Nadie puede negar el atractivo fantasma que nos da portar una camisa rojinegra, con un libro de Paco Ignacio Taibo II en la mano, mientras se reproduce “Canción para Mercedes Sosa” del finado cantautor venezolano Alí Primera, esto mientras te extrémese el efecto revolucionario, culto y pensador unísono a los camaradas que forman parte de tu colectivo, quienes complementan ese orgullo de sentirte el intelectual reconocido en todos los actos del Estado y que éste a su vez, en una solemnidad casi pulcra, te otorgue un reconocimiento o un diploma rubricado por el alcalde en turno que podría personificar con exactitud todas las corruptelas que significan una condena de muerte a tu doctrina, la cual sin temor a equivocarse alcanzará el mundo ideal que tanto buscas en tu recreo de doce horas. Todo marcha bien en tus caminatas de solidaridad, y mientras entonas el cover musical “A las barricadas”, de la banda punk “Los Dólares”, hasta que te encuentras “El manual del perfecto idiota latinoamericano” de Carlos Alberto Montaner, a mí eso me pasó.
Es muy propio de la izquierda jactarse de ser intelectual, además apropiarse del término “intelectual”, pero, ¿Tiende a ser un título honorable e inexpugnable tener dotes de intelectual?, el intelectual siempre se aqueja del sistema y de sus conciudadanos, cree que tiene la más grande certificación para darnos a conocer sus iniciativas de cómo mejorar el sistema por haber leído una novela de amor utópico, pero prontamente se inserta en el Estado, ya hay un libro que lo explica en mayor profundidad de título Genealogía de la soberbia intelectual del escritor mexicano Enrique Serna, (muy adorado por la izquierda mexicana), donde además describe la soberbia del intelectual en términos de individuos prominentes, de aquellos que no se codean con gente de a pie, mostrándose como un reconocido conocedor por encima del iletrado; ser intelectual es un título de nobleza en México, pero solo manifiesta su falta de aceptación sobre la realidad del arquetipo intelectual, pues bien lo describía el ex comunista Antonio Escohotado en su entrevista realizada por el programa TV3 (FAQS), quien interpretando la acepción de Joseph Alois Schumpeter que da en su obra Capitalismo, socialismo y democracia, primigeniamente dice: “intelectual me parece casi un insulto”, asimismo y en razón de Schumpeter cita: “dice que son desde la Alta Edad media clérigos insumisos, con gran capacidad para mover el rencor popular, que son expertos en la creación de odio…”, esto muestra que no es nada extraordinario que los grandes líderes gremiales o jefes de Estado, tengan tratados de ingeniería humana y su pluma enamore a las mayorías, quienes como es por todos conocidos se volverá en un tirano miserable apenas llegue a la silla del Águila.
Pero el ejemplar intelectual tiene jerarquías, el intelectual no siempre logra su objetivo de ser titular de Estado, y por ende este sentimiento se da entre relaciones hasta profesionales, otro gran libro sobre este rasgo es “La Mentalidad Anticapitalista” de Ludwig Von Mises, quien en el capítulo llamado El resentimiento de los intelectuales, ilustra: “…Lo mismo ocurre con abogados y profesores, artistas y actores, escritores y periodistas, arquitectos y científicos, ingenieros y químicos. Muchos de ellos también se sienten frustrados, vejados por la elevación del colega, antiguo camarada y compañero. Las normas éticas y de conducta profesional encubren la competencia tras un velo de amistosa fraternidad, lo que hace aún más amargo el resquemor. Odia el intelectual, como decíamos, al capitalismo por cuanto encarna en viejos amigos cuyo éxito le duele; inculpa al sistema de la frustración de unas ambiciones que su personal vanidad hizo desmedidas…”, esta cita de igual forma se ajusta a la descripción del intelectual de odio, que es el principal producto del intelectual, pues el intelectual no piensa ni reflexiona, teme al que piensa de manera diferente, y por ende busca regular mediante códigos de ética y de conducta a su competencia, a quienes llama con un tacto de aprecio “colegas”, porque el intelectual busca a toda costa que nadie cruce la línea de sus sentimientos en función del éxito ajeno, y esa caricia correligionaria cesará violentamente cuando se advierta lo que oculta ese código de ética conductual que lo único que busca es mantener oculto al hombre íntegro que no se cree esa estafa llamada equidad, como diría Ayn Rand en “La rebelión de Atlas” ese: “…papel moneda puesto en circulación por estafadores para despojarte de tus virtudes…”.
Ahora nos enfocaremos con aquellos personajes de “doble moral”, según el intelectual o “vendidos”, que cambiamos radicalmente nuestra postura ideológica abandonando la izquierda, el trovador Fernando Delgadillo hace una canción con líneas apuntadas a todo esto, ya que en su canción “De la canción de protesta”, mide al cantante de protesta como aquel que se convierte en lo que tanto protesto, pero cambiar es natural en cualquier persona que busque la verdad en la vida; a todo esto la pregunta es: ¿Qué pasa con aquellas personas que dan un salto inesperado de una idea a otra totalmente antagónica?, ¿Existe la posibilidad de mantener una misma postura toda la vida?, ¿Cambiar de idea te hace de doble moral? o ¿Pensar de una manera y actuar de otra te hace de doble moral? y si ¿Internamente tienes una creencia y externamente otra, te hace de doble moral?, o lo más gravoso, y atendiendo las categorías políticas ¿Y si no entiendes una categoría moral o política y te sientes identificado erróneamente con una diversa?, pero también que pasa si ¿Realmente tu pensamiento se identifica a una categoría política pero te identificas con una que pudieras repudiar si conocieras su fondo y forma?, Fernando Savater expone en Política para Amador la mentalidad esplendida acorde a Rousseau: “…Las mentalidades esplendidas pero tajantes como la de Rousseau valoran las realidades sociales y políticas de forma absoluta: positivo o negativo, bueno o malo (para compensar esta tendencia, los verdaderamente inteligentes – como Rousseau – se contradicen abundantemente, por lo que siempre hay en su obra más de un punto de vista…”, ello implica que transitar de idea y tener un punto de vista más perfeccionado o rebatido no te hace de “doble moral – vendido” más bien de mentalidad esplendida, el izquierdista no sufre porque ayer tuviste una convicción diferente y al día de hoy tu opinión no sólo sea diferente, sino hasta contraste a la izquierda, más bien le atormenta que alguien no le otorgue la razón en términos absolutos, porque él cree que la razón le pertenece, y que su criterio ha superado cualquier opinión en disenso y tardará un segundo en encajonarte dentro de la categoría de “doble moral” (aplicando para este articulo su uso coloquial). Existen múltiples personas que se apenan por dejar de ser de izquierda y se guardan en el silencio para no ser tildadas de hipócritas, la realidad es que cambiar de parecer político solo puede ser reprobado por quien no tiene una mentalidad espléndida.
El compromiso político en México no existe, son pocas las personas que tienen el valor suficiente para levantar su pensamiento contra sí mismos y sus ideas, casi nadie se enfrentaría a la idea de dejar su territorialidad idealista, amigos conocidos, sus tratados y sus utopías, sus recuerdos tapizados de protesta y poesía significada en la emoción de saber que el mundo necesita cambiar, pero sustentada en el desconocimiento total de cómo hacerlo. Ser de izquierda, y hablo en particular de la latinoamericana, es el placer que te da una pareja imaginaria, te hace sentir parte de algo que no tiene partes, te engaña pensando que tienes participación en un lugar inaccesible, te miente al considerarte parte de la fuerza de un Estado que después te hace un siervo debilitado, te hace creer que eres intelectual, pero te condiciona el pensamiento, he visto a Marxistas sumamente letrados que al tratar de justificar a Marx lo niegan sin darse cuenta, ser de izquierda te hace sentir importante pero nunca a la medida de los grandes próceres, y héroe frente a tus enemigos imaginarios, te hace sentir libre cuando niegas la poca libertad que pudieras ejercer con dogmas, es una cadena que te absorbe en conceptos que te hacen salvador o delincuente, la izquierda te hace creer que por tener un dote artístico ya te legitima para indignarte frente a un proceso de mercado que no entiendes, te hace pensar que la economía, la administración pública o la maldad del mundo se cambia con una frase célebre, la izquierda te duerme con cuentos de hadas como diría Joaquín Sabina.
J. Pedro Duran Hernandez. Laruxo, abogado, músico, escritor.
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