Un conflicto que nos debilita

Digamos que pocas cosas hay actualmente que dividan tanto a la escena libertaria como Javier Milei.

Para algunos, él es el lanzallamas que finalmente llega al Leviatán.

Para los demás, ya es un traidor, un oportunista, un político como cualquier otro, que vendió la doctrina pura antes de poder aplicarla.

Entre estos extremos se encuentra la mayoría silenciosa, que se pregunta: ¿Por qué nos desgarramos mientras el enemigo permanece erguido frente a nosotros?

Es hora de hacer una evaluación seria.

La falsa imagen del mesías libertario

Milei tiene un problema más grande que cualquier política fiscal: su propia base de fans.

Lo convertimos en un salvador: el hombre que se suponía iba a crear, de la noche a la mañana, un laboratorio anarcocapitalista a partir de un montón de escombros desolados por el peronismo.

Eso es comprensible desde una perspectiva humana, pero políticamente ingenuo.

¡Sí, odiamos la política! Sin embargo, nos vemos obligados a actuar en este ámbito si queremos lograr nuestro objetivo.

Cualquiera que asuma el cargo en un país que ha heredado una inflación del 150%, arcas vacías y una administración completamente corrupta no puede implementar de inmediato su utopía. No porque no quiera, sino porque la realidad es innegociable.

En la sala de máquinas del poder, no hay reglas de pureza. Las personas, las instituciones, los intereses, las burocracias —y sobre todo, el tiempo— juegan en tu contra.

Si, por otro lado, uno espera una doctrina pura, la decepción es inevitable. Y eso es precisamente lo que estamos viviendo ahora mismo: una oleada de protestas, memes de «te lo dije» y nuevos candidatos mesías libertarios «mejores» que, por supuesto, acertarán en todo la próxima vez, desde sus sofás.

La realidad no es un libro

Muchos de nosotros hemos vivido durante años en un mundo sin Estado –intelectualmente– a través de libros, podcasts y foros.

Ahora viene un tipo que realmente lucha en la arena política real, tiene que forjar alianzas con gente que ayer usamos como enemigos, tiene que detener la hiperinflación antes de que alguien siquiera escuche.

Parece una traición. Sin embargo, es solo la primera vez que nuestra teoría se consolida, y al principio podría sufrir un revés.

La política no es una actualización de software.

No hay menú desplegable: Estado → Configuración → Abolir → Aplicar.

A menudo subestimamos hasta qué punto la realidad dicta el ritmo. No la teoría. No la moral. No nuestra lista teórica de deseos.

La política es una lucha por centímetros. Por milímetros. Por cada reducción del poder estatal.

Minarquismo: el paso intermedio no querido

Soy ancapista de corazón. Punto.

Pero no soy ciego.

Hay una razón por la cual la fricción entre AnCaps y Minarquistas es tan antigua como el movimiento mismo: ambos quieren libertad, sólo que a diferentes velocidades y con diferentes medios y de diferentes maneras.

El minarquista quiere un estado mínimo. No lo considero una solución, sino, en el mejor de los casos, un fenómeno transitorio: una especie de estado intermedio que quizá tengamos que superar antes de poder avanzar.

El minarquismo no es una meta. Pero es un camino. Un puente hacia quienes aún necesitan aprender que la libertad no significa caos, sino responsabilidad.

Cualquiera que, como Hoppe, haya visto la democracia como una trampa sistémica sabe que las elecciones por sí solas no bastan. Incluso pueden ser engañosas.

Y es exactamente por eso que Milei es tan emocionante: no porque sea el destino final, sino porque es la primera prueba de estrés real para nuestras ideas en las condiciones más extremas.

Primero debe apagar el incendio antes de poder renovar la casa.

Primero debe matar la inflación y estabilizar el aparato estatal antes de poder reducirlo.

Esto no es una rendición. Es una secuencia necesaria.

Hoppe nos enseñó: el Estado no se reduce mediante el éxito electoral, sino mediante la secesión, mediante la separación cultural y física de sus chupasangres.

Milei no puede hacerlo hoy, pero está creando las condiciones para que alguien más pueda hacerlo mañana.

El desencanto de Milei

¿Es Milei un traidor? No.

Es un político en un estado que lleva décadas en decadencia sistemática. No lucha contra un oponente, sino contra toda una cultura, con las herramientas que la realidad le permite.

No puede gobernar anarcocapitalistamente porque Argentina no es anarcocapitalista.

No se desmantela un rascacielos que se derrumba de arriba a abajo.

Primero se estabilizan los muros de carga, antes de eliminar los pisos superfluos.

Milei no es ningún salvador.

Es una herramienta. Una palanca. Una prueba de esfuerzo para el poder.

Quienes lo llaman «traidor» esperan de un solo hombre lo que en realidad es la tarea de toda una sociedad: la voluntad de luchar por la libertad y vivirla.

Y ese es precisamente el punto ciego de muchos críticos: quieren que un presidente cambie la sociedad, pero la sociedad primero debe estar preparada para que un presidente pueda cambiar cualquier cosa.

El verdadero conflicto: ideal versus realidad

La disputa en torno a Milei es psicológica, no política.

Los puristas quieren pureza.

Los pragmáticos quieren acción.

Ambos desean la libertad, pero no entienden nada.

El purista dice: «Si no cambia todo, no cambia nada».

El pragmático dice: «Si él no puede cambiar nada, nadie puede cambiar nada».

Ambos tienen razón. Y ninguno tiene razón.

Porque la libertad no es un interruptor, no es un estado del ser. Es un camino.

Y cada camino tiene dos dimensiones: dirección y velocidad.

AnCaps determina la dirección.

Los pragmáticos marcan el ritmo. Y los medios y las herramientas.

Necesitamos ambas cosas, y sobre todo, necesitamos paciencia.

Cualquiera que grite «¡Aceleracionismo!» ahora, con la esperanza de que las cosas empeoren aún más, no ha entendido: Argentina ya estaba de rodillas. Y al final, no hubo anarquía, sino un tipo con una motosierra limpiando todo.

Esto demuestra que ni siquiera el colapso trae automáticamente la libertad, pero a veces es un primer paso.

Cuatro soluciones que funcionarían de inmediato

Primero: El choque de la realidad

Debemos aceptar finalmente que nuestra utopía está fracasando no por nuestros oponentes, sino por nuestras expectativas irrealistas. Quienes esperan la pureza absoluta nunca empezarán. Quienes exigen la anarquía inmediata siempre se verán decepcionados. Al final, la libertad no se pierde por la opresión, sino por la impaciencia libertaria.

Zwitens: No hay salvadores, solo exploradores

La libertad no tiene mesías. Tiene marcapasos.

Si vemos a Milei como un facilitador en lugar de un salvador, el 90% del conflicto desaparece. Es el hombre que acaba de enderezar un sistema roto. Y eso es todo lo que se necesita para hacer historia.

En tercer lugar: División estratégica del trabajo

El purista protege la visión y nos impide conformarnos con medias tintas.

El pragmático abre puertas y crea impulso.

El minarquista traduce nuestras ideas a los normies y construye puentes.

Milei proporciona una prueba real de que el cambio es posible.

Esto no es una contradicción, sino una división perfecta del trabajo. En cualquier otro bando político, esto se daría por sentado. Solo nosotros, los libertarios, lo convertimos en una competencia de autosabotaje.

Cuarto: Unidad sin uniformidad

No tenemos que amarnos. No tenemos que estar de acuerdo en todo. Ni siquiera tenemos que hablar el mismo idioma.

Pero debemos compartir la misma dirección y disciplinar nuestros propios egos.

Porque el ego divide. El Leviatán solo se beneficia cuando nos destrozamos.

Y antes de que se alcen las voces: ¡No! ¡Esto no es colectivismo! Esto es estrategia, sentido y razón.

Al final, lo que cuenta es el progreso.

Milei no es el objetivo.

Es un paso. Uno pequeño. Uno importante.

La libertad rara vez llega de forma repentina.

Generalmente se produce un progreso silencioso, centímetro a centímetro.

Sí, con y a través de Milei estamos en el centro de atención por primera vez y tenemos que cumplir.

Sí, corremos el riesgo de acabar en una situación como la de los socialistas, que tienen que seguir insistiendo en que el socialismo simplemente nunca se ha implementado CORRECTAMENTE.

Pero precisamente por eso debemos celebrar a Milei, ofrecerle críticas constructivas, apoyarla, pero sobre todo: utilizarla.

Porque este impulso es mucho más valioso y mayor que el riesgo antes mencionado.

Y si sofocamos este impulso mediante luchas internas, entonces nuestro mayor peligro no son los peronistas, los socialistas y los estatistas, sino nosotros mismos.

Mantén la mente clara.

Publicado originalmente en Freiheitsfunken AG: https://freiheitsfunken.info/2025/11/23/23569-libertarismus-milei-ist-kein-verraeter–wir-waren-nur-ungeduldig

Volker Ketzer.- colabora en Freiheitsfunker. Podcaster y YouTube alemán.

X: @VolkerPetzer

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Presidente de la Alianza Libertaria de Iberoamérica. Estudió comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y L'Opinione delle Libertà entre otros medios.

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