robusto desde la implementación de estas políticas. Ha sido reconocida por su entorno favorable para los negocios y la innovación, con un crecimiento promedio del PIB del 7% anual entre 2000 y 2007. El país también ha atraído una significativa inversión extranjera y se ha convertido en un líder en la tecnología digital.

5. Chile (década de 1990 y 2000)

Contexto: En los años 90, Chile enfrentaba la necesidad de reformar su economía para fomentar el crecimiento y atraer inversiones.

Política: Durante el gobierno de Patricio Aylwin y sus sucesores, Chile implementó una serie de reformas económicas que incluyeron reducciones en las tasas de impuestos corporativos y personales. La tasa del impuesto corporativo se redujo del 40% al 17% en 2010.

Resultados: Chile experimentó un crecimiento económico sostenido durante estas décadas, con una tasa de crecimiento del PIB de aproximadamente 6% anual durante los años 90 y principios de 2000. El país se consolidó como uno de los más estables y prósperos de América Latina, atrayendo inversiones extranjeras y mejorando su calidad de vida.

Reflexiones personales para el caso de México

México es un país lleno de potencial y en nuestra búsqueda por un futuro mejor, es esencial que enfrentemos los retos económicos que nos afectan.

En los últimos años, hemos visto cómo nuestra economía ha enfrentado desafíos significativos. La pandemia global, la inflación y la deuda pública han puesto a prueba nuestra resiliencia. El año pasado, nuestra economía crecerá en promedio en este sexenio un 1%, una cifra que refleja la necesidad urgente de políticas económicas más eficientes y justas. La deuda pública ha alcanzado el 55% del Producto Interno Bruto (PIB), y en este contexto, es más importante que nunca que cada peso que gastamos sea invertido sabiamente.

Sin embargo, en estos tiempos difíciles, no es justo ni eficiente que la carga recaiga desproporcionadamente sobre los ciudadanos. Cada uno de nosotros, desde el pequeño empresario que lucha por mantener a flote su negocio hasta el trabajador que se esfuerza día a día para proporcionar a su familia, ya está haciendo su parte.

Aumentar impuestos o imponer nuevas cargas fiscales solo añade una presión innecesaria sobre nuestros hombros, cuando lo que realmente necesitamos es que el gobierno se ajuste en sus gastos.

Cuando el gobierno se ajusta en sus gastos, no solo está actuando con responsabilidad, sino que está mostrando respeto por cada uno de nuestro proyecto de vida. La reducción de gastos innecesarios y la eliminación de la burocracia excesiva son pasos fundamentales para garantizar que cada peso que se destina a los servicios públicos sea utilizado de manera eficiente y efectiva. En lugar de recurrir a nuevos impuestos, debemos exigir que cada medida del presupuesto se utilice de manera sabia, en proyectos que verdaderamente impulsen el desarrollo, algo tan básico como es la seguridad pública, no necesita más funciones el Estado.

Consideremos también el impacto positivo que esto puede tener en nuestra economía. Si el gobierno maneja sus recursos con mayor eficiencia, se puede reducir la necesidad de incrementar los impuestos, lo cual dejará a las empresas y a los ciudadanos con más dinero para invertir, ahorrar y gastar.

Todos sabemos que el costo de vida ha aumentado; la inflación ha hecho que nuestros gastos cotidianos sean más altos. Los ciudadanos ya están enfrentando sus propios desafíos, y no debemos permitir que el peso de la mala gestión pública recaiga sobre sus hombros. Exigir un gobierno que ajuste sus gastos es exigir justicia para todos aquellos que trabajan duro y contribuyen al crecimiento de nuestro país.

En un momento en que la confianza en las instituciones públicas es crucial, es nuestra responsabilidad exigir transparencia y eficiencia. La administración fiscal no es solo una cuestión de números, sino de principios.

Exijamos un proyecto que esté a la altura de nuestras expectativas, que administre con integridad y que refleje nuestros valores de justicia y equidad. No está de más decir que podemos construir un futuro donde el sacrificio y la responsabilidad sean compartidos de manera justa.

Por Asael Polo

Economista por la UNAM. Especialista en finanzas bancarias y política económica. Asesor Económico en Cámara de Diputados - H. Congreso de la Unión. Escribe para Asuntos Capitales, Viceversa.mx y El Tintero Económico. Twitter: @Asael_Polo10

Un comentario en «¡Que se ajuste el gobierno, no el ciudadano!»

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