En un futuro donde el ADN decide el destino de todos, la película “Gattaca: experimento genético” nos sitúa cara a cara con una pregunta inquietante: ¿qué queda de la libertad y del derecho a soñar cuando la ciencia se vuelve tiránica?

«Para alguien que se suponía no debía ser parte de este mundo, tengo que confesar que de repente me cuesta dejarlo. Pero dicen que cada átomo de nuestro cuerpo una vez perteneció a una estrella… tal vez no me vaya, tal vez vuelva a casa.” Es la poderosa frase final, dicha fuera de foco por el protagonista finalmente en viaje, de “Gattaca: experimento genético”: la distopía genética que desafía la libertad individual, la película que, bajo su elegante estética y sus atmósferas futuristas, esconde una profunda e inquietante reflexión sobre los temas del determinismo genético, la libertad individual y la equidad social. Dirigida por Andrew Niccol en 1997, con actores del calibre de Ethan Hawke, Uma Thurman y Jude Law, la misma describe una sociedad en la que el destino de los individuos está predeterminado por sus propia composición genética, una idea que plantea cuestiones cruciales.

El protagonista, Vincent Freeman (interpretado por el ya mencionado Ethan Hawke), es un “inválido”, la persona concebida naturalmente, por elección voluntaria de sus padres, sin la ayuda de la selección genética, ya que los padres requieren las mejoras genéticas para que sus hijos sean clasificados como “buenos”. A diferencia de su hermano menor Anton. En un mundo donde las personas son juzgadas según su herencia genética, Vincent es destinado a una existencia marginal, lejos de sus sueños de convertirse en astronauta. Su reflexión inicial está llena de amargura: «Como otros en mi situación, deambulé mucho durante los siguientes años, trabajando donde podía. Debí haber limpiado los baños. Pertenecí a una nueva subclase, ya no determinada por el nivel social o el color de piel; no, ahora la discriminación se ha convertido en un sistema.”

Sin embargo, su determinación y deseo de superar los límites impuestos por la sociedad lo llevan a desafiar las reglas, asumiendo la identidad de Jerome Eugene Morrow (interpretado por Jude Law) un personaje genéticamente perfecto, un “válido”, pero paralizado tras un accidente.

La obra es una poderosa crítica contra cualquier forma de determinismo, especialmente el genético, que en “Gattaca” se traduce en una suerte de nueva eugenesia. La sociedad futurista rechaza la idea de que cada individuo pueda construir su propio destino, en lugar de ello, lo vincula a lo que se decidió antes de su nacimiento. «No existe ningún gen para el destino”, afirma el protagonista, subrayando cómo la libertad individual y la capacidad de autodeterminación se ven asfixiados por un sistema que juzga a las personas sólo por su ADN.

En la práctica, la obra representa una distopía que ejemplifica los peligros de un estado que asume un control absoluto sobre el individuo, regulando y limitando su libertad, basándose en criterios científicos aparentemente “objetivos”. La empresa (Gattaca Aerospace Corporation) representada en la obra, no permite al Vicent “inválido” aspirar más allá de su estatus, violando uno de los principios fundamentales del liberalismo: el derecho de cada individuo a perseguir sus sueños y a ser juzgado por sus acciones, no por lo que la biología haya decidido por él.

La película también sugiere una aversión al concepto de igualdad forzada y uniformidad, donde la diversidad natural se suprime en favor de la homogeneidad artificial. Vicente, con su voluntad y determinación, demuestra lo que es un ser humano mucho más que la suma de sus genes. En una de las escenas más emblemáticas, el propio Vincent recuerda cómo consiguió ganarle a su hermano Anton, un “válido”, en una competición de natación: «Nunca he guardado nada para la vuelta.” Esta frase encarna el espíritu de rebelión y confianza en la capacidad individual, independientemente de las limitaciones impuestas por la sociedad.

“Gattaca” se convierte así en una denuncia contra un sistema que niega la libertad del individuo, la igualdad de oportunidades y la posibilidad de autorrealización. Contra una sociedad que pretende eliminar la incertidumbre del futuro mediante la manipulación genética. La película nos recuerda que el verdadero progreso humano no se mide a través del control total, sino por la libertad de elegir tu propio camino, aceptando los riesgos y las incertidumbres que de ello se derivan.

En definitiva, la obra es una advertencia contra las tendencias autoritarias que pueden surgir de una fe ciega en la ciencia y la tecnología como herramientas de control social. La lección que se desprende de la obra cinematográfica es que la libertad, la autodeterminación y el valor intrínseco de cada individuo son principios no negociables, que no pueden ser subordinados a cualquier forma de ingeniería social. Este mensaje, está profundamente arraigado en la tradición liberal.

La lección que se desprende de la obra cinematográfica es que la libertad, la autodeterminación y el valor intrínseco de cada individuo son principios no negociables, que no pueden ser subordinado a cualquier forma de ingeniería social. Este mensaje, profundamente arraigada en la tradición liberal, hace de “Gattaca” no sólo una película de un gran valor estético, sino también una obra de reflexión filosófica de extraordinaria relevancia. Como Vicent afirma en uno de los pasajes finales de la proyección: «Nacimos para superar nuestros propios destinos.”

Sandro Scoppa: abogado, presidente de la Fundación Vincenzo Scoppa, director editorial de Liber@mente, presidente de la Confedilizia Catanzaro y Calabria.
Twitter: @sandroscoppa

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

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