El reciente repunte del oro ha reavivado el debate sobre la estabilidad económica global y la naturaleza del dinero. Los precios han alcanzado cifras sin precedentes, atrayendo la atención de inversores y analistas que se preguntan sobre el futuro de este refugio seguro.

Sin embargo, analizado desde una perspectiva diferente, su ascenso demuestra ser más que un simple hecho de mercado: es un signo de libertad económica, en la que el metal precioso actúa como escudo contra las políticas monetarias expansionistas y los fracasos estatales.

El oro, como es bien sabido, siempre ha representado una reserva de valor, un instrumento que preserva el poder adquisitivo en el tiempo. Y eso lo hace atractivo para quienes desconfían de las políticas económicas basadas en la intervención estatal o la expansión monetaria descontrolada, como la “flexibilización cuantitativa” y la creciente deuda pública. En un contexto en el que los bancos centrales imprimen dinero a un ritmo acelerado, los ciudadanos buscan refugio en un activo que no puede ser manipulado por el Estado. Tampoco, a diferencia del dinero fiduciario, puede crearse de la nada y, como tal, encarna estabilidad en un mundo de incertidumbre económica.

Por tanto, su creciente demanda refleja una desconfianza generalizada en las instituciones estatales y en su capacidad para mantener el valor de la moneda. Cuando los inversores compran oro, esencialmente están haciendo una apuesta contra el intervencionismo estatal y el control centralizado de las políticas económicas. En este sentido, actúa como el contrapeso natural al dinero fiduciario, que pierde valor cuanto más los gobiernos y los bancos centrales amplían la base monetaria para cubrir gastos y deudas crecientes.

Como indican varios informes, estos se están acumulando a un ritmo récord. Estas compras reflejan no sólo una estrategia de diversificación de reservas, sino también una creciente conciencia de la precariedad del sistema monetario global. La desconfianza en el dólar como depósito de valor predominante es cada vez más evidente, y países como China y Rusia se alejan del dominio estadounidense y se acercan al metal precioso.

A esto hay que añadir el hecho de que esta situación pone de relieve el fracaso de las políticas monetarias centralizadas: si incluso los Estados ya no confían en sus propias monedas y prefieren el oro, ¿cómo pueden hacerlo los ciudadanos? En una visión libre de condicionamientos políticos e ideológicos, esto demuestra el valor de la competencia monetaria y la necesidad de reducir la influencia de los bancos centrales en la gestión económica.

Además, hay que considerar que, en una fase histórica en la que la inflación parece menos temporal de lo que los bancos centrales habían previsto inicialmente, el metal precioso vuelve a desempeñar un papel crucial. De hecho, representa un baluarte contra la devaluación de la moneda, que se deriva de políticas expansionistas y deudas públicas insostenibles. Los estados intentan gestionar la economía mediante expansiones monetarias, provocando inflación y reduciendo el poder adquisitivo de los ciudadanos. Éste es el meollo del problema: el dinero se convierte en una herramienta política más que en un medio de intercambio estable.

En una sociedad abierta y libre, el dinero no debería estar sujeto a las decisiones arbitrales de los bancos centrales o los gobiernos. El oro, con su rareza y valor intrínseco, representa la máxima expresión de la libertad económica. Es un bien que escapa al control del Estado y, por tanto, es el preferido por quienes creen en la libre elección, la propiedad privada y la reducción de la intervención pública en la economía.

Las previsiones de los analistas indican que el metal precioso podría seguir creciendo en 2024, alcanzando niveles aún más altos. Sin embargo, la pregunta no es tanto “cuánto tiempo más podrá correr”, sino más bien “¿por qué corre?”. El aumento de su precio es una señal clara de que los actuales sistemas monetarios centralizados están perdiendo la confianza del mercado. Mientras los gobiernos sigan ampliando la base monetaria e interfiriendo con el libre mercado, seguirá siendo el bastión de quienes creen en la libertad económica.

En última instancia, ciertamente se puede argumentar que el oro no es sólo un bien precioso, sino que representa el símbolo de una economía libre de manipulación estatal y devaluación monetaria. Y mientras los gobiernos continúen por el camino del intervencionismo, su progreso no se detendrá.

Como escribió Friedrich A. von Hayek: «La historia es en gran medida una lucha entre la libertad y el poder. En economía, la libertad viene dada por la competencia y la independencia de las elecciones individuales, mientras que el poder se manifiesta con el control centralizado y la manipulación del dinero.”

Esto refleja cómo la libre elección económica y la competencia, de las cuales el oro es un símbolo, son fundamentales para proteger la libertad individual del control estatal. En esencia, como instrumento que no puede ser manipulado por los gobiernos, representa una garantía contra el poder centralizado y el declive de la libertad económica.

Agradecemos al autor su amable permiso para retomar su artículo, publicado originalmente en Strade: https://www.stradeonline.it/istituzioni-ed-economia/4936-il-rally-dell-oro-uno-scudo-contro-il-declino-monetario#

Sandro Scoppa: abogado, presidente de la Fundación Vincenzo Scoppa, director editorial de Liber@mente, presidente de la Confedilizia Catanzaro y Calabria.
Twitter: @sandroscoppa

Por Víctor H. Becerra

Presidente de México Libertario y del Partido Libertario Mx. Comunicación política (ITAM). Escribe regularmente en Panampost en español, El Cato y Asuntos Capitales entre otros medios.

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