NO SOLO EL DEDAZO: REGRESAMOS A LA CARGADA. Y DESPUÉS SERÁ: EL QUE VIVE AQUÍ ES EL (LA) PRESIDENTE, PERO EL QUE MANDA VIVE EN LA CHINGADA.

Los viejos, que vivimos las épocas del nada democrático PRIATO, sabíamos que una de las atribuciones metacontitucionales del presidente en turno, era la de nombrar a su sucesor. La elección constitucional en sí, era una formalidad, una farsa, porque todos sabíamos que quien iba a ganar, era el candidato del PRI, por lo que lo importante era saber lo antes posible, quién sería ese candidato, llamado “el tapado”, y que sería dado a conocer, después del quinto informe del gobierno, en lo que se llamaba “el destape”, que era primero el pronunciamiento de un sector del PRI, generalmente el obrero, en la voz de don Fidel Velazquez, y luego formalizado en una Asamblea, llena de porras al candidato.

Desde antes que se destapara la corcholata de entonces, los políticos, los interesados en un puesto público o de hacer negocios con el gobierno, jugaban a atinarle, a quien sería ese tapado y acercarse lo antes posible con él, hacerle favores, apoyarlo, etcétera, en lo que era y se llamaba “la cargada”.

Muchas veces, los más se equivocaron, y por ejemplo, al final del gobierno de Luis Echeverría, “la cargada” fue por Mario Moya Palencia, pero “el destapado” fue el más antipopular, por ser el de los impuestos: José López Portillo, pero tras “el dedazo” y “destape”, la cargada se cambió, a favor de López Portillo.

Ahora vemos que ya están las corcholatas muy activas, aunque que en lugar del folclórico destape de antaño, este se hará formalmente por una encuesta, en la cual como dijo Manuel Bartlet, citado por Jorge Carpizo, en su obra clásica sobre El Presidencialismo en México, el presidente sería el fiel de la balanza.

Actualmente, ya existe una cargada, con el lema: “Es Claudia” , que más que por méritos de ella, es porque muchos creen que como es la corcholata favorita de López Obrador, será la futura presidente de México, y por ello, en lo que también se llamaba “la bufaliza”, crece en apoyo.

La primera falla de nuestra democracia, es que no hay democracia interna en los partidos, ya que los candidatos son designados y no electos, por ello solo en la práctica podemos votar, por los que nos imponen los partidos. Es una partidocracia.

Pero el presidente no solo decidirá quién a será su sucesora o sucesor, sino también, como antes, a los candidatos al Congreso. Así la promoción hecha por el presidente, en favor de que se vote por Morena, no sólo para la Presidencia, sino por los candidatos a legisladores, para que aprueben su reforma constitucional militarista, que presentará a la futura legislatura, implica que el presidente, tendrá mucho interés en la selección de los candidatos de Morena y partidos afines, para que le sean incondicionales, lo que implica que se regresará a otra práctica del pasado priista: “el palomeo”, esto es que el presidente López Obrador personalmente, aprobará a quienes serán candidatos a diputados y senadores. Lo que le daría otro control más sobre su sucesora o acaso sucesor.

AMLO sabe que reelegirse no es posible sin romper todo nuestro orden constitucional, y que para él sería más cómodo dejar sus funciones, pero mantener su poder, regresando a una antigua práctica callista, llamada “el máximato”.

Sabe que desde Cárdenas, los nuevos presidentes, ya posesionados y empoderados rompen con el antecesor, pese a que éste los puso, por eso quiere tener formas de control y ataduras para quien lo suceda, así pretenderá, la entrega de las funciones presidenciales formales, pero manteniendo el poder.

Para ello cuenta primero con el gran apoyo que ha forjado y comprado de las Fuerzas Armadas, en particular de la Secretaría de la Defensa Nacional, a la que se le han dado mayores funciones, recursos y privilegios. Segundo, la gran popularidad y simpatía personal que tiene, ya que de ser necesario podría utilizarla para una revocación de mandato, si su sucesor o sucesora quisiera salir de su control. Tercero tendrá el poder real del partido, de los legisladores, gobernadores, y demás mandatarios y funcionarios, que haya designado. Cuarto, mantendría el apoyo de los empresarios afines y de sus contactos internacionales.

Así, como en la época del máximato callista, cuando se veía al Castillo de Chapultepec y se decía “Aquí vive el presidente, pero el que manda vive enfrente”. Todo apunta a que en un futuro próximo, se vea Palacio Nacional y se diga: Aquí vive el o la presidente, pero el que manda vive en La Chingada.

Mario Rosales Betancourt, abogado y Maestro en Derecho. Profesor de la asignatura de Derecho en la FES Acatlán de la UNAM y en la UAM-Azcapotzalco.

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

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